Informes
Entender que no entendemos
La última década del fútbol argentino ha transitado erróneamente entre la violencia en las canchas, el incremento de la influencia política de las barrabravas y el desdibuje institucional que tronó en las esferas de poder de la AFA. Lo que ocurrió a partir del 30 de julio de 2014, inesperada fecha de inicio del accidentado “postgrondonismo”, fue un efecto dominó de proporciones bíblicas que comenzó con un titubeante Luis Segura haciéndose cargo provisionalmente de la entidad y que terminó con un descolocado Armando Pérez encabezando una comisión normalizadora que intenta… bueno, vaya uno a saber qué intentan, ya que el discurso de los popes de los principales clubes del fútbol argentino se orienta más en desactivar el respirador artificial al cual se encuentra institucionalmente sujeta la AFA en lugar de sanar las heridas.
Mientras en Viamonte 1366 el desorden estructural y la acefalía eran situaciones de rutina, en simultáneo se dio el arribo de un nuevo gobierno al poder ejecutivo, encabezado por Mauricio Macri, ex presidente de Boca Juniors fuertemente vinculado a las corrientes empresariales que circulan en nuestro fútbol. El adormecimiento de autoridades en la Asociación del Fútbol Argentino fue articuladora para una de sus medidas más polémicas: desactivar el Fútbol Para Todos, implicando el regreso de las transmisiones de partidos pagas para quien quiera acceder a ellas mediante su televisor. Paso previo de Macri fue designar al frente de dicha propuesta a Fernando Marín, ex gerenciador de Racing Club y hombre de peso en el proyecto virtual del desembarco de las Sociedades Anónimas a los lares futbolísticos argentinos. Curiosamente la designación de Marín y su pasado racinguista pareció tener algo de eco en las decisiones de AFA, ya que poco tiempo después Claudio Úbeda (referente racinguista en gran parte de la administración Marín) y Miguel Ángel Micó (a cargo de las inferiores de dicho equipo durante su gestión) fueron designados con cargos en las selecciones juveniles, no sin que antes Armando Pérez se burlara obscenamente de todos los entrenadores interesados que cumplieron con lo requerido en el modus operandi de la AFA y presentaron un proyecto para los equipos juveniles en tiempo y forma. Úbeda, una especie de tapado, fue contra todo pronóstico el elegido para dicha función. Extraño.
Si la Asociación del Fútbol Argentino internamente está sumergida en el canibalismo institucional, externamente es el cadáver en descomposición listo para ser devorado por un hambriento buitre. El desabastecimiento de la máxima entidad funciona como puente para la propulsión de proyector gerenciadores y empresariales en torno a la redonda. Por supuesto que esto no significa que anteriormente estos no hayan existido. Pero el factor Macri era algo inédito en la última década, y la influencia particular de Marín es un complemento de este círculo oscuro que se está tejiendo en torno al fútbol. El apéndice de la discusión se ubica en la distribución monetaria realizada con el dinero de los derechos de las transmisiones del FPT. Si es que este es suficiente, si es bien empleado, si podría ser más y si implica un desequilibrio en la economía de los clubes y de la AFA en sí misma.
Pero si en algún momento existió un sitio para el debate, hoy el fútbol argentino es puramente tierra de confusión. El pornográfico torneo de 30 equipos es un obvio imposible para una transmisión deportiva que también abarcaba B Nacional, y el desprolijo desquite mediático dirigencial respecto a la realización de la Superliga no hace más que descolocar cualquier atisbo de comprensión por parte del hincha, testigo de cómo lo gratuito se hace pago, los torneos engordan de equipos, se realizan campeonatos de transición hacia ninguna parte y por momentos se le da un sorpresivo eco mediático a un torneo… que aún no existe, no sabemos qué forma tendrá y no entendemos cómo hará para encajar con la estructura actual.
El período 2014-2016 del postgrondonismo admitía cierto disimulo a causa de una Selección que trepó a dos finales de Copa América y un Sub 20 clasificado a los Juegos Olímpicos. Serían la desorganización respecto a la plantilla que dijo presente en Río de Janeiro 2016 y la posterior calamidad de la Argentina en los últimos partidos de Eliminatorias lo que generó una verdadera jaqueca en una Comisión Normalizadora que de normal tan solo tiene su adjetivo, con un Pérez a la cabeza cada vez más desolado en cuanto a su predominio en el poder. El anarquismo en el que por momentos caen las decisiones de la AFA hoy no se puede poner debajo de la alfombra de grandes resultados: la Selección está al borde de quedar afuera de una Copa del Mundo y mientras escribo esto, la continuidad de Edgardo Bauza al frente de la misma está seriamente discutida. Esto tan solo es una faceta del vasto expediente de problemas que el fútbol argentino, financiera, política, estructural y socialmente acarrea.
Cuando las herramientas de administración que tenemos al alcance no hacen más que rescatar del edificio en llamas a sus propios intereses, tan solo una fantasía trasnochada puede dibujar un futuro optimista en el largo sendero que el fútbol argentino debe transitar hasta arribar a la normalidad. ¿Es utópico pensar en una Comisión Normalizadora conformada por socios electos por los clubes? ¿Podemos imaginar un nuevo fútbol argentino conformado como una asamblea de socios, donde la transparencia económica sea de una vez por todas una realidad? Esto no responde solamente a un delirio poco realista, sino que se trata del mero hecho de no caer en la queja sin propuesta, en el escupitajo vacío hacia la nada misma, aquel precipicio que hoy es la AFA.
¿Por qué no optar por un referéndum respecto a la opinión del socio acerca de las S.A., como bien se hizo en Racing Club? ¿Por qué no se instruye más al hincha respecto a la Superliga? ¿Qué tiene que suceder para purificar de negociados al fútbol argentino? ¿Es una locura hablar de elecciones en AFA con participación opcional de los socios, o al menos en condición de consulta? ¿Cuándo se tendrán comicios serios en dicha entidad? ¿Por qué no puede existir un grupo de observadores, socios independientes a sus respectivas cúpulas dirigenciales? No es una locura, es la democratización que tanto necesita nuestro fútbol, y la cual no surge ya que el socio se encuentra desorientado ante tamañas suposiciones que se manejan en los círculos de poder del fútbol. Y es aquí donde la confusión es utilizada como palanca para evitar cualquier insurrección o cuestionamiento al desorden organizado.
Todos estos elementos se ubican en un antecedente bastante infeliz, ya que es el reflejo de las ideas que esbozó el génesis de la gestión Javier Cantero en Independiente, allá por fines de 2011, cuando en una elección sin precedentes su postura de socio ajeno al mundo de los poderosos y con un discurso claro y cercano al hincha medio derrotó en los comicios a Cacho Álvarez, socio del ex presidente Julio Comparada y político de peso en la provincia de Buenos Aires. Su asunción se vio envuelta en un discurso inédito en el ámbito del fútbol argentino: desafectar a la barrabrava de Independiente respecto a su influencia en la vida institucional del club e instalar un vínculo serio con el socio que articulara un aura de transparencia y reconstruir las bases que el comparadismo había explosionado en el club. La contraofensiva de los violentos, encabezados por Pablo “Bebote” Álvarez, fue feroz y desembocó en una amplia cobertura mediática de los primeros meses de la administración JC, en donde diferentes entidades apoyaban abiertamente (más de forma meramente oral que con hechos concretos) al accionar del presidente.
Pero claro, futbolísticamente Independiente era un alma en pena y no se puede desligar al canterismo de este hecho. Todo lo contrario, sus carencias en la perspectiva de armado de un plantel sólido para pelear por la categoría le costaron a Independiente el primer descenso de su historia en el año 2013. Poco tiempo después, sin rumbo en la B Nacional y con una crisis institucional abismal, Cantero renunciaría poniendo fin a uno de los mayores fracasos de gestión que el fútbol argentino haya observado en las últimas cinco décadas.
Sin embargo, posteriormente a colocar al canterismo en el banquillo de responsable (en conjunto con su predecesor Julio Comparada, no olvidar) de la calamidad de sus decisiones en el plano futbolístico, para el sistema que ejerció Julio Grondona en sus años al mando de AFA la derrota de Cantero fue placenteramente funcional, dado que la insurrección se devoró a sí misma y no llegó ni siquiera a hacerles cosquillas al status quo. El efecto Cantero, entonces, es esa piedra en el zapato de cualquier pensamiento reestructurador, la prueba de lo que puede llegar a suceder en caso de cuestionar lo incuestionable, de aspirar a un progreso, de levantar la voz. No es mi intención postular a Cantero como un revolucionario malogrado. Pero sí creo que es necesario, de una vez por todas, separar el cuestionamiento del error futbolístico y, en concreto, diferenciar el intentar terminar con el negocio barrabrava del haber mantenido en el cargo de DT a un inexperto Cristian Díaz.
Nuevamente, volvemos al inicio de nuestro planteo, donde la información es el bien más preciado y el único que nos puede dar argumento para combatir a los orquestadores del desorden que hoy arruina al fútbol nacional.
- AUTOR
- Esteban Chiacchio
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