Historias
Entre filacterias y pelotas
El 6 de diciembre del 2017, el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anunciaba desde la Casa Blanca ubicada en Washington DC el reconocimiento a Jerusalén como capital del Estado de Israel a toda la comunidad internacional. Esta noticia fue celebrada por muchos israelitas, por tratarse de un acontecimiento histórico que fortalecía las relaciones políticas y económicas entre la superpotencia norteamericana y el Estado declarado como tal en 1948. No obstante, esta decisión fue repudiada por el tercero en discordia y más vulnerable, el pueblo palestino, al punto de que el líder de Hamás Ismail Haniya exhortó a sus súbditos a participar de la Tercera Intifada denominada “Viernes de furia”, con fuertes represiones del Ejército de Israel en las ciudades de Gaza y Ramallah.
En la vereda de enfrente se encuentra Beitar, un movimiento social y juvenil ultra sionista de Israel fundado por Vladimir Jabotinsky en 1923, en honor a Yosef Trumpeldore, quien expuso gran algarabía ante el nuevo anuncio de Trump, tanto que los hinchas del Club de Fútbol Beitar Jerusalén, en conjunto con sus directivos, decidieron cambiar el nombre de la institución para ahora llamarse Club de Fútbol Beitar Trump Jerusalén. Sí, así es la locura que se maneja en uno de los clubes que mejor alude al movimiento revisionista de ultra derecha, que tiene como fanático principal al primer ministro Benjamín Netanyahu y a otros jerarcas del partido derechista Likud.
Una locura que trajo consigo una serie de hechos lamentables que enriquecieron las rispideces religiosas y sociopolíticas en Israel y su permanente conflicto con la comunidad árabe e islámica. De eso se trata este artículo, de cómo el fútbol enlaza todos estos tópicos, sumergiéndonos en una aventura repleta de historias con una riqueza inigualable. El Beitar Jerusalén es el equipo apuntado, por haber sido protagonista de sucesos xenófobos y racistas hace un par de años, que han disparado una alarma en toda la comunidad del fútbol.
Es muy común notar que en las principales ciudades de Israel se encuentran equipos reconocidos mundialmente como lo son los distintos Hapoel o Maccabi. Estos dos movimientos, junto al Beitar, conforman los tres movimientos sionistas más importantes del estado, que permiten entender cómo se interrelaciona el deporte con la sociedad en todo Israel. Para empezar, están los Hapoel, que en hebreo significa “obrero”, movimiento deportivo de principios socialistas fundado en 1926 por integrantes del Histadrut (lo que sería la CGT en Argentina), y que hoy en día cuenta con equipos de básquet y fútbol muy fuertes como lo son el Hapoel Tel Aviv, Hapoel Haifa, Hapoel Beer Sheva, entre otros.
Si hubiera que ubicarlos en una línea ideológica, los Hapoel se encuentran a la izquierda, bien en la otra punta de los Beitar, y resultan ser más condescendientes con el pueblo árabe y la integración de otras religiones. Esta forma de vida más colectiva los rubrica como el grupo más tolerante hacia la unión de los pueblos y el cese de las guerras con Cisjordania y la franja de Gaza. En lo que respecta al fútbol, no es casualidad que el color rojo se apodere de las insignias, y es muy común ver a los ultras con banderas en honor al Che Guevara y otras personalidades del comunismo. Es así que, tal como sucede en una gran cantidad de países en la actualidad, los Hapoel sean los equipos más odiados, estando la derecha de a poco adueñándose nuevamente del espectro internacional.
Luego están los Maccabi, un movimiento estrictamente deportivo que agrupa a una enorme cantidad de instituciones en varios países del mundo, con el objetivo de inculcar los valores de la comunidad judía mediante el deporte. Tuvo su nacimiento en 1921, en lo que hoy se conoce como República Checa, bregando por la fomentación de la educación física y la supervivencia del pueblo judío. Maccabi proviene de los macabeos, un movimiento que consiguió la independencia Epífane en el año 160 a.C. Si hubiera que ubicar a los Maccabi en la línea ideológica, estarían en el centro-derecha, aunque no sería correcta esta comparación si se tiene en cuenta que Maccabi no tiene injerencia en lo que respecta a lo político, sino más bien a lo deportivo y cultural. Los equipos más representativos en Israel son el Maccabi Tel Aviv y el Maccabi Haifa, ambos con una historia muy interesante en la Ligat ha’Al (Premier League israelita).
Por último -y aquí sí llegamos a la ultraderecha de la línea ideológica– se encuentran los Beitar, que como mencionamos anteriormente surgió como un movimiento purista juvenil ultra sionista, con la característica particular de promover el revisionismo histórico para enmarcar al Estado de Israel dentro de las fronteras que reza el Antiguo Testamento. El equipo que reúne de la mejor manera todas estas particularidades es el Beitar Jerusalén, intolerante al pueblo árabe y a la religión musulmana. Esta institución fue fundada en 1936 por David Horn, en aquel momento líder del movimiento, de ahí el fuerte arraigo hasta hoy en día.
Se destaca la regla número uno impuesta por los jóvenes ultras de no incorporar jugadores de origen árabe o de religión musulmana, algo totalmente racista si se tiene en cuenta que en todo el Estado, un 20% de la población es musulmana y un 17% (alrededor de dos millones de personas) son árabes. Sin embargo, los ideales son los ideales y vaya que lo hicieron sentir: en 2013, el dueño del club, un supermillonario ruso llamado Arkady Gaydamak contrató a dos jugadores provenientes de Chechenia, región anexada a Rusia que también ha sufrido la persecución del pueblo judío en el Siglo XX.
Se trataba de Dzhabrail Kadiyev y Zaur Sadayev, ambos insultados y amenazados por La Familia, como se conoce a la “barra” del Beitar. Tal fue el impacto que tuvieron estos actos, que ambos jugadores debieron abandonar el club, luego de que los insurrectos mandaran a Sadayev a la mezquita de Al Aqsa, uno de los templos más reconocidos del Islam que se encuentra dentro del territorio israelita en el corazón de Jerusalén, además de insultar al entrenador Itzik Korenfine y proclamar a viva voz el seguimiento de la guerra.
Otro de los actos violentos se dio en el homenaje al recordado ex jugador de la selección israelí Abbas Suan, de raíces árabes, que fue sorprendido con insultos desde las gradas del estadio Teddy Kollek y un posterior incendio a su coche. Por esto, es que el abrazo fraternal entre el Papa Francisco, Abraham Skorka y Ombar Abboud en el Muro de los Lamentos, resulta tan solo una foto dentro de un contexto antagónico, en donde la unión entre los pueblos parece estar a un abismo y el odio continúa ganando terreno. Tanta repercusión tuvo el caso de los musulmanes del Beitar que Netflix realizó un documental titulado Forever Pure (Por siempre puros) en el que se muestra con imágenes reales todo lo suscrito en estas líneas.
Por último, hay una arista no menos importante y se trata del plano futbolístico total, en el que convergen todas las ideologías políticas, modos de vida, culturas dentro del Estado de Israel, pero específicamente predomina el amor a la camiseta. Empezando por Tel Aviv, para la mayoría de los países capital del Estado y ciudad con más habitantes, se encuentran los dos equipos con más títulos e historia en la primera división: el Maccabi Tel Aviv manda en el palmarés con 21 títulos locales y, con 15 campeonatos, lo sigue su eterno rival, el Hapoel Tel Aviv que consiguió su última estrella en el 2010.
Con menos poder y reconocimiento – y ya desaparecido-, se encuentra el Beitar Tel Aviv, que tan sólo obtuvo un campeonato en el año 1945 (nótese la rivalidad Hapoel-Maccabi-Beitar). En la ciudad de Haifa, también convive otro clásico entre el Hapoel Haifa y Maccabi Haifa, aunque en este caso hay cierta disparidad, ya que el primero tiene tan solo un título cosechado en 1999, mientras que el Maccabi cuenta con 12, siendo en 2011 el último año de consagración. En Jerusalén, hoy en día manda el Beitar, equipo más representativo del país, con el mayor número de hinchas y seis torneos ganados (además de todo lo mencionado anteriormente). Para finalizar, se encuentra un equipo con poca historia pero con gran presente: el Hapoel Beer Sheva, que se proclamó campeón de manera consecutiva entre 2016 y 2018 logrando un tricampeonato y va en busca de igualar el récord que posee el Hapoel Petah-Tikvah, otro equipo con vasta historia, del tetracampeonato conseguido entre 1960 y 1963.
- AUTOR
- Juan Podestá
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