#Rusia2018xCR
Entre inseguridades y convicciones
Moscú es una ciudad de amaneceres que parecen sempiternos y noches cortas durante esta parte del año. No obstante, en el estadio del Spartak, a Argentina se le cerró la persiana desde los albores del encuentro ante Islandia. Pese a que intentó perforar a su rival desde el primer minuto y no salió de su libreto hasta el final del encuentro, se enfrentó a uno de los seleccionados con mayor convicción del Mundial. Los islandeses confían en su plan y ninguna partitura externa los aleja de ella. Su debut en una Copa del Mundo dio continuidad a los últimos resultados conseguidos.
Apostó Jorge Sampaoli por retornar para el debut mundialista al doble pivote conformado por Javier Mascherano y Lucas Biglia. Su idea fue contener las posibilidades de contraataque del equipo de Heimir Hallgrímsson, mientras Eduardo Salvio buscáse profundizar por derecha y ocupar terreno enemigo la mayor cantidad de tiempo. Pero los dos mediocentros hace tiempo que dejaron de ser complementarios y configuraron la principal carencia colectiva en la presentación. Compartieron la misma zona e hicieron que el equipo sea demasiado plano, con mayoría de pases horizontales.
Mientras los centrales conducían sin presión, se hacía evidente la ausencia de líneas de pase, la imposibilidad de romper el repliegue islandés. Fue Messi el más lúcido durante la primera parte, activando los ataques con toques simples, apareciendo por el centro y ambos costados en tres cuartos de campo. A Argentina no le costaba subir el balón con precisión, dado que su adversario inmediatamente cumplía con su impertérrita labor de cubrir espacios en fase defensiva, aunque allí carecía de inventiva. La flexibilidad de Sergio Agüero era otra de las armas, dado que escapaba a la zona central del ataque y se ofrecía como apoyo, aunque era necesaria mayor agilidad en la posesión del balón para desordenar a los Vikingos.
Salvio no disponía de espacio para recibir al vacío y sus apariciones eran estáticas, al igual que ocurría con Ángel Di María en el flanco opuesto. Saturados los carriles internos, no existía amplitud que abriera caminos. El gol, un oasis, pareció modificar el rumbo del partido, pero fue apenas el desahogo inaugural. En conducción, Marcos Rojo trepó metros y, en cercanía del arco de Hannes Halldorsson, su ineficiente remate sirvió como asistencia a Agüero. Lo del Kun fue una muestra de su talento: control orientado con que se perfiló para el pie zurdo y remate al ángulo. Unos instantes después, el rebote hacia el medio del área de Wilfredo Caballero, tras el remate de Gylfi Sigurdsson, sirvió el empate a Alfred Finnbogason.
Era precisamente el desnivel de Sigurdsson la virtud más importante de Islandia, junto a los balones largos a Finnbogason a la espalda de los centrales, mientras Salvio no recibía ayudas por el lateral derecho y evidenciaba su poca experiencia en la posición. La jerarquía del mediapunta islandés permitía respirar a sus compañeros, aunque sea por escasos tramos, mientras el bloque se adelantaba. Presionaban la salida argentina pero, una vez que esa primera línea era superada, todos sus hombres pasaban la línea de la pelota para defender de frente, en 4-4-2. Fueron fieles a su filosofía, exhibieron la agresividad que los caracteriza desde hace un tiempo a esta parte, y defendieron como una unidad. Pocas veces dejaron resquicios entre defensores y centrocampistas, y poco a poco fueron frustrando a los de Sampaoli.
Se antojaba necesario que el entrenador casildense retornase al plan que llevó adelante en los amistosos de preparación y últimas semanas de entrenamiento. Giovani Lo Celso pudo haber sido un arma clave para elaborar con mayor calidad ante un adversario que no defendió sólo por acumulación, sino también con mucho oficio y seguridad en sí mismo. Ante la nula profundidad, el ingreso de Ever Banega aportó mayor verticalidad en los pases, pero era imposible que los receptores girasen en la frontal con comodidad.
Messi recibía casi siempre en inferioridad numérica, sin opciones de descarga cercana, frente a jugadores que no dudan en ir en ayuda de sus pares. Emil Hallfredsson, Aron Gunnarsson y Birkir Bjarnason cerraban espacios internos y ningún volante argentino rompía desde atrás hacia el área. Sólo Agüero escapaba a su posición original, sin dar referencias, hasta que Maximiliano Meza atacó el área y recibió la falta de Hórdur Magnússon. El penal de Messi, detenido por Halldorsson, resultó ser débil, anunciado para la estirada del arquero. Un capítulo más que hizo crecer a los europeos.
Argentina se mantenía arriba, las lecturas de Mascherano hacían que la recuperación fuera rápida e Islandia casi nunca pudiera desplegarse en el segundo tiempo. Únicamente los laterales largos al medio del área se transformaron en una vía de peligro para el equipo de Hallgrímsson. Sin embargo, resistieron de pie, aún ante los ingresos de Cristian Pavón y Gonzalo Higuaín. El de Boca logró desbordar en algunas ocasiones, aunque sus centros no llevaron peligro, mientras los volantes islandeses tapaban cualquier línea de pase por donde se filtrara Messi. El ‘10’ pasó casi desapercibido los últimos minutos, más allá de responder al penal fallado con soltura mientras intentaba abrir huecos en la rocosa defensa blanca.
Los minutos se consumieron, y así Islandia sumó una nueva gesta a su gran historia reciente. En su debut mundialista, respetaron su idea hasta el cierre del juego, con altruismo y su inmenso carácter competitivo. Más allá de defender muy cerca de su área, ocuparon cada espacio e hicieron estériles los intentos de remates a media distancia, con los bloqueos en la frontal. Hicieron gala de su compromiso holístico, sin salirse un centímetro de la idea que los llevó a su primer Mundial.
Argentina exhibió carencias en su ataque posicional, aunque decidió probar con ello hasta que finalizó el encuentro. Sin capacidad de hallar resquicios por donde filtrarse, se ahogó en el intento. La igualdad terminó respondiendo a la búsqueda de uno y la respuesta de un equipo con señas de identidad muy claras, aún a pesar de sus limitaciones.
Relacionado
- AUTOR
- Nicolás Galliari
Comentarios