Historias
Entre los barrancos del Xinabajul
LA LLEGADA
“Siguen ladrando los perros, señal que estoy avanzando”, escucho a todo volumen. La canción suena desde una vieja rocola y llego a leer que se llama “A mis enemigos”. El cantante es un tal Valentín Elizalde, es mexicano y se hace llamar “El gallo de oro”. El parlante está justo al lado mío, es muy temprano y tuve un viaje largo y sinuoso desde el otro lado de Guatemala como para festejar un narcocorrido. El pequeño hombre de bigotes que colocó la moneda de quetzal para hacerlo sonar preguntó si me molestaba. Recién llegado a Huehuetenango lo que menos quería era parecer antipático. Así que tuve que desayunar mis huevos con frijoles, tortillas y café casi aturdido. El chofer de la camioneta con la que vine no me dejó dormir. Todavía me pregunto por qué no hay un guatemalteco en la Fórmula 1. Hay que tener coraje para agarrar esas curvas a esa velocidad con el precipicio a un lado, una enorme roca del otro, y con 25 pasajeros arriba. Estoy en un comedor cerca del mercado de la Terminal llamado Jolom Konob. La dueña se llama Petronila y me cuenta que el nombre significa “cabeza de pueblo” en idioma q’anjob’al. Solo en Huehuetenango se hablan ocho dialectos diferentes, además del español, y en toda Guatemala hay 25 grupos sociolingüísticos distintos denominados protomayas que preceden al idioma maya. Por eso cuando se habla de la biodiversidad de este país no solo hay que referirse a su flora, a su fauna, a sus paisajes, a sus sitios arqueológicos, sino también a su pluralidad cultural. Cada grupo se manifiesta de manera diferente, ya sea en el manejo de la tierra, en el arte, en la música, en las comidas como en la organización social. Y si en los lugares en donde las poblaciones tienen coincidencias hay problemas, imagínense en un lugar en donde la mitad de sus habitantes son mestizos y la otra mitad indígenas de diferentes grupos étnicos. Todo esto sumado a que hay, como en toda Latinoamérica, una desigualdad económica y social evidente.
LOS PROBLEMAS
Las personas que viven en condiciones de pobreza, en su mayoría indígenas, quedan excluidos de los sistemas de salud y de educación que les permitirían una mejor calidad de vida. Esta situación, a veces, hace que la única salida sea la emigración o alguna actividad ilícita. Por ejemplo, en Huehuetenango la mayoría de las inversiones económicas no llegan desde el Gobierno sino de las remesas de los guatemaltecos que trabajan en el exterior. Muchas de las construcciones de los proyectos inmobiliarios de la zona son de los mismos coyotes que se encargan de cruzar personas a EE.UU. y cobran hasta 10 mil dólares. Y gran parte de las tierras que algunas comunidades pueden rentar son utilizadas por el narcotráfico. En este contexto de debilidad institucional y social, se desarrolla la liga guatemalteca, que pese a todo, se convirtió en un mercado tentador para jugadores y entrenadores argentinos. El equipo de la ciudad es una muestra de esto. Tuvo buenos momentos en Primera División pero por malas administraciones y problemas económicos terminó descendiendo y luego desapareciendo tras la inevitable venta de su ficha. Cambió su nombre y reapareció varias veces. Paradójicamente, su apodo es “La X”. Ahora, cuando parecía consolidado, otra vez aparecieron los inconvenientes financieros. Además, está en zona de descenso. Xinabajul en idioma mam significa “entre barrancos”. Así se encuentra antes de recibir a su clásico rival, atrapado en depresiones.
LOS CUCHUMATANES
Me hospedé en un hotel cerca de la terminal del mercado. Los viajeros saben que esos hospedajes son para gente de paso. En su mayoría, para trabajadores que llegan a ganarse el día. Pagué 50 quetzales por noche que serían unos cinco dólares que serían unos 4.500 pesos argentinos (según cuándo lean esta nota). La dueña del Hotel es una orgullosa hondureña y lo hace notar. Con banderas, fotos y hasta con la clave del wifi. Me ofreció toalla, jabón y me mostró la habitación. Poca luz, poca ventilación y mucho polvo. El último entrenamiento antes del partido iba a ser por la tarde así que intenté descansar un poco. Me relajé buscando formas en las manchas de humedad de las paredes. Vi un mapamundi en una parte. También animales, aves y con un poco de imaginación hasta pude identificar un quetzal, el pájaro nacional. Les juro que tenía la cresta y todo. Cuando se hizo la hora, salí a pie rumbo al estadio donde entrenan. Huehuetenango no es de los departamentos más turísticos de Guatemala. No se ven muchos gringos por la calle. Pero sí es un lugar de mucho tránsito de personas debido a la frontera con México. Tiene algunos atractivos turísticos como las ruinas de Zaculeu, algunas lagunas y unas sierras que se desprenden de la Cordillera de los Andes llamadas Los Cuchumatanes. Este sistema orográfico tiene como eje a la Sierra Madre, que en su cumbre alcanza los 3837 metros de altitud convirtiéndose en la más alta no volcánica de Centroamérica. Desde su cima se llega a ver el Lago Atitlan y los volcanes que lo rodean. También hay doce pilares que conforman un poema dedicado a las sierras escrito por Juan Diéguez Olaverri, un poeta perseguido que se ocultó en aquellas montañas. Los Cuchumatanes también es el nombre del estadio. Significa “lo que fue unido con gran fuerza” en idioma mam. Justo lo que necesita la dirigencia del Xinabajul para salir adelante, unirse.
LA DIRIGENCIA
Los 12 clubes de la Liga de Guatemala (Primera División) se administran de manera diferente. Algunos son sociedades anónimas, otros son una mezcla de privados con una junta directiva y otros funcionan como club social. El Xinabajul Huehue es una sociedad civil dividida en cuatro. Cada parte tiene un 25% en la toma de decisiones. Estas partes son personas con nombre y apellido que a veces no tienen un manejo organizado de los egresos e ingresos económicos. Se prometen sueldos que terminan en demandas y se descuida el pago del plantel actual. Cuando ya no pueden enfrentar tantas deudas, no les queda otra que buscar un nuevo socio al que le piden cierta cantidad de dinero para ser parte de esta sociedad. La cuestión es que, en ocasiones, a este nuevo integrante, no le cuentan realmente la situación económica del club y la conoce cuando entra. Algo así está sucediendo en el Xinabajul. El nuevo presidente, al descubrir la magnitud de las deudas sumado a la huelga del plantel actual por los sueldos adeudados, optó por renunciar. Los medios de comunicación que se hicieron eco del caso, empezaron a pinchar con una posible nueva desaparición. La alarma sonó en todo Huehuetenango. Buscaron nuevas inversiones. Los simpatizantes hicieron colectas y prometieron llenar el estadio. Los jugadores acordaron volver a los entrenamientos. Con este microclima, se juega el clásico y la posibilidad de salir de la zona de descenso. No me gustaría estar en los pies del cuerpo técnico.
EL DT
Pablo Centrone jugó en varios equipos de Argentina y del exterior. Fue uno de los pioneros en ser parte de la Liga de los Estados Unidos a finales de los años ’70. Estuvo en la misma época que Pelé y Cruyff. Era un férreo defensor como lo indica su ADN italiano. Pero cuando decidió ser Director Técnico optó por armar equipos ofensivos y de buen pie. Lleva más de 50 años en el fútbol. Dirigió en Argentina, México, Brasil, Colombia, El Salvador y desde hace unos años en Guatemala. “¿No te afectó la altura? Yo una vez casi me muero de tanto pasar de acá al llano. Tengo que tomar anticoagulantes de por vida”, me cuenta cuando me recibe. Hasta ese momento no había sentido los 1900 metros sobre el nivel del mar. Pero su historia le dio la bienvenida a palpitaciones, mareos y dolores más por hipocondría que por la atura. Centrone es un hombre alto, corpulento, un típico defensor central que ya roza los 70 años. “Gargamel” le decían cuando dirigía en Chacarita y no puedo evitar encontrar también el parecido con el personaje de Los Pitufos. Tiene un bronceado que devela todos los lugares en los que dirigió y una dentadura blanca que encandila a los jugadores cuando les da una indicación. Tuvo la posibilidad de conocer el futbol guatemalteco mucho antes de imaginarse que iba a dirigir por acá. “Estuve en la época dura de la guerrilla. Tenían un fútbol señorial, técnico, con canchas a reventar pero no han sabido mantener al ADN de su fútbol”. Guatemala tiene la particularidad de no haber clasificado nunca a una Copa del Mundo. Ese es su gran karma. La llegada de entrenadores y jugadores argentinos tiene que ver con esa búsqueda. “El argentino les da carácter, personalidad y resiliencia en un país con muchos problemas políticos y sociales”.
“El argentino les da carácter, personalidad y resiliencia en un país con muchos problemas políticos y sociales”
EL EQUIPO
Centrone está acompañado en su cuerpo técnico también por dos argentinos de gran trayectoria en el fútbol internacional. El preparador físico Sergio Carossino y el ayudante de campo Germán Gords. El exdefensor de Excursionistas, Italiano, Tigre, Chicago y León de México, entre otros, cuando le hicieron la propuesta, no lo dudó, vendió el restaurante que tenía en el Bajo Belgrano, y se vino para Centroamérica. “Si no tenés pasión por el fútbol, quédate en tu casa”, dice Centrone. El delantero Nicolás Mazzola también se decidió por esta liga tras terminar su contrato en Argentina: “Amo estar en mi país pero todos sabemos lo que está pasando a nivel social, político y económico”. El exjugador de Independiente, Gimnasia LP, Instituto y Atlanta no conocía “nada” de Guatemala. “Me habían hablado de que el fútbol era uno de los más vistosos de Centroamérica. Se corre mucho para atacar, totalmente distinto al fútbol argentino que es más táctico”. Con algunos uruguayos en el plantel pero con mayoría de jugadores guatemaltecos, el grupo entrenó pensando en el clásico frente a Xelajú MC. Al finalizar, todos juntos en la mitad de cancha, y con las Sierras de los Cuchumatanes de testigo, se despidieron sabiendo que el partido de mañana era una oportunidad para ellos, para los dirigentes y para la gente de demostrar que como canta su afición: “sí se puede”. Antes de salir del estadio, saludé a Pablo Centrone. Lo noté pensativo, como si ya estuviera viviendo el partido. Su postura me hizo recordar la última estrofa del poema de Juan Dieguez Olaverri dedicado a las Sierras: “Adiós, oh mis amigos; dormid, dormid en calma; que las brumas en el alma; ¡ay, ay! las llevo yo”.
LA CHARLA
Estamos en el salón principal de un hotel ubicado cerca del estadio. Pablo Centrone habla con firmeza. Luce un saco celeste, camisa negra, jean azul y calzado blanco. Parece el personaje de una película de Brian De Palma. Los jugadores lo escuchan atentos. Detrás hay una pantalla gigante que muestra diferentes videos. El último partido del rival y el último partido propio. Se analizan jugadas ofensivas y defensivas que manda un videoanalista desde Argentina. Cuando nota que alguien se dispersa, lo interpela. “Presten atención que estos videos los pago de mi bolsillo en dólares”. Recuerda anécdotas que vivió en Argentina. Les cuenta de Bernabé Ferreyra. Da indicaciones tácticas y estratégicas. Pero en la base de su discurso, está la intención de estimular el orgullo de cada jugador. “Hoy no se puede permitir ni un error. Nos estamos jugando los salarios. Hagámoslo por la familia, depende de nosotros”. Les avisa que mandó a regar la cancha para que el juego sea más rápido. La intención es atacar. Llevarse por delante al rival. Llegar con mucha gente al área contraria. En un momento, suena su teléfono. Los dirigentes interrumpen su charla. No le queda otra que atender. Podría llegar a haber novedades importantes. Pero solo es un llamado para desear buena suerte. “Hay un periodista argentino que va a escribir sobre el hambre que estamos pasando acá”, bromea y me mira. Para finalizar, les muestra un video del superclásico argentino. El estadio Monumental está repleto. A los jugadores del Xinabajul se les inundan los ojos. González Pirez se pelea con Medina luego de haber ido fuerte a un balón. Se arma una trifulca en medio de la cancha. Hay empujones. “Ven cómo se juega un clásico, se juega con pasión. Jueguen con pasión por el fútbol que hoy hay que ganar”, grita antes de dar terminada la charla.
EL CLÁSICO
El estadio se empieza a llenar de camisetas verdes y amarillas. En el pecho, la imagen de una pirámide maya. A un costado, el escudo. Alrededor, un montón de publicidades. La gente está entusiasmada. No solo por todo lo que se vivió en los últimos días, sino porque se juega un clásico. El Xelajú MC es un equipo de tradición en el fútbol guatemalteco casi tanto como los equipos de la capital: Comunicaciones y Municipal. Pertenece a Quetzaltenango que es la segunda ciudad más importante del país. Tiene una infraestructura mucho más desarrollada que Huehuetenango. Existe esa mirada suspicaz hacia el vecino próspero. Aunque, según me cuenta un simpatizante, la rivalidad viene desde la época de los caciques. Kayb’il B’alam y Tecún Umán resistieron juntos a los españoles pero siempre tuvieron conflictos en la delimitación de sus territorios. Kristian Guzmán es un defensor de 37 años nacido en Quetzaltenango, con experiencia en la Selección de Guatemala, que defiende los colores del Xinabajul. Hizo casi toda su carrera en Xelaju MC. Hoy está del otro lado pero bien acompañado. Su esposa es huehueteca. “Es un partido picante y de orgullo porque hay mucho movimiento entre las dos ciudades, es un clásico”. En esta Liga, como en Argentina, no se permite el ingreso de público visitante por la violencia que hubo en algunos partidos. El estadio de Los Cuchumatanes estará pintado completo de auriverde para ver a “La X”. Eso puede jugar a favor o en contra.
“Es un partido picante y de orgullo porque hay mucho movimiento entre las dos ciudades, es un clásico”
EL PARTIDO
Salen los equipos a la cancha. Humos verdes y amarillos surgen desde una esquina. Bombos, trompetas y hasta un set de percusión para hacerse escuchar. Los ultras saben que en este partido hay que dar un plus. Todo es alegría. Suena el himno de Guatemala. La pelota empieza a rodar. Xinabajul va al ataque con furia. Tiene algunas oportunidades de marcar. Xelajú MC solo resiste. Tiene cinco defensores e intenta salir de contraataque. Los minutos pasan. Esa furia del comienzo empieza a mermar. La gente se empieza a impacientar. Centrone grita para que la presión no ceda. Termina el primer tiempo sin muchas emociones. La gente se va a buscar algo para comer y beber. Mejor ver el segundo tiempo con el estómago lleno. Comenta algunas situaciones del partido. Está ansiosa. Saben que el encuentro es clave. Comienza el segundo tiempo. El local sigue con la misma tesitura. Ataca con mucha gente. Pero todavía no puede penetrar la numerosa defensa de la visita. El equipo de Quetzaltenango vino a especular. No le interesa tanto ganar como no perder. Juega con la desesperación del rival. “La X” acomete por las bandas. Pero los centros no le llegan cómodos al centrodelantero. Mazzola no puede definir. Los minutos pasan y la gente se empieza a desesperar. “Haga un cambio profe”, le gritan a Centrone. Es el momento de mover el banco. Entran algunos suplentes para ver si se puede destrabar el encuentro. Siguen atacando. Pero los minutos pasan y la ilusión de llevarse el clásico también. Terminó el partido. Empate. La gente empieza a salir con sentimientos encontrados. Por un lado, valora el esfuerzo del equipo. Por el otro, querían llevarse la victoria. Los jugadores se van al vestuario cabizbajos. El cuerpo técnico los levanta. Si hay algo que sabe este club es que el fútbol da revancha. Mañana será otro día. Para ellos y para mí. La luna me deja ver un rato más las montañas. Salgo del estadio pensando en las personas de Huehuetenango que deben irse de su lugar buscando un futuro mejor y no pueden verlas más. Me siento un privilegiado.
LA DESPEDIDA
Me voy de Huehuetenango. Otra vez en el camino. Cruzo el Mercado y me dirijo al Comedor “Jolom Konob”. Quería despedirme y desayunar antes de irme. Petronila sonríe al verme entrar. Me siento y le pido lo de siempre. Como si fuera un cliente de toda la vida. Café, huevos, frijoles y tortilla. Esta vez no hay música fuerte. Tampoco muchas personas. Solo un señor que tomaba una cerveza en la barra. Parecía un poco sucio. Como si hubiera hecho algún trabajo en la tierra. Le cuento a Petronila que ayer fui al estadio. Le comento que Xinabajul empató el clásico contra Xelajú MC y que sigue en zona de descenso. Ella sonríe. Me parece que no le importa. El que me contesta es el señor sentado en la barra. Hago un esfuerzo para entender lo que me dice. Pienso que tal vez me habló en alguno de los idiomas de allí. Mam, q’anjob’al o algún otro. Pero me doy cuenta que simplemente está borracho. Me acerco un poco para comprender lo que me quiere comentar. Y por fin descubro sus palabras: “Dejé de ir al estadio porque iba con mi hijo y él ahora está muerto”. Me di cuenta que empatar un clásico o pelear el descenso, no es tan importante como poder compartirlo con un ser querido. Me despedí de aquel hombre, saludé a Petronila y desaparecí. Así como el Xinabajul alguna vez, esperando siempre poder volver.
- AUTOR
- Cultura Redonda
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