Copas americanas
Extraños sucesos tras la renuncia de Pekerman
El entrenador de 66 años se encuentra en boca de simpatizantes y ajenos a la Selección Colombia causa de la gran campaña que viene realizando con dicho combinado. En esencia, el juego que su escuadra está desplegando en esta Copa América hace que consideremos a José Pekerman como uno de los mejores entrenadores que transitan actualmente en este continente sudamericano.
Frío, calculador, detallista y estructurado en sus convicciones (con todo lo que eso implica) comenzó su carrera en el banquillo con poco más de 45 años comandando la Selección Sub-20 de Argentina. De cuatro torneos juveniles que disputó, alzó la copa en tres. Sin pasar por alto el haber superado la etapa clasificatoria para las mencionadas competiciones. Arrasador. En dichas experiencias conoció a gran parte de los futbolistas que dirigió en su experiencia en el equipo nacional argentino, cargo al cual arribó en 2004 tras ejercer como Coordinador General de Selecciones Argentinas durante el Mundial del 2002 y dejando atrás una breve estadía como director deportivo del Leganés español.
El arribo de Pekerman como DT en aquel contexto era la culminación de un proceso: Era él hombre indicado en el momento indicado, un silencioso entrenador formado en el banco de suplentes de los juveniles que supo construir con los jóvenes argentinos una verdadera máquina de victorias. Una especie de nexo entre los triunfos en Qatar 1995, Malasia 1997 y Argentina 2001 y el necesario y bendecido primer lugar en Alemania 2006. El círculo cerraba y los datos cuajaban. Tras la renuncia de Marcelo Bielsa en 2004, José Pekerman tomó las riendas en septiembre y realizó una Eliminatorias sin titubeos mayores. Quizá la gestión se atragantó un tanto con los cuatro goles recibidos en la final de la Copa Confederaciones del 2005 (1-4 vs. Brasil) pero dicho desempeño se alojó en lo anecdótico una vez que la pelota rodó en suelo germano.
Nutrido por decisiones sorpresivas y de carácter, léase la exclusión de Germán Lux, Javier Zanetti, Walter Samuel y Sergio Agüero y la convocatoria de Oscar Ustari, Lionel Scaloni, Leandro Cufré y Julio Cruz, aquel ‘equipo de José’ se forjó como la mejor versión que la Selección Argentina mostró en zona mundialista en las últimas dos décadas. Puntera en el grupo de la muerte, dejando atrás a Holanda, Costa de Marfil y Serbia y Montenegro, clímax de juego arribado en el match frente a los serbios con un avasallador 6-0 a favor, nervios en punta para superar a México de Ricardo La Volpe y finalmente la sensación de que estuvimos muy cerca de quitar del medio a los locales en cuartos de final.
Alemania, equipo que con algo más de voluntad frente a la inexplicable pasividad argentina, superó a los muchachos de Pekerman en penales. El ardid mediático busco la cabeza del DT causa de cierta tendencia defensiva que la Selección adoptó con el partido 1-0 a favor mediante un cabezazo de Roberto Ayala. La imagen de Juan Román Riquelme, enganche, siendo sustituido por Esteban Cambiasso, volante defensivo, ante la mirada resignada de un joven Lionel Messi viendo el cotejo desde el sitio de los relevos recorrió el mundo.
Rápidamente dicho hecho se forjó como símbolo del error pekermanista que había acortado el camino argentino rumbo a la victoria definitiva. En silencio, el DT armó sus valijas, víctima de un juicio más característico de la ira post-eliminación que un ataque a su gestión en el banco de suplentes. La causa de su partida se ubicó de forma colectiva en el alegato de la eliminación del Mundial condimentada con una cuota, menor, media o clave según la perspectiva, de responsabilidad táctica. El objetivo había estado lejos, el sueño había terminado y, coherencia aparte, alguna cabeza debe rodar. Pekerman ofreció la suya y abandonó sus funciones mientras el avión de la Selección tocaba suelo nacional.
Hay una realidad ineludible: La etapa posterior a JP fue tremendamente irregular, decepcionante y desprolija. Alfio Basile, su sustituto, aún saboreaba el bicampeonato obtenido por su Boca Juniors que lo había catapultado a su segunda etapa en la escuadra celeste y blanca, pero la realidad es que no estuvo a la altura de los acontecimientos. Un arrasador arranque en la Copa América de Venezuela 2007 colapsó al caer 0-3 ante Brasil en la final. Las Eliminatorias de cara al Mundial del 2010 fueron de mayor a menor. Equipo sin identidad, ciclos cumplidos por doquier y una lejanía cada vez más evidente de el Coco para sus dirigidos.
Su ciclo culminaría en 2008, con la segunda rueda de la eliminatoria apenas estrenada y con la clasificación argentina adentrándose en una zona de riesgo. Pero lo que parecía un desgaste futbolístico, causa de falta de recambio o incluso, ¿por qué no? una cuestión cronológica del entrenador se ve corrompido por algo que va más allá de lo observable y que penetra en las entrañas de la Asociación del Fútbol Argentino. Hubo un cambio rotundo post-Alemania 2006 que, al entrometernos en lo que éste consistió, quizá nos preguntemos cómo no pudimos olfatear algo extraño en el ‘nuevo modelo’ del seleccionado. En esencia, sin saberlo, presenciamos una acallada privatización de la Selección Argentina.
Hay dos factores clave para comprender los engranajes detrás el oscuro acuerdo que, en el génesis de Alemiania 2006, Julio Humberto Grondona firmó con la empresa rusa Renova. El primero es el sistemático ‘amague’ a dejar el poder que JHG orquestó en la última década desde su sillón en la AFA. Dicha táctica acompañó su itinerario hasta el día de su fallecimiento y le facilitó en ciertas ocasiones una posibilidad de apelar al ‘ultimatum’ para articular ciertos acuerdos que de otra forma se hubieran visto truncos.
El segundo responde a la necesidad de cash para el circuito económico de los equipos del fútbol argentino. Sin plata circulando el negocio no se sostiene y el ofrecimiento de Renova era una inyección monetaria vital para que el show en Viamonte continúe: 18 millones de dólares por la organización, moderación del emprendimiento mencionado mediante, de partidos amistosos para el seleccionado. Nexo necesario entre Renova y la AFA fue Guillermo Tofoni, cabeza de World Eleven, uno de los cráneos detrás de este suculento contrato a cambio de la potestad de un considerable número de friendly-match: 24 cotejos entre 2007 y 2010. Dato no menor que dicho calendario pertenecía a las fechas de preparación de Argentina para Sudáfrica 2010. Pero lo más preocupante que regía en las cláusulas de tamaño acuerdo el deseo de Viktor Vekselberg, magnate dueño de Renova, en cuanto al desarrollo de la concesión de partidos. Él mismo había realizado una lista ‘vigente por un año’ una preselección de los jugadores a convocar para participar de los encuentros. Insólito.
De color es el dato de que Vekselberg, no conforme con buscar titiritear económicamente a la AFA y tácticamente a la Selección, había requerido, por supuesto que deslizándolo en forma de cláusula contractual, poder compartir concentración, charlas tácticas y hospedaje de descanso con los futbolistas. Mientras tanto, Tofoni declaraba en Página 12: “Ojalá que algún día pueda convencer a Vekselberg de que venga en su avión privado y pueda invertir en la Argentina gracias al fútbol. Renova quizá esté buscando crear alguna empresa vinculada al deporte que tenga un peso importante en el futuro, como puede ser SportFive en Europa. De todos modos, los rusos van al número, no les interesa la difusión. Para mí fue un negocio genial que este contrato se haya firmado.” Y la grasa de las capitales cubrió nuestro corazón.
La lista del millonario ruso se componía de los 23 nombres que participaron del mundial en tierras alemanas sumados a Germán Lux, Fernando Belluschi, Leandro Somoza, Martín Demichelis, Fernando Gago, Hernán Pellerano y Sergio Agüero. Solo el ex centrocampista de Vélez y el ex atacante de Independiente formaron parte del debut de Alfio Basile, un 0-3 ante Brasil en Londres, en septiembre del 2006.
Lo preocupante es que el recambio del seleccionado, algo vital teniendo en cuenta que en el horizonte estaban una Copa América, unas Eliminatorias y, posterior a estas, una Copa del Mundo, estaba adiestrado al escritorio de un ricachón ruso, cabeza de un grupo comercialización de gas, aluminio y petróleo bendecido por la democracia liberal post-URSS. Los datos empresariales lo alzaban como un businessman de peso, ¿pero eso le daba mérito para orquestar a la Selección Argentina? El propio Roberto Dromi debió haberse visto sonrojado ante tamaña privatización del fútbol.
Único escudo que puede utilizar Renova ante las críticas por su intromisión (por supuesto esto sin desligar como sumo responsable de este mamarracho a Grondona) es que la Argentina hizo agua en las competiciones oficiales más por errores del cuerpo técnico que por algún contrato con una firma extranjera. Con el capricho de los convocados articulado para que Basile no se hundiera en su propio banco, la Selección jamás se reencontró con el nivel mostrado en las fases previas a la final de Venezuela 2007.
En 2008 Diego Maradona fue confirmado como reemplazante de el Coco. El llamado a tamaña figura para el cargo de entrenador era visto por los ahora desorientados accionistas del grupo como un negocio importante. «Es cierto que hay mayor interés. Lo que se puede llegar a conseguir ahora que está Diego es un sponsor que se encargue de los gastos de la organización de un partido» declaró Tofoni ante el diario La Nación, sepultando a cualquier migaja poética de una pelota besando a la red con la necesidad humanada de acumular ceros en las cuentas para que mañana el sol asome de vuelta por el horizonte.
Pero la ironía terminaría devorándose al emprendimiento argentino-ruso, porque el propio Maradona sería quien se ofuscara con los requisitos contractuales que aún perduraban en su libreta de DT. A fines del 2009, con una Argentina comandaba por el Diez que ya se encontraba con los dos pies en Sudáfrica tras sufrir hasta la última jornada el temor a no clasificar a dicho torneo, el matrimonio AFA-Renova se disolvió, hecho hijo de un enojo del propio Diego que residía en el amistoso que la Selección se vio obligada a disputar frente a Rusia (victoria 3-2 en agosto) que según él había repercutido negativamente en el desempeño en Eliminatorias (resultados posteriores fueron el 1-3 ante Brasil y el 0-1 ante Paraguay, el cual había dejado casi knock-out al combinado albiceleste).
Sería muy elegante concluir este escrito con una especie de condecoración a José Pekerman por haber abandonado la selección, preso positivo de sus valores, y bañarnos en la moraleja del hombre noble que prefiere perder el cargo a que corromperse en él. Pero estaríamos apelando a una consecuencia de hechos que no sabemos si existió en realidad. Es cierto, diferentes portales de noticias ataron cabos postulando a la salida de Pekerman causa del conglomerado de Grondona con Renova vía Tofoni. Pero esto jamás pudo ser corroborado y el único dato válido que sobrevive es que el técnico se fue alegando un ciclo agotado. Si aquel polémico acuerdo fue un componente importante para considerar las ventajas de irse es algo que reposa en su cabeza, y que solo saldría a la luz si retrocediera diez años en el pasado y aclarara las causas de su renuncia a la Selección.
Lo que se mantiene constante es la enorme oscuridad y confusión superficial con la cual AFA maneja sus asuntos, aún en el post-grondonismo. ¿Acaso esos entramados que venden soberanía de nuestra Selección cuál lote en una subasta nos privaron de la continuación del ciclo Pekerman? Está claro que esa pregunta existe para no ser contestada jamás. Porque la incógnita no es un problema en la AFA: La AFA es una incógnita en sí misma.
Agradecimiento especial por la colaboración en esta nota a Diego Huerta.
- AUTOR
- Esteban Chiacchio
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