Calcio
Figuras silenciosas: Radja Nainggolan
Cada vez que la Roma disputa un partido, sea de la competencia que sea, es casi una obligación sentirse atrapado en el asombro por un jugador que viste camiseta bordó bien apretada al cuerpo y, como distintivo del resto de sus compañeros, luce una cresta rubia un tanto artificial acompañada de una cara que remite a un guerrero de Asia Oriental. Este luchador (no le queda otro adjetivo mejor), llamado Radja Nainggolan, cuenta con una historia de vida ejemplar en la cual la superación lo ha llevado a triunfar como deportista y ser humano.
Los rasgos de su cara no impiden olvidar la imagen de su padre, de origen indonesio, quien abandonó a toda su familia cuando Radja apenas cumplía los seis años, al decidir unirse a una secta perteneciente a la iglesia católica protestante. Tanto él, como su hermana y sus tres hermanastros, ayudaron a Lizy, su madre, a salir adelante. El fútbol, una vez más, se convirtió en el principal antídoto contra la infelicidad, que por suerte los Nainggolan Bogaerts pudieron superar. Tal es así que paradójicamente, su hermana también es jugadora de fútbol y como si fuera poco milita en la Roma, como lo hace actualmente “El Ninja”. No obstante, el sendero les presentaría obstáculos muy difíciles de sortear.
Cosas del destino o no, Radja comenzó a construir el camino de futbolista siendo arquero, un puesto caracterizado por la vulnerabilidad y las constantes presiones que siente el mismo al saber que detrás de él está la desgracia en forma de arco, con palos separados por unos interminables siete metros quince. Ese fue el primer paso de Nainggolan como jugador, aunque claramente su futuro iba a estar más relacionado a lo que sucede con su vida, luchar incansablemente en el medio de la cancha, hacer el trabajo sucio, ayudar a un compañero resolviendo de la mejor manera. Sin dudas la vida y el fútbol van de la mano. Por ello es que abandonó el arco para pasar al medio, zona que nunca más iba a dejar.
Cuando el panorama era más serio, y Radja ya estaba asentado como mediocampista, entendió que para colaborar con sus seres queridos era necesario abandonar sus tierras. Recayó en Piacenza, equipo italiano donde jugó durante cinco temporadas en Serie B entre 2005 y 2010, para luego sí debutar en Primera División con el Cagliari, en el cual se mantuvo en gran nivel durante otros cinco años más hasta llegar nada menos que a la Roma.
Sin embargo, otro duro revés se haría presente en su penosa vida. Cuando recién llegaba al Cagliari, en 2010, tuvo que soportar la muerte de su madre tras una larga enfermedad. En conmemoración por el fallecimiento, Radja se tatuó en su espalda dos alas de ángel con el aniversario de su progenitora. Otro cimbronazo que lo hundió aún más profundo que el abandono de su padre pero que al mismo tiempo le brindaría el doble de fuerzas para salir de aquel pozo. Hoy por hoy no queda incertidumbre alguna de que esos golpes lo revitalizaron, a tal punto de ser pretendido por varios equipos de élite europeos y de estar bien asentado en la selección belga, de la cual forma parte desde 2009 de manera oficial, aunque increíblemente no fue citado por Marc Wilmots para el último Mundial de Brasil.
Su excentricidad fuera del campo se contradice con la tarea dentro de él. Allí es capaz de cosas increíbles. Puede ser el que más kilómetros corra y hacerlo productivamente, el que más pelotas recupere, el que mejor porcentaje de pases acertados tenga en un partido. Así de funcional es para su equipo y así de silencioso es el trabajo que debe hacer. Quizás hasta sus mejores aptitudes se demuestren cuando él o su equipo no tienen la posesión del balón, corriendo como si tuviese tres pulmones y reordenándose tácticamente casi a la perfección.
Ejemplos como el de Nainggolan sirven no solo para conocer a un jugador de fútbol con una historia de vida particular (de hecho hay muchas en este deporte), sino también para realzar la imagen de un futbolista de gran porte, sacrificado, luchador y de gran despliegue técnico que en ciertas ocasiones excede su temperamento, pero que nunca deja de ser el mismísimo Radja Nainggolan.
Otras Figuras Silenciosas
Relacionado
- AUTOR
- Juan Podestá
Comentarios