Calcio
Fiorentina 1-0 Chievo: Una tarde en el Artemio Franchi
El 25 de febrero, la ciudad de Florencia amaneció con una profunda helada recorriendo cada uno de sus pasillos. Algunos medios locales anunciaban que el arribo de una nevada era inminente. Claro que no era la única noticia que la prensa de aquella ciudad de la Toscana reposaba en sus titulares: “Fiorentina col Chievo tornano le due punte”, inicaba el diario La República, reposando en un puesto de diarios del lugar.
Vacacionar en Firenze es tener la posibilidad de degustar un sinfín de placeres visuales, artísticos y arquitectónicos. Ambas facetas las posee la imponente Catedral de Santa María del Fiore, una maravilla que eclipsa mágicamente el centro de la ciudad. Enfrente suyo se encuentra el clásico Café Scudieri, un sitio ideal para hacerse con un chocolate caliente y un pastelillo en pos de combatir los apenas 2 grados que el clima matutino nos regalaba. En aquel lugar ideamos el itinerario de aquella jornada con mi abuelo. Almorzar en el Mercato Centrale Firenze un platillo rápido y partir a las 13:45 rumbo al estadio de la Fiorentina, ya que teníamos entradas para ver el cotejo de los locales ante el Chievo Verona a las tres de la tarde. Nos despedimos de la cafetería no sin antes hacernos con una buena taza de chocolate y una exquisita factura de crema pastelera.
El génesis de esto tenía que ver con el timing. Al arribar a la ciudad 48 horas atrás -y notar que nuestra estadía coincidia con una localía de la Fiore- emprendimos la búsqueda de tickets para presenciar el partido por la Serie A. El estar parando lejos del estadio implicaba el aventurarse a buscar boletos a su puerta yendo en taxi, un gasto en euros que el desplomado peso argentino hacia algo incómodo. Afortunadamente encontramos coordenadas mucho más propicias en un fan store de La Viola, aquel lugar donde uno puede comprar desde camisetas hasta estuches de anteojos de sol de un determinado club. Allí, un gentil vendedor nos indicó que podríamos adquirir entradas en el primer piso del mencionado Mercato Centrale, punto clave de la ciudad. Nos dirigimos a aquel lugar, un prolijo y enorme galpón donde por un módico precio uno puede degustar platillos de todo el mundo, y compramos dos entradas, posicionándonos en el área Maratona C, un excelente punto para ver la cancha en forma panorámica a 30 euros, correspondientes a unos 750 pesos nacionales.
Regresamos al domingo. El partido se acerca. Nos envolvimos en nuestras prendas que habíamos adquirido para la ocasión -una bufanda y una camiseta, a 10 euros cada una- y, tras devorar en el Mercato un exquisito plato de carne y verdura envuelto en una delgada masa fritada, menú de origen japonés, enfilamos en un taxi rumbo al Stadio Artemio Franchi. Al ver nuestros atuendos, el chofer nos deleitó con memorias de Ramon Díaz, Daniel Passarella y Gonzalo Rodríguez. Mencionamos, claro, a Germán Pezzella y Giovanni Simeone, actuales argentinos del plantel. En la conclusión del viaje, el taxista hizo su veredicto: “En el fútbol, primero (Diego) Maradona. Después (Roberto) Baggio”.
Cubriendo las calles heladas de color violeta, un tímido grupo de hinchas se aproximaba a la cancha. Las camionetas de la RAI los escudaban. Un nutrido número de familias se disponían a llevar a cabo el ritual de presenciar el fútbol. En Firenze uno puede ver a la Fiorentina en camisetas listas para la venta, gorritos de lana que los mas chicos llevan en las calles o pósters en las blancuzas paredes de bares y carnicerías. Es el equipo de una ciudad que no solo respira historia sino también pasión por la redonda.
Llegamos media hora antes del inicio y el estadio estaba semivacío. Gentilmente, los guardias nos indicaron dónde estaban nuestros lugares, no sin antes requerir nuestras entradas y pasaportes. Mi abuelo se identificó frente a ellos: “Argentino, Batistuta”. Un gigante barbudo envuelto en un chaleco fluor le respondió: “Grande Batigol”. Detrás de los arcos, separados por unos metros diferenciados entre la forma algo circulada de los laterales del estadio y la cuadratura del campo de juego, se encontraba el corazón de la hinchada de la Fiore, quienes desplegaron la bandera “Per Esser de Firenze Vanto e Gloria” e iniciaron los cánticos que no se apagarían hasta el final del cotejo. Anteriormente, sonaba de forma apagada “Viva la vida” de Coldplay. Fiorentina y Chievo desenvolvieron el calentamiento en el césped y luego enfilaron al vestuario. Una nevada de copos diminutos invadió al Stadio.
Nuestro lugar estaba poblado por la vieja guardia de la Fiore. Una pandilla de ancianos de canas despeinadas y escarbadientes en los labios que a viva voz coreaban el amor por su cuadro. Retumbó en los alrededores “Welcome to the jungle” como advertencia de que lo bueno estaba por empezar. Nuestro sector era uno de los más llenos, pero había marcadas regiones de la cancha sin poblar. El sector del Chievo apenas debía llegar a los 20 aficionados. Los minutos corrían y la voz del estadio comenzó a anunciar a los titulares, desarrollando la costumbre de que el locutor vociferara el primer nombre del jugador y la hinchada gritara su apellido. La pantalla del lugar graficaba al sujeto mencionado y luego impuso un marcador. Comenzó el cotejo.
Duelo entre dos equipos de mitad de tabla, con la Fiorentina deseando arrimarse tímidamente a los puestos de clasificación continental y los de Verona implorando no tener que preocuparse esta temporada por el descenso, fue el local quien dominó el partido en un principio, generando mayor cantidad de situaciones y manteniendo la posesión durante el primer tiempo. Se lucieron (Davide) Astori en defensa y (Federico) Chiesa y (Cristiano) Biraghi en el mediocampo. Este último mojaría apenas comenzado el partido, con apenas seis minutos jugados.
En el complemento, los dueños de casa perdieron terreno y el guardameta (Marco) Sportiello tuvo actividad. Algo resistido por la hinchada, el arquero optó por sortear la pelota en los centros que caían en su área, pero ganó confianza con el paso de los minutos. Simeone tuvo una oportunidad clara que pasó por encima de la humanidad del meta rival (Stefano) Sorrentino, pero lejos estuvo de ser gol. Amén de ir de mayor a menor, la Fiorentina se hizo fuerte en el contraataque y supo limar las rebeldías de la visita. La victoria por 1-0 fue justa.
El partido concluyó y el festejo fue breve. Se arribó al décimo lugar, aún estando a unos monstruosos 31 puntos del primero, Napoli, y ubicándose a 11 unidades del sexto, la Sampdoria. La hinchada sostiene fuertes diferencias, en su mayoría, con los directivos. Los resultados deportivos distan de lo deseado. Eso no opacó las sonrisas invernales que despejaron el estadio, gracias a una victoria necesaria. La salida fue pacífica y rápidamente el Artemio Franchi quedó vacío. Tal es así que con mi abuelo debimos pedirle a un auxiliar que nos tomara una fotografía para inmortalizar la victoriosa travesía. Abandonamos las inmediaciones con el portón de ingreso cerrándose a nuestras espaldas.
Recomendación para visitantes. No sean mandados como nosotros, que tuvimos 10 minutos de ida, pero 40 de vuelta. Los taxis no paran a transeúntes en Florencia, sino que deben ser contactados por teléfono. Con mi celular sin vida en territorio extranjero, las veinte cuadras que caminamos sin rumbo y con un frío punzante fueron tan inolvidables como la experiencia futbolística en sí. Afortunadamente, un taxista se compadeció de nosotros y nos llevo a las puertas del Scudieri, donde festejamos la victoria con una abundante taza de café.
- AUTOR
- Esteban Chiacchio
Comentarios