América
Fugaz Manual Para Disimular Aunque Sea Un Poco
Hay quienes dicen que para tener el mejor día de toda tu vida, es puntualmente necesario que la jornada anterior haya sido gris y chapucera. Yendo por este mismo sendero, los hechos que marcan una diferencia abrupta –positiva o negativa- en lo inmutado de un calendario -o de cualquier escenario aferrado a la cotidianidad- requieren ciertas maniobras laterales para que la resolución sea satisfactoria. Si tenés una cita con aquella piba que pensaste que nunca te iba a dar cabida, te pegás una ducha y perfumas como nunca. Si el aire acondicionado se descompuso, salís a buscar por los rincones de tu casa a aquel turbo que te ventiló pilones de veranos atrás. Si viene la máxima autoridad política de Francia al país, mandás a al menos un miembro de tu gabinete a recibirlo. Son cuestiones de detalle y prolijidad, en donde diferencias visibles en nuestra clásica rutina requieren acciones complementarias para arribar plácidamente al puerto de la estabilidad.
Con esta simple premisa, ofrecemos a la CONMEBOL el más corto de los manuales, el cual orienta para disimular aunque sea un poco. Y es que pasan los días y una parte de nuestro sistema ya tolera la noticia, pero algo dentro de nosotros aún vira entre la incredulidad, la indignación y el morbo de este cuadro surrealista. La vuelta de la final de la Copa Libertadores de América, protagonizada por dos equipos argentinos, será en el Santiago Bernabéu de Madrid. A kilómetros y kilómetros de El Monumental, sitio al que seguidores de River Plate concurrieron ¡dos veces! a aguardar un partido que jamás sucedió. Como bien lo definió el periodista Damián Di Donato, lo que pasó en esas dos jornadas de suspensión en Nuñez, fue una especie de limbo, una ruptura en el espacio-tiempo, en donde una multitud se congregó hacia la definición de la superfinal, que más que entre futbolistas y en el césped, terminó siendo resuelta entre los ya místicos gordos de traje dentro de alguna oficina sudada y tensionada. El partido se suspendía (x2) y el lugar de la vuelta era incierto.
Pasaron Asunción, Miami, Medellín, Mendoza, Génova, Santiago de Chile, Abu Dhabi, Doha, Montevideo, Tokio y, cuando ya no quedaba personaje de la Casa de Papel para mencionar, Madrid ganó la pulseada y se hizo con la final de la Libertadores. La ironía se disparó más alto que el dólar y la injusticia se hizo carne: se detuvo a solo una persona de los que lanzaron piedrazos, el operativo de seguridad quedó desnudado como deficiente y los hinchas, bueno, afuera de la final de una Copa tan pero tan mala, que logró arruinar la mejor de la finales. El partido con el que habíamos soñado todos. Hasta los neutrales.
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¿Y ahora, qué hacemos? Desde el lugar sumiso de mero observador de esta patada en el rostro del sentido común, no puedo pensar más que en algún plan que hubiera aliviado el impacto y el desosiego de los futboleros argentinos, estafados y afanados con mayúsculas. Y ese plan, gordos de traje, hubiera sido el acolchonar la pornográfica decisión de mudar la superfinal a la península ibérica con otros desplazamientos de definiciones a suelo ajeno, y que inminentemente la Argentina sea beneficiada con la recepción de alguno de estos eventos cual premio consuelo. ¿Cómo sería esto?
El mejor ejemplo es la final de la liguilla mexicana que disputaron San Luis y Dorados, este último comandado por Diego Armando Maradona. ¿Cuántos argentinos estuvimos quemando YouTube para consumir aquel partido tan ajeno para nosotros, de no ser por la presencia –omnipresente en cualquier rincón de la pantalla- del mejor de la historia? ¿Y a alguien se le ocurre una mejor idea que mudar dicho cotejo a, por ejemplo, la cancha de Vélez Sarsfield? Miles y miles de seguidores alentando al Dorados y viendo a Diego pisando campo de juego nuevamente en nuestro país. Una fiesta. ¿Qué esto sería injusto para los hinchas mexicanos y para dicho país en sí? Bienvenidos a CONMEBOL, hermanos.
Pero hinchas de River y de Boca hay en todo el país y no basta con lo anteriormente mencionado. Debido a lo devaluado de nuestro peso, se debe tomar una liga perteneciente a alguna nación igual de noqueada que nosotros en materia económica, y emplear los favores que las confederaciones le deban a CONMEBOL para atraer al interior argentino alguna definición interesante. Un Caracas-Atlético Maracaibo en Ushuaia. Que hagan que el PAOK Salónica y el Atromitos FC muden su partido a Resistencia, Chaco. ¿Qué tan buenas migas hizo Mauricio Macri con Donald Trump? Que el Norte dé prueba de la buena fe de estas nuevas relaciones carnales mandándonos un Atlanta United-Chicago Fire, para goce de los sanjuaninos.
Tampoco alcanzaría, ¿verdad? No quedaría otra que comenzar a amoldar nuestra realidad a las injusticias tan torpes como mafiosas de los buenos muchachos a cargo de la Libertadores.
Se precisaría una reunión entre los popes de la confederación y todo el arco político nacional, los gremios, los estudiantes, los ruralistas, los jubilados y quien quiera sumarse, para construir una sociedad de definiciones desplazadas. Por ejemplo, usted hace un pedido de un tostado mixto en el Lupita de Puerto Madero, el cual se tomará y cocinará allí, pero que será servido en el Ugi’s de cercanías con el Obelisco. En Avellaneda, el Colegio Juan Pablo II toma mesa de exámenes de diciembre en su edificio, pero las notas las dará en la embajada tailandesa, con una recepción de platillos típicos para los aprobados. El 95 ya no va hasta La Rural, sino que ahora parte hasta Ciudad Evita si le da la nafta, sino a Lanús, depende también del humor del chofer. Los cumpleaños de quince arrancan en su típico salón para luego desembocar veinte días más tarde en el corte de torta y entrega de velas en la sucursal de Laprida del Burger King, en donde las quinceañeras esquivan a usuarios entusiastas del Whopper Extreme para continuar con su celebración. La CGT se reúne en su sede central para cranear un plan de lucha. La resolución la darán en un torneo de truco del balneario El Carmen de Mar del Plata. En el Congreso, las votaciones arrancan en la cámara, pero los votos definitivos se desarrollarán en el Bailando por un Sueño, entre la gala de adagio y la sentencia.
Usted pensará que esto es una locura, pero, de hecho, ya se está ejecutando. ¿O no le llama la atención que los líderes del mundo vengan a definir sus tácticas a futuro en la mismísima Capital Federal? Nada de Despacho Oval o Naciones Unidas. Es una especie de equilibrio, que se consuma cuando Leonardo Ponzio y Ramón Ábila disputan una pelota en el Bernabéu, mientras algún comensal trasnochado aplaude a Angela Merkel al salir de una parrilla.
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- AUTOR
- Esteban Chiacchio
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