Fútbol argentino: la nueva era
Pocas cosas son etéreas en la vida. Y ese concepto, engloba a todo tipo de acción, momento y circunstancia. Y el deporte, en este caso especial el “fobal”, no escapa a esa definición.
Las formas de juego ya no son las mismas, en comparación con décadas pasadas. La rapidez, el estilo, táctica y condiciones de jugadores, son algunos de los matices que tuvieron su metamorfosis en el último tiempo. Quién no escuchó decir: “Pasa que antes se jugaba de otra manera”. Justificación o análisis que aparece ante la inevitable comparación de jugadores de otra época con actuales. Lo mismo para técnicos, esquemas y condiciones de juego. De un modo denominado “lento”, con un estratega de mitad de cancha hacia adelante por sobre todas las cosas y con defensores más férreos que otra cosa, pegamos un giro de 360 grados y abordamos la actualidad.
En Argentina, una particular casa madre dejó su semblante. Más que nada en la última década, en donde las Instituciones locales, prefieren apostar por técnicos del “riñón”, ya sea por una cuestión de simbolismo, porque tienen más espalda o porque saben a qué tienen que jugar sus determinados equipos. O más bien, ya más para acá en el tiempo, por técnicos jóvenes que agregan quienes conocen, que comprenden los modos de juego contemporáneos.
La corriente del “hombre de la casa” podríamos adjudicársela al Barcelona, que con los técnicos formados puertas adentro, que vistieron durante años la camiseta “blaugrana” en su etapa como futbolistas, colmaron el banquillo: Desde el mismísimo Pep Guardiola, pasando por Francesc Villanova, hasta el actual equipo de Luis Enrique.
Esto replicó con fuerza en otras ligas, como con una suerte de sismo y la doméstica no es la excepción. Quizás el pionero en este sentido haya sido el Club Atlético Lanús. Ya que comenzaron con nombres familiares para el hincha como Ramón Cabrero y, a medida que pasó el tiempo, se adjudicaron entrenadores jóvenes como Luis Zubeldía, Guillermo Barros Schelotto y el reciente campeón Jorge Almirón. En este período, obtuvo nada más y nada menos que cuatro títulos, proeza para los del sur de Buenos Aires.
A los ya mencionados técnicos que conocen, saben, caminaron y respiran los colores o tienen el sentimiento arraigado con tal o cual entidad, Habría que sumarle la juventud que les acompaña, a quienes uno podría prejuzgar por la falta de pergamino, pero al mismo tiempo con mucho para aportar.
Hay quienes revalidan estas apuestas entendiendo que, mientras más joven el “coach”, más va a comprender de los matices que atraviesan al fútbol en la actualidad. La revolución por la tenencia del balón, los esquemas ofensivos y transiciones rápidas que vienen desde los mejores equipos de Europa, hicieron que varios quieran replicar esos sistemas, amoldándolos a sus jugadores pero con esas leyes como máximas.
Otros, parados en otra vertiente, entienden que los técnicos recién salidos del horno, son quienes mejor comunicación tienen con sus jugadores, ya que no están entrados en años, conocen y perciben lo que el jugador necesita –ya que hace poco ellos eran parte de ese vestuario- y se vuelve más fácil la comunicación entre unos y otros.
Sea cual sea el motivo que lleva a los clubes a inclinarse por ésta determinación, la tendencia copó casi a la totalidad del fútbol argentino. Quedaron así apenas un puñado de entrenadores que ya peinan canas, como Julio Falcioni, Gustavo Alfaro y Ricardo Caruso Lombardi –este último sin trabajo-, con pocos más sin nombrar.
El reflejo principal en donde se miran la gran mayoría es sin ninguna duda, Marcelo Gallardo. El “muñeco”, que tuvo una transición rápida de los cortos al traje, llegó a River Plate en el 2014 con una corta experiencia como Director Técnico, pero suficiente para ese momento. De Nacional de Uruguay, pasó al club de Núñez, en donde conquistó casi todo lo que se le cruzó por el camino, con las manchas de no lograr –hasta ahora- un torneo doméstico y el Mundial de Clubes, que perdió ante el Barcelona. Su estilo con transiciones rápidas, apostando por jóvenes valores como Matías Kranevitter, vertiginosidad, laterales al ataque en todo momento, presión bien alta y un juego de control absoluto lo llevaron a alzarse con una Copa Libertadores, una Sudamericana, una Suruga Bank y dos Recopas, la mitad de los títulos internacionales que el “millonario” ganó en toda su historia.
Un escalón más abajo, pero no por eso con menos trascendencia, aparecen Jorge Almirón y Diego Cocca. El primero con un paso en falso por Independiente de Avellaneda, recaló en Lanús en donde logró lo que proponía: que el cuatro y el tres pasen en todo momento, salidas limpias desde el fondo, el arquero como un jugador más, toques cortos y punzantes en tres cuartos de cancha, mucha movilidad con y sin tenencia y un esquema táctico propio; su 4-3-3 bien ofensivo y con jugadores de mucha ligereza. En el “grana” cosechó nada más y nada menos que una Liga local y una “Copa Bicentenario”, dos de las cinco estrellas que tienen arriba de su escudo. Lo de Cocca, al igual que Almirón, fue similar. Defensa y Justicia fue el trampolín que lo llevó a recaer en el Racing Club de Avellaneda, uno de los grandes. Su comienzo no fue bueno y la derrota en el clásico lo llevó a ser mirado de reojo por los “académicos”. Sin embargo, logró enderezar el rumbo, ajustó piezas y luego de lograr un funcionamiento aceitado con una defensa sólida como pilar, con la figura excluyente de Diego Milito en ataque, volvió a consagrar a la institución blanquiceleste, luego de 13 años.
Títulos por aquí, por allá. El “mellizo”, Guillermo Barros Schelotto también logró lo suyo, con una Copa Sudamericana en el mismo Lanús, convirtiéndose en el primer padre de la criatura que luego, Almirón potenció.
Y aún sin títulos, los ejemplos continúan y clarifican lo que es la nueva camada que viene por delante. Con Eduardo Domínguez en Huracán, llegando a octavos de final de una Copa Libertadores, y provocando dolores de cabeza a cualquier equipo. Y el más resonante: un “campeón moral”, aunque a muchos no le guste es Eduardo Coudet. Difícil, por la efusividad y el modo particular que tenía el “Chacho” de vivir los partidos, era pensar lo que podía hacer en Rosario Central. Y, sí. A su modo, peleándose con los árbitros, insultando cuando era conveniente, pero con las garras, ganas y empuje que lo caracterizan, condujo a la institución rosarina a pelear en los últimos dos años, todo lo que apareció. Logrando un tercer puesto en la liga, un subcampeonato –con polémica- en la “Copa Argentina” y peleándole mano a mano a Atlético Nacional, vigente campeón del certamen más importante a nivel continente.
Ejemplos son los que sobran para demostrar la magnificencia que trajeron estos conductores. Maximizaron, a su modo y con sus artífices los estilos de juego, potenciaron el traslado, la velocidad y llevaron a varios equipos a jugar lindo, lo que el hincha tanto espera.
Patrones reiterados como traslado, tenencia, vértigo en cada jugada, pelota al piso y apuestas cada vez más ofensivas, proponen un fútbol dinámico en esta liga, en donde cualquiera le puede hacer frente a cualquiera, más allá de cualquier presupuesto.
El manual del fútbol tuvo su metamorfosis en el fútbol argento. El recambio generacional está a flor de piel, en mayor o menor medida en los clubes. Será cosa del mañana analizar ¿hasta dónde llegará esta camada si sigue sobre esta línea?
Relacionado
- AUTOR
- Julián Barral
Comentarios