América
Fútbol colombiano, del nacimiento dorado hasta el horror caleño
No fue hasta la década de 1950 que el fútbol colombiano comenzó a acaparar la atención de todo el mundo. Situaciones extra coyunturales hicieron posible que el país cafetero realzara su imagen, con la llegada de varias estrellas en busca de nuevos horizontes. Corría el año 1948 cuando en Argentina se desató lo que fue la primera huelga de jugadores profesionales, que reclamaban un sueldo más digno, sin un sindicato que los protegiese. El presidente en aquel momento, Juan Domingo Perón, sintió el reclamo de los capitanes de cada equipo como una traición, y se generó una disputa que terminó con la ida de muchos cracks al exterior. Colombia vio aquí la oportunidad para cobijar a jugadores de la talla de Alfredo Di Stéfano, Adolfo Pedernera, entre otros, y así fue que se creó una expectativa de tal magnitud, por la liga local de ese país, que perdura hasta la actualidad.
Lo cierto es que Colombia atravesaba una crisis política que si no fuera por la llegada de estos intérpretes hubiera desencadenado en un conflicto muchísimo más grave. La sociedad estaba harta de las decisiones tomadas por el conservador Manuel Ospina, quien persiguió a todo aquel que tuviera distinta ideología. Profesionalizar el fútbol fue el camino más propicio que encontró el gobierno de turno de esta época para calmar las aguas y restablecer el orden social. La llegada de los jugadores argentinos a Colombia se dio de manera polémica y trajo consigo importantes problemas para la Dimayor: el hecho de que la federación negociara con jugadores libres sin poner a los clubes como intermediarios llamó la atención de la FIFA, que no dudó en desafiliarla. Poco importó esta decisión a los colombianos, que priorizaron el show que protagonizaban los extranjeros cada fin de semana y dejaban en un segundo plano el bajo nivel del jugador promedio cafetero.
Millonarios fue el que mejor entendió el contexto y se llevó primero a Pedernera y luego a Di Stéfano. Ambos hicieron posible lo imposible, que El Campín de Bogotá desbordara de fanáticos que iban a ver el «ballet azul”. Juntos lograron instalar al equipo bogotano como uno de los más grandes del país (aún hoy lo es). El Dorado logró convertir 96 goles en 111 partidos con la camiseta azul, mientras que su compatriota hizo lo propio 33 veces en 81 juegos. Consiguieron las ligas de Primera División en 1949, 1951, 1952 y 1953. El futuro sería bien distinto para ambos, ya que Pedernera retornó a Argentina para retirarse en Huracán, mientras que la Saeta Rubia aún no había escrito sus mejores páginas, puesto que el Real Madrid posaría los ojos sobre él y continuaría enamorando a todo el mundo en el Viejo Continente.
El hecho de que en el fútbol colombiano hayan jugado tantos futbolistas argentinos provocó en los hinchas un fanatismo por este deporte inigualable. Ya normalizado el conflicto en Argentina y en Colombia, la misión ahora era mantener esa esencia y crecer como país. Fue así que Dimayor depositó las esperanzas de clasificar por primera vez a un Mundial con Pedernera al mando de la selección nacional. Él orientó a Colombia al ámbito internacional y lo clasificó a Chile 1962. Allí consiguió el primer punto en una Copa del Mundo, al igualar 4-4 frente a la URSS, remontando un 0-3. El tercer gol de los colombianos, convertido por Marcos Coll, fue el primer y único gol olímpico en la historia de los mundiales. Sin embargo, el debut cafetero en el certamen más importante a nivel selecciones no pasó de la primera fase, al caer 2-1 con Uruguay y 5-0 frente a Yugoslavia. Tendrían que pasar 28 años para que la selección volviera disputar un Mundial, en Italia 1990.
En el plano local, en 1960 se disputó la primera edición de la Copa Libertadores y Millonarios alcanzó las semifinales, perdiendo con Olimpia de Paraguay, que luego quedaría con las manos vacías al caer en la final con Peñarol. El torneo de primera división colombiano se repartió entre los equipos más representativos de Bogotá. Independiente de Santa Fe ganó el título en 1960 con Carlos Aponte como una de sus máximas figuras, y luego repetiría en 1966, mientras que entre 1961 y 1964, Gabriel Ochoa y sus “millonarios” consiguieron el tetracampeonato con figuras como Pablo Centurión, Rubén Pizarro, Genaro Benítez y Delio Maravilla Gamboa, uno de los mejores de la década. No es adecuado pasar a la década del ’70, de las más floreadas de la historia, sin nombrar al gran Omar Orestes Corbatta, el oriundo de Daireux, Buenos Aires, que llegó a Independiente Medellín en 1965, y Amadeo Carrizo, quien recayó en Millonarios en 1969. En estos tiempos, no eran Bogotá ni Medellín las únicas ciudades donde mejor fútbol se veía, pues más al sur, más precisamente en Cali, el Deportivo obtenía sus primeras tres estrellas al coronarse en 1965, 1967 y 1969.
La década del ’70 trajo consigo a varios cracks colombianos. Willington Ortiz fue sin lugar a dudas quien mejor representó esta etapa, jugando para Millonarios entre 1972 y 1979. Habiendo logrado el título en 1972, Ortiz por primera vez pudo olvidar la marginalidad en la que vivió durante gran parte de su adolescencia para otorgarle la décima estrella a los azules. “Ortiz era la gambeta, Jaime Morón era el gol, y yo sólo le daba sentido al mediocampo” dijo alguna vez Alejandro Brand, otro de los grandes artífices, en un documental que preparó El Tiempo TV de Colombia en repaso de la historia del fútbol de aquel país. Pero no sólo ellos fueron los protagonistas, también surgió de Atlético Nacional de Medellín la figura de Francisco Maturana, quien junto a Miguel Escobar, Arturo Segovia, Ernesto Díaz y Willington Ortiz, entre otros, se quedaron a un paso de obtener la Copa América en 1975, a manos de Perú, que los venció en la final por la mínima diferencia con un Teófilo Cubillas imparable. En 1977, desde la calurosa ciudad norteña de Barranquilla, se asomaba un nuevo campeón, Júnior, que en sus filas contaba con la presencia de La Bruja Juan Ramón Verón.
Cuesta cerrar una década hermosa para el deporte colombiano con el triste acontecimiento del 28 de noviembre de 1978. En la Bombonera, se jugaba la vuelta de la final de la Copa Libertadores entre Boca y Deportivo Cali. Los caleños, que contaban con el argentino Juan Felipe Barroso, Juan Guillermo Arboleda y Pedro Zape, habían logrado un empate a cero en el Pascual Guerrero en el partido de ida, y viajaban a Buenos Aires con la esperanza de quedarse con el primer título continental en su historia (y para el fútbol colombiano en general). Sin embargo, lo que se vivió aquel día fue un horror, el segundo tiempo fue todo para el Xeneize, que selló la victoria por 4-0 y se consagró campeón de América. Como si fuera poco, su eterno rival, el América, dejaba atrás la sequía al campeonar en 1979 por primera vez en su historia. Sin embargo, la felicidad no duraría mucho, ya que en la década siguiente una gran maldición azotaría a Los Rojos: tres finales de América perdidas de manera consecutiva…
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- AUTOR
- Juan Podestá
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