Calcio
Gigi Meroni y la tragedia, un sólo corazón
Luigi Meroni nació en la ciudad de Como el 24 de febrero de 1943, todas las inferiores las hizo en el club del mismo nombre y llegó a jugar en la Primera. Su aspecto nunca encajó en su ciudad natal, tenía el pelo largo y usaba barba, cosa que no atraía en la sociedad.
En la cancha era un crack, un jugador que podía jugar en las dos bandas y eludiendo a quien se pusiera en su camino. Fuera de la cancha era un excéntrico, por ejemplo, tenía de mascota a una gallina que paseaba con un lazo como si fuera un perro o decir que su verdadero oficio era el de pintor (también era crack) y que el fútbol era su hobby.
Ya viene la parte trágica señor lector, no desespere, por ahora le comento que su primer fichaje importante fue en 1962 y pasó al Genoa, donde lo esperaba una sociedad más abierta y parecía que Gigi había encontrado su lugar en el mundo.
Pero su loca vida también lo alcanzó aquí cuando entró en una iglesia al mejor estilo de las novelas de Alberto Migré y rescató a su amante Cristina Understadt con la que vivió unos meses.
En 1964 se muda al Torino, el millonario de esa época que paga 300 millones de liras por un jugador de 21 años. Orfeo Pianelli, un acaudalado hincha del Torino, compró al equipo y quiso a fuerza de dinero devolver a su team a los primeros lugares luego de la tragedia de Superga.
Excéntrico en la cancha
Por eso, arma un equipazo con la Mariposa Granata (como le decían) y Nereo Rocco como DT (A Rocco junto a Helenio Herrera se les atribuye la creación del catenaccio). Aquí logró transformarse en una estrella, Rocco y Pianelli lo trataron como un hijo y le dejaron hacer de las suyas, pues sabían que en la cancha descollaba.
Aquí sobreviene su primera ligazón con la tragedia, más arriba en el relato se nombra a la de Superga, algunos sabrán a que se refiere, pero es la tragedia que enlutó a toda Italia aquel 4 de mayo de 1949, cuando el plantel del poderoso Torino venía de jugar un amistoso con Benfica y el avión que los trasladaba cayó cerca de la Basílica de Superga. El piloto de aquel avión se llamaba Luigi Meroni, sí leyó bien, igual que nuestro protagonista, pero no tenía nada que ver con él, solo el nombre igual.
Más allá de romperla domingo tras domingo, su forma de ser, su pelo largo y su barba no encajaban en el ambiente. Para el Mundial de Inglaterra 1966 lo tuvieron que llamar por la presión de la prensa, entonces Edmondo Fabbri, DT de la Azzurra, lo convocó pero le hizo cortar el pelo, lo que termina por hacer por el orgullo de vestir esa camiseta azzurra.
Pero la mala fortuna tocó a su puerta, pues en el Mundial 1966 fue una de las caras de la selección, hasta ese momento, pero quedó eliminada ante Corea del Norte al caer 1-0. Los dardos de la prensa y de la afición fueron todos para Meroni.
Juventus de la mano de Gianni Agnelli, fue a la sede del Torino y llevó 750 millones de liras en efectivo para llevarse a la Vecchia Signora a Meroni, pero la bola se corrió y la gente salió a las calles para evitar que sea vendido y lo lograron.
La tragedia final de Meroni arrancó el 15 de octubre de 1967 luego de una goleada por 4-2 a la Sampdoria en el Comunale. Obviamente Meroni tuvo un partidazo. Para festejar, Gigi invitó a Fabrizio Poletti, lateral del equipo, a una heladería en las cercanías.
Ambos jugadores estaban por cruzar la Corso Re Humberto, pero quedaron a mitad de camino, cuando un Fiat 124 Coupé venía a gran velocidad, Poletti lo pudo esquivar, pero Meroni no. No pudo hacer lo que más sabía, eludir a la tragedia, que se le plantó tan poderosa ante él y le birló más que la pelota, le sacó la vida a los 24 años.
Hay algo muy curioso en todo esto. El piloto del Fiat 124 Coupé, era un chico de 19 años fanático del Torino y que recién salía de la cancha. Su nombre Atilio Romero, quien 35 años después se convertiría en el presidente del club.
Romero y el Torino son una historia aparte, ya que su presidencia fue horrible. Descalabro económico mediante, el club debió cambiar su identidad, del Torino Calcio ahora es conocido como Torino Football Club. El pobre de Romero no sólo le quitó a la máxima estrella a la ciudad, sino que casi hace desaparecer al equipo.
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- Cultura Redonda
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