Calcio
Giuliano Giuliani: Cuando el fútbol olvida
Giuliano Giuliani era una rara avis dentro del vestuario del Napoli. Vivía lejos de las excentricidades, cultivaba el perfil bajo y sus respuestas a la prensa eran cortas, casi monosilábicas. Era un arquero sobrio y seguro, alejado del núcleo duro que supo conformar Diego Maradona a fines de la década de los ochenta en su apoteósica travesía por el sur italiano. Aquel hombre que se consagró con el equipo partenopeo y quedó en la historia bajo los tres palos, fue descartado por el fútbol cuando los rumores de su enfermedad se conocieron en la prensa. Giuliani tenía sida y fue el primer futbolista de la Serie A en fallecer a causa de esa afección. Los días felices con la camiseta celeste se evaporaron rápido.
Dos años duró su estadía en Nápoles. Destacaba por sus grandes reflejos y por sus correctas salidas para hacerse dueño del área, pero sus actuaciones distaban de la espectacularidad. No la buscaba, de hecho, sino que intentaba que todo saliera lo más simple posible. Basta con observar sus grandes actuaciones frente a Juventus y Bayern Munich para dar cuenta de la importancia de sus acciones en la Copa UEFA de la temporada 1988/89, el único cetro continental de los napolitanos. Cierto es que tenía sus tardes, como la vez que falló en la final ante Stuttgart, pero enmendó su error y su equipo se coronó. Un año luego, el club conquistó su segunda liga, tras la primera de tres año antes, con Diego en estado de gracia y Giuliano cumpliendo con las expectativas.
La zurda del astro argentino ya había sido indescifrable para el ‘1’ antes de que compartieran equipo, pero supo redimirse. Diego Armando le convirtió tres goles desde 1984, cuando fue recibido como un héroe en la región de Campania: su primera anotación de jugada, uno de penal y un gran zurdazo de 30 metros. Pero en los dos cursos siguientes, se recuperó tapándole dos penales, uno en cada liga. Se había ganado el respeto del gran crack mundial sin ser como los dos grandes guardametas italianos de esa era: los extrovertidos Walter Zenga y Stefano Tacconi, y Gianluca Pagliuca, de fulgurante aparición. No pudo quitarles su lugar en la selección, aunque sí atajó en los Juegos Olímpicos de Seúl ‘88, un certamen del que Italia volvió abucheado tras una goleada de 4-0 a manos de Zambia.
Ottavio Bianchi, el primer DT que marcó esa época dorada, lo había tenido en Como años antes y lo llamó para contratarlo nuevamente. Arribó en el mismo mercado que los mediocampistas Massimo Crippa y Luca Fusi. Más tarde, Alberto Bigon fue quien condujo los destinos del conjunto, y GG continuó siendo igual de clave desde la valla. Cada vez que llegaba a su lugar en el mundo, el arco del San Paolo bajo la curva de los tifosi que componían la barra brava, era aclamado al tiempo que levantaba las manos para saludar. El arquero había surgido de Arezzo, donde había sido criado por sus tíos, y formó parte del Hellas Verona que había obtenido el Scudetto de 1985. Una casualidad de la época es que siempre que llegaba a un club, era para reemplazar a Claudio Garella, un hombre que no comulgaba con la forma de llevar al equipo de Diego. Tras Napoli, fue vendido a Udinese (Giovanni Galli lo reemplazó en la costa Amalfitana) y cumplió con el objetivo de dejarlo en Primera División. Pero eran días que el portero vivía en solitario, alejado de un contexto que lo olvidó cuando, en 1992, un diario publicó un titular que lo condenó: “Giuliano Giuliani tiene sida”.
Por entonces, la enfermedad era un tema tabú en el fútbol, que mantuvo la noticia fuera de foco y no permitió que los estereotipos que abundan se modificaran. El virus era nuevo en el mundo y no pocos lo trataban como el “cáncer gay”. Tiempo después, se conoció que el VIH no reparaba en la sexualidad, pero no eran días -y no lo son aún hoy- para cambiar las formas de un colectivo muy marcado. El genial basquetbolista Magic Johnson contó su padecimiento y dispuso de la ayuda de su círculo cercano y múltiples desconocidos. Lo mismo le ocurrió a Freddy Mercury. Pero en el caso del arquero del Napoli, fue todo lo contrario; el mundo de la pelota dejó en el olvido al campeón. “Llegamos juntos a Napoli, aunque ya lo conocía del servicio militar. Me llamó la atención su madurez, sus ideales siempre iban adelante. No era un showman, pero sí un portero esencial. El fútbol lo olvidó porque siempre se alejó de esa enfermedad”, reflexionó Giancarlo Corradini, defensor que fuera compañero durante la etapa napolitana.
Una de las versiones cuenta que el jugador italiano contrajo sida en Buenos Aires, cuando en noviembre de 1989 se hizo presente en el casamiento de Maradona. Fue una fiesta lujuriosa, con más de 1.200 invitados y el Luna Park vestido nuevamente de gala. La torta era más alta que Diego y la novia, Claudia Villafañe, y tenía escondidos más de 1.000 anillos. El ‘10’ alquiló un charter por medio millón de dólares que lo trasladó junto al plantel del Napoli hacia Buenos Aires, e incluso hizo una parada en Barcelona para cargar a sus ex compañeros de la entidad culé. Además, en el avión viajaban dos capos barras del equipo italiano. Y mientras en la pista Carlos Salvador Bilardo alentaba a que las mujeres de José Luis Brown y Oscar Ruggeri llevasen a sus parejas a bailar cerca de Ciro Ferrara y el brasileño Careca para ver en primer plano las diferencias de alturas, allí estaba Giuliani, quien había viajado solo porque su esposa recién había dado a luz a su hija, Gessica.
Años más tarde, con la mirada perdida y los ojos vidriosos, el arquero se sentó frente a su mujer, Raffaella del Rosario, y le habló sobre los resultados que arrojaron los estudios que se había hecho. Por primera vez habló de su sufrimiento y blanqueó la única vez que había sido infiel, en una de esas noches de locura que antecedieron al martes de la gran fiesta maradoniana. Nunca se supo a ciencia cierta si fue esa la vez en que Giuliano contrajo el virus, aunque era un hombre alejado de las grandes noches que disfrutaban sus compañeros y no se le conocieron vínculos con la camorra. De hecho, su andar era sinónimo de profesionalismo y, la única vez que sufrió un cargo y su imagen se vio dañada, fue cuando en 1990 fue acusado de narcotráfico. Lo absolvieron a las 24 horas.
Raffaella era modelo y presentadora de televisión, aparecía en diversos programas deportivos de la época y su figura trascendía más en los medios que la de su marido, que prefería no aparecer en cámara si no era necesario. Una vez escuchó la situación de la voz del futbolista, la mujer se separó. Fueron tres años de relación, aunque ella volvería para estar a su lado en los peores días, unos años después. Cuando la realidad de Giuliani era una incógnita, puesto que decidió residir en Bologna y dedicarse a su marca de ropa -con la que diseñó incluso su tradicional buzo con una estrella en el pecho-, del Rosario se acercó al tiempo que su salud se deterioró. Una mañana de septiembre de 1996, el arquero que se había retirado tres años atrás llevó a su hija a la escuela y se dirigía al hospital por una vacuna. Cayó desmayado en la vereda, fue hospitalizado y murió horas después.
“Hablaba poco. Era un gran portero, pero se aisló mucho”, expresó Osvaldo Bagnoli, quien lo dirigió por tres años en Verona. Su mujer denunció que sus compañeros lo dejaron solo y, en diversas entrevistas, confirmó que el Sida fue la razón del deterioro en su salud. También hizo referencia a las noches de su marido en Buenos Aires, y acusó a Maradona y a Corrado Ferlaino, el presidente del Napoli en ese entonces, de no contestarle la idea que les presentó sobre jugar un partido en homenaje a Giuliani.
La vida del arquero que supo acompañar los mejores días de Diego se apagó pronto y en el ostracismo, a los 38 años. Giuliani, el joven que había alcanzado niveles elevados en sus estudios de topografía, era un portero que llevó la singularidad de su puesto a su modus vivendi. El mundo del fútbol decidió barrer bajo la alfombra su historia, acaso porque incomodaba sus cimientos. El hombre logró su cometido, dejó huella en uno de los equipos icónicos de la historia de este deporte. Nápoles va a contramano, y no lo olvida.
- AUTOR
- Nicolás Galliari
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