Grandes Arqueros
Grandes arqueros: Peter Rufai
Siempre es momento propicio para volver a hablar de grandes arqueros, aquellos cancerberos que pasaron a la historia, de los cuales se habló largo y tendido. Hay uno que acaparó mucho la atención, y lo consiguió no precisamente por su virtud debajo de los tres palos. Fue Peter Rufai.
Rufai, sí, ese mismo… el nigeriano que atajó contra la Selección Argentina en el ’94 y que se comió dos goles de Claudio Caniggia. Rufai, un moreno de 1,87 metros de estatura nacido el 24 de agosto de 1963 en Lagos, era un arquero decente, con buena talla y seguro en el juego aéreo. Su historia pasa por otro lado: era un príncipe. No como Enzo Francescoli, que era puro apodo (?); su padre era el Rey Rufai de Idimu, una región que contempla la ciudad de Lagos dentro de su territorio. En realidad, Nigeria es una república, pero su familia tiene título de nobleza y se los respeta mucho en la región, porque los consideran jefes en sus tribus. Y a pesar de que Peter no era el hermano mayor, su padre lo designó como su heredero.
Pero nuestro rebeldón (?) Peter tenía otra idea en su cabeza. Decidió alejarse de los lujos, los placeres y de una vida de rascarse el higo para perseguir su sueño. Cuando terminó la secundaria en Nigeria, partió rumbo a Bélgica, a la universidad. Ya había jugado algunos partidos para el Stationery Stores y el Femo Scorpions, ambos de su país, y en 1986 también atajó para el Dragons de l’Ouémé de Benín. Fue con esas tres experiencias que decidió que defender los tres palos iba a ser su estilo de vida.
A la suerte, dicen, hay que ayudarla. Y fue con esa pizca de fortuna que el Sporting Lokeren belga se jugó una fichita por un arquero de 24 años. Seguramente, su estatura y su condición de moreno influyeron a la hora de tomar la decisión.
Estuvo cuatro años en Lokeren, en los que jugó poco y nada y emigró al Sporting Beveren, también de Bélgica y en donde volvió a quedar relegado. Acostumbrado a la vida en el país, Rufai aceptó una oferta del Go Ahead Eagles, un conjunto de la vecina liga regional holandesa. Con 28 años, arregló un sueldo que apenas le permitía subsistir; quizá ya era tarde para seguir soñando.
Pero el que abandona, no tiene premio. Peter siguió atajando y tuvo una muy buena temporada con su equipo. De un día para el otro, a Rufai le llegó el fax: lo estaban convocando a la selección, como tercer arquero, que disputaría el Mundial de Estados Unidos, en 1994. Sin embargo (y ahora con entera suerte) los dos guardavallas que estaban por encima de él (Wilfred Agbonavbare y Alloysius Agu) se lesionaron antes de la cita y Rufai, con su ascendencia de príncipe (lo que se hereda no se roba, claro está), no sólo pasó a ser titular sino que le dieron la cinta de capitán. Nigeria llegó a los octavos de final, donde fue eliminado por Italia.
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Cuando volvió de los Estados Unidos, Rufai se fue a jugar al Farense de Portugal. Estuvo tres años en lo que probablemente haya sido el mejor momento de su carrera. El Hércules español se fijó en él y lo adquirió en 1997, pero hizo agua (?) y pasó al Deportivo La Coruña, donde estuvo a la sombra de otro gran arquero: Jacques Songo’o.
Para ese entonces, Rufai ya era indiscutido en su selección y el dueño del arco nigeriano en Francia 1998. Fue titular en los cuatro partidos, en los que se recuerda el 3-2 sobre España, que terminó postergando los sueños mundialistas de la Roja, y también las cuatro pepas (?) que le atinó Dinamarca en octavos de final.
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Años más tarde, Rufai admitió que, en marzo del ’98, recibió un llamado de los integrantes de su tribu: su padre había fallecido y debía hacerse cargo de la corona. Peter viajó a Lagos, pero renunció a su derecho. Fue justamente para esa época que salió a la luz su verdadera historia, ocultada por el arquero mismo.
Siguió calentando el banco de suplentes en el Depor hasta 1999, se pudrió (?) y se fue al Gil Vicente de Portugal, donde estuvo hasta el 2000, año en el que anunció su retiro.
Vivió en España, lideró una academia para arqueros que también tiene una sede en Nigeria, fue dueño de un modesto equipo que juega en la liga belga y actualmente trabaja en divisiones inferiores de su país. Peter Rufai, una persona que siempre se mostró reacia a hablar de sus orígenes nobles y un arquero con manos de principe.
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