América
Grandes duplas: Bochini-Bertoni
“Carga Bertoni por adentro; va para Bochini, esquiva muy bien a un hombre que lo marcaba, ¡se acerca al área!, juega para Bertoni, de nuevo para Bochini, GOL, GOL, GOL, GOL, GOL, GOL, ¡GOOOOOOOOOOOOL DE INDEPENDIENTE!. ¡INDEPENDIENTE uno, LA JUVENTUS cero! (Relato de José María Muñóz, Independiente campeón intercontinental 1973)»
Casi como un sueño. El recuerdo de una jugada emblemática que marcó a fuego el amor entre estos dos individuos con la hinchada del Rojo de Avellaneda. Como si fuese una caricatura, un dibujo animado, al mejor estilo Oliver Atom y Tom Misaki, pero sumergidos en un baño de realidad. Dos ingenieros de este hermoso deporte, que no tuvieron mejor idea que cruzar sus caminos. Año 1973. Fecha cumbre donde comenzaría a escribirse una nueva página dorada en el libro de las historias de los Diablos Rojos. Es que allí, en aquella Doble Visera de cemento, comenzaron a forjarse las primeras sociedades entre estos astros, que dejaron una huella imborrable para todo el fútbol doméstico.
Ricardo Enrique Bochini, comenzó a jugar en Belgrano de Zárate, club de la ciudad de donde es oriundo. Allí dio sus primeros pasos en el fútbol, y en 1971 Nito Vega y Ernesto Díaz le dieron el visto bueno para que comience a formarse en las inferiores de Independiente. Con tan solo 18 años debutó ante River, cuando Pedro Dellacha, entrenador del equipo de Avellaneda en aquel momento, decidió incluirlo cuando promediaba el segundo tiempo. La historia de Daniel Bertoni es un tanto distinta. No fue parte de las divisiones inferiores, pero estaba escondido a unos kilómetros. Militaba en Quilmes, donde apareció en cancha a los 16 años y, después de dos años en el Cervecero, los directivos del Rey de Copas, pusieron el ojo en él para terminar de conformar una dupla inolvidable.
El 6 de mayo de 1973 sería el día clave. Bertoni debutó con la casaca roja y Bochini hizo su estreno en las redes, en un empate en dos ante Vélez, dentro de un equipo plagado de nombres rutilantes como el de Miguel Ángel Santoro, Ricardo Elbio Pavoni, Francisco Sá, Miguel Ángel López, Miguel Ángel Raimondo y Agustín Balbuena, dirigido por Humberto Maschio.
El Rojo, quería repetir la hazaña que logró el año anterior, cuando conquistó América por tercera vez. Con semejante plantel, no iba a parecer extraño que eso sucediese, y así fue. En una final ante Colo Colo, que tuvo un tercer partido en el Estadio Centenario de Uruguay, los de Avellaneda se impusieron 2-1 ante el elenco chileno y levantó el trofeo por cuarta vez. Fue el primer galardón para esta dupla que, con la magia del número 10, y con la fatalidad dentro del área de Petete Bertoni, deslumbraba a propios y extraños, con buen fútbol, en una época dorada para toda la falange independentista.
Luego de esa consagración, llegaría otra de manera consecutiva ese mismo año. Los de Avellaneda debían enfrentar a la Juventus en la Intercontinental. El encuentro, terminó 1-0 para los argentinos y, como no podía ser de otra manera, una exquisita jugada entre ambos astros, desde la mitad de la cancha, hasta el borde del área chica, concluyó en el gol del triunfo y la ruptura del récord de Dino Zoff, en el arco de la Vecchia Signiora. Uno de los mayores hitos para estos dos animales, que ya demostraban su química en el verde césped.
Los títulos llegaban con mayor frecuencia y la presencia en cancha de estos dos, fue cada vez más indispensable. Copa Libertadores 1974, con un tanto clave de Bochini en Avellaneda ante el Sao Paulo, para forzar un tercer encuentro en el cual levantaron, nuevamente el galardón; misma historia en 1975 ante Unión Española, con dos tantos de Bertoni en las finales, llenaron de orgullo y de admiración a esta dupla mágica.
A esto, se le sumaban las Copas Interamericanas de 1973 y 1974 respectivamente. Sin dudas Independiente, a partir de sus figuras y de esta dupla de ensueño, era el mayor espectáculo por excelencia en el fútbol argentino. Comenzó un período de dos años de sequía. Las recurrentes maravillosas actuaciones de ambos, hicieron que los clubes del Viejo Continente miraran de reojo lo que ocurría en Alsina y Cordero, cuando los domingos jugaba el Rojo. Al Bocha, era difícil sacarlo, su juego y su adoración por parte de la gente daba a entender que tenía varios años más allí. Bertoni, por el contrario, tendría, dentro de poco, su salida.
Sus últimos momentos juntos, como no podía ser de otra manera, fueron a todo trapo. Las tres Copas Libertadores que obtuvieron juntos quedaron atrás, pero aún quedaba un resabio de títulos para ellos. La Copa Interamericana de 1976, en donde Bochini marcaría un tanto en la ida y Bertoni haría lo propio en la definición por penales, significó el séptimo título de esta dupla en conjunto. En 1977, último año de Bertoni en el club y, ambos, consiguieron lo único que les faltaba ganar: un torneo doméstico. De la mano del diez inspirado y un Bertoni que todo lo que tocaba lo convertía en gol, vencieron a Talleres de Córdoba en enero de 1978, en la final de la fase eliminatoria, quizá con lo que podría significar su mayor hazaña, ya que el Rojo, terminó el encuentro con ocho hombres en campo. Nuevamente, una conexión entre Bochini y Bertoni, hicieron que el máximo ídolo de la institución, pusiera el 2-2 y llevase un nuevo campeonato para Avellaneda.
Ellos lo sabían, eran conocedores del gran potencial de esa dupla, pero no fue hasta varios años después que lo confesaron ante todos. Por ejemplo, así definió Bertoni, a aquel team que ganó el torneo de 1977: “El equipo le ganaba a todos, goleaba a sus rivales con un fútbol extraordinario y de alto nivel. De muy buen juego. Habíamos formado un equipo muy compacto defensivamente en el medio campo y en el ataque”. Llegó el fin. En 1978 el Sevilla puso las 70 millones de pesetas que exigían para su salida. Pero su viaje a Europa no fue sin un galardón más. Esta vez, no vestido de rojo como tenía acostumbrado, sino con la albiceleste, la casaca de la Selección Argentina, con la cual ganó el Mundial de 1978, donde jugó siete partidos y convirtió dos goles.
Los caminos de estos dos cracks se separaron. Uno, decidió probar suerte con otra camiseta. Primero en España, con la del Sevilla, después en Italia, con la de la Fiorentina primero, Nápoli después y la del Udinese por último, club con el que se retiraría. El Bocha, en tanto, continuó varios años más en Independiente, hasta 1991, en donde cosechó más trofeos: Nacional 1978; torneos de Primera División 1983 y 1989; Copa Libertadores 1984, la Intercontinental de ese año y, además, se dio el gusto, al igual de su compañero, de hacerse con un Mundial, en 1986, al lado de uno de sus más grandes admiradores, como Diego Armando Maradona.
Hoy, cada uno ocupa roles distintos. En el 2004 Bertoni, se puso el buzo de entrenador del Rojo, pero los resultados no fueron buenos y Julio Comparada, presidente de aquel entonces, decidió que no continuase. Dos años más tarde, pasó al lado del periodismo, en el programa La última Palabra, del cual después decidió irse. El Bocha, en tanto, intentó ocupar el rol de manager, pero no le fue de la mejor manera con los jugadores que recomendó en su momento. Continuó jugando al fútbol, en el “súper 8”, en el año 2009, lo que significó que vuelva a vestirse con la casaca roja.
Sin duda alguna, una historia llena de títulos, logros, un amor desenfrenado por parte de los hinchas y reconocimientos por doquier, como peñas con sus nombres, una calle en las cercanías del nuevo Libertadores de América con el nombre del Bocha, o un estadio en Tucumán con el nombre Ricardo Enrique Bochini, con capacidad para 4.000 personas. Dos hombres, dos nombres, que son sinónimos de Independiente, de su paladar, pero también lo exceden y significan buen fútbol, ya que conformaron una de las mejores duplas del fútbol argentino. Hay una cosa que nadie duda y que el diez, ratificó: “A Independiente le falta un Bochini, un Bertoni”.
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- AUTOR
- Julián Barral
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