América
Grandes duplas: Rivaldo – Ronaldo
El complemento que generaron Rivaldo y Ronaldo en el ataque de la Selección de Brasil representa una de las pocas simbiosis entre dos jugadores que, sin haber compartido el campo a nivel clubes, lograron entenderse de memoria cuando les tocó defender la camiseta nacional. La vuelta del “Jogo Bonito”, una enorme cantidad de goles y varios títulos generan una historia que comenzó en 1996 y que tuvo su clímax en el año 2002.
Para hablar de Ronaldo Nazário parecieran no alcanzar las palabras. Los adjetivos, y hasta la descripción más meticulosa sobre su poderío a la hora de encarar hacia el arco rival, siempre parecerán escuetas. Para creerlo, hay que verlo. O Fenómeno –de larga data en el Viejo Continente, pasando por clubes como el Barcelona, Real Madrid, Inter o Milán, entre otros- tuvo una larga trayectoria con el combinado de su país. Para remontarnos a sus inicios, debemos tener en cuenta que, con sus precoces 18 años, ya era parte del plantel brasileño que ganó la Copa del Mundo en 1994.
Rivaldo fue excelencia pura. Un jugador de esos a los que llamamos “exquisitos”, dueño de una zurda pródiga que asombró a todos luciendo su mítica diez en la espalda. Sin quizá tanto recorrido en Europa, a fines del milenio pasado logró meterse en la discusión sobre el mejor futbolista del mundo. Prueba de ello fueron los 93 millones de dólares que puso el elenco culé como cláusula de salida.
Sin desviar el foco para no recaer en una mera descripción de la trayectoria de cada quien, para encontrar el primer chispazo que encendió la llama de esta dupla debemos remontarnos a los JJ OO llevados a cabo en Atlanta (Estados Unidos) en 1996. En materia futbolística, el Scratch era claro favorito, contando en su plantilla con estos dos monstruos, además de hombres de la talla de Roberto Carlos, Aldair y Bebeto.
El resultado no fue el esperado. El elenco sudamericano apenas arañó la medalla de bronce, luego de caer en semifinales ante Nigeria y golear (5-0) a Portugal en el partido por el tercer y cuarto puesto. Amén del nada esperado bronce, en aquella competición algo quedó: una dupla memorable empezó a gestarse, destacándose –en aquella oportunidad- la actuación de un joven Ronaldo que convirtió cinco goles, apenas superados por su compatriota Bebeto y el argentino Hernán Crespo, ambos con seis.
No llegaron a coincidir, por muy poco, en el conjunto blaugrana. Cuando Rivaldo aterrizaba en el aeropuerto Josep Terradellas, el Gordo armaba las valijas para incursionar en el Calcio. Había que esperar hasta fines de 1997, debido a la ausencia de Vítor Borba Ferreira Gomes, alias Rivaldo, en la Copa América, para volver a ver a los cracks juntos.
La Canarinha se hizo con tres títulos más en un lapso de cuatro años con ellos en el campo, sellando una de las épocas doradas. La Copa Confederaciones de aquel ’97 marcó un antes y un después en la selección. Ronaldo volvió a relucir todo su talento, con cinco partidos y cuatro goles, compartiendo formación con Rivaldo en dos oportunidades, empezando a moldear aquel complemento perfecto.
El único traspié que podremos mencionar será el Mundial de Francia 1998. Si es que podemos llamar traspié el llegar a una final de un certamen de esta envergadura –cosa que no cualquiera hace- y caer. Para Brasil –vigente campeona y candidata al título- podemos decir que lo fue. Sin mucha holgura fue pasando llave a llave, contando entre sus filas con un Ronaldo que, a base de goles, hacía soñar a todo el pueblo con el bi.
En el escollo decisivo, una convulsión previa al cotejo con la selección anfitriona hizo que el nueve juegue diezmado, afectando la concentración de sus compañeros –más preocupados por él que por el juego en sí-, cayendo tres a cero en tierras galas, poniéndole fin al sueño de conquistar el mundo por segunda vez consecutiva.
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Un año más tarde, llegaría una nueva alegría: la conquista de la Copa América 1999. Ahora sí, doblete para el elenco conducido por Vanderlei Luxemburgo, en el primer torneo en donde se vio de lleno la química entre los dos protagonistas. De sus pies salieron las mejores actuaciones; su equipo se coronó ganando los seis duelos que disputó. Ambos quedaron como máximos artilleros y Rivaldo se consagró como mejor jugador de la competición.
La Confederaciones y la cita continental del 2001 no servirían de ejemplos en este análisis, por la ausencia de ambos en una lista conformada, en su mayoría, por jóvenes promesas. Lo curioso, sí, es el papel desarrollado en las eliminatorias sudamericanas de cara a la siguiente cita en Corea-Japón. Los cariocas quedaron apenas terceros, a 13 puntos de la líder Argentina (con 43 unidades), lo que hacía dudar sobre la posible performance de los comandados por Felipe Scolari.
Felipao armó un verdadero equipazo. Si las presencias de Rivaldo o Ronaldo asustan, sumarle a talentos como el de Ronaldinho, Kaká, Juninho, Cafú, Lucio o Roberto Carlos significaba para sus rivales una auténtica amenaza.
¿Cómo llegaron Ronaldo y Rivaldo a aquella cita? Corría abril del año 2000 cuando el centrodelantero –en un encuentro en que su escuadra Inter enfrentaba a Lazio- se rompía el tendón rotuliano de la rodilla derecha. Segunda lesión en la zona, que le demandaría más de un año y medio para regresar al campo. El Mundial era su revancha.
En tanto, Rivaldo, ídolo en el Barcelona, dejaba el club justo al finalizar la temporada, debido a sus lesiones y los cortocircuitos con el entrenador Louis van Gaal. La copa sería su oportunidad de demostrar que estaba más vigente que nunca.
La verde-amarela emprendió su idilio de campeón en el grupo C y no sufrió mucho para adjudicárselo con puntaje ideal, venciendo a China, Costa Rica y Turquía. La sensación fue esta dupla, armando un tándem de ensueño. Cuando aparecía uno, ahí estaba el otro para secundarlo. Muestra de ello fue que ambos mojaron en los primeros tres partidos.
Bélgica, Inglaterra y Turquía no pudieron ante la agresividad de un conjunto que retornó a las bases del “Jogo Bonito”. Rivaldo era el cerebro, Ronaldo –sin su habitué explosión característica para dejar rivales tendidos como conos- empujaba a la red todo lo que le llegaba, y a ellos se sumaba la cuota de ingenio de un Dinho que comprendió a la perfección su lugar en la cancha, sumándose como el tercer vértice de este triángulo mágico.
En la contienda final aguardaba Alemania. Para desgracia de los teutones, contar con la presencia de Oliver Kahn no sería suficiente para parar a esta aplanadora. El primer tanto fue todo de Ronie, en complicidad con el arquero. Robó una pelota en la salida de los alemanes y, tras un remate de Rivaldo en el que Kahn dio un largo rebote, el atacante capitalizó esa pelota muerta en el área grande para poner el uno a cero.
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Poco tiempo después llegaría el segundo. Kleberson encaró hacia adentro y tiró un pase para Rivaldo, que aguardaba en la medialuna. Con ojos en la nuca, el enganche divisó la presencia de Ronaldo a sus espaldas y, mientas el primer central germano corría desesperado para llegar al cruce, abrió las piernas para asistir sin tocar la pelota. Al nueve solo le bastó con controlar y definir como él sabía para decretar el dos a cero y sentenciar el partido.
Brasil volvía a conquistar el mundo. Un mundo a merced de sus figuras Rivaldo y Ronaldo. Justa e invicta por donde se la mire, logró tomarse revancha de lo sucedido apenas cuatro años atrás. Su alegría por el juego se vio durante toda la competencia, sobre todo cuando los dos de arriba agarraban la redonda.
Ronaldo ratificó que estaba de vuelta, quizá sin aquel quiebre de cintura que lo distinguía, pero con un olfato goleador –fue el máximo artillero de aquella competición con ocho conquistas- intacto que le valió su fichaje por el Real Madrid. Rivaldo, en tanto, desempolvó y sacó a relucir su “10”, haciendo jugar a sus compañeros al compás de sus pies, demostrando una vigencia que lo llevó a incursionar en nuevas aventuras con el AC Milan. Una dupla de oro.
- AUTOR
- Julián Barral
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