América
Grandes equipos: Bolivia 1993-1994
Nunca se había dado antes, nunca más volvió a repetirse. La gesta de la Selección de Bolivia en 1993 fue histórica e irrepetible, hasta el momento. Una generación de grandes futbolistas sacudió al continente y logró el pasaje al Mundial de Estados Unidos de 1994 poniendo de rodillas a Brasil y dejando en el camino a un grande de la región como Uruguay.
El conjunto del Altiplano ya había estado cerca en 1989, en las Eliminatorias rumbo a Italia. En aquella oportunidad, la diferencia de gol le negó el ticket mundialista a Bolivia, que había participado de los certámenes de Uruguay en 1930 y de Brasil en 1950 aunque en ambos casos había llegado por invitación. La Celeste de Oscar Washington Tabárez superó al equipo verde en el anteúltimo juego de una zona de tres que completaba Perú y finalmente cuatro goles de diferencia entre ambos (los dos conjuntos sumaron seis unidades) fueron la ventaja para los orientales.
Las Eliminatorias antes del cambio de formato eran diferentes. Se trataban de un torneo corto, constreñido a un par de meses y en donde los entrenadores tenían semanas de trabajo con sus dirigidos. En 1993, dos zonas componían la fase previa a Estados Unidos y Bolivia compartía el grupo junto a Brasil, Uruguay, Ecuador y Venezuela. Dos plazas salían de este grupo y una y un repechaje del otro de cuatro (Argentina, Colombia, Paraguay y Perú; Chile había sido suspendido).
A Bolivia había llegado a finales de 1992 Xabier Azkargorta; seguramente pocos apostaban porque este vasco que se había retirado muy joven del fútbol calaría tan hondo en el espíritu del pueblo boliviano. Sin demasiado tiempo por delante se puso como objetivo romper con la traba mental del jugador de aquel país antes de las grandes citas.
Tuvo su primer desafío en la Copa América de Ecuador. Si bien se fue sin triunfos del torneo, apenas cayó -y por la mínima- ante Argentina y además igualó ante Colombia y México. Las primeras señales del proceso eran positivas.
Contaban los futbolistas luego de que el pasaje a Estados Unidos estaba logrado, que Azkargorta había logrado convencerlos de que podían salir a jugar de igual a igual. No tanto por una cuestión táctica o estratégica, sino de algo psicológico: ellos tenían tantas posibilidades de ir al Mundial como otro equipo. Dependían de su trabajo y de lo que pudieran dar en el campo. “El jugador boliviano no se quería a sí mismo”, sintetizaría el vasco.
Volvamos al formato de las Eliminatorias. En poco más de dos meses, Bolivia se jugaría su suerte. Era un torneo corto, de apenas ocho encuentros, y en el cual el conjunto del Altiplano se vio favorecido por el buen momento de algunos futbolistas que serían claves entre el 18 de julio y el 19 de septiembre de 1993.
El fixture también le dio un guiño a aquel equipo. Si había una manera en la cual podían quedar los encuentros a favor del equipo boliviano, era la que se dio. Arrancó jugando en Puerto Ordaz, ante la débil Venezuela de comienzos de los 90, y el resultado es hasta hoy la mayor victoria a domicilio de Bolivia: 7-1, pese a haber arrancado en desventaja.
Fue un baile de novela aquel partido y el Diablo Marco Antonio Etcheverry comenzaba a mostrar todo su talento. Pero no era el único; aquella Eliminatoria contó con muchas piezas importantes. Nombramos algunos jugadores que formaron parte del proceso: Carlos Trucco, Marco Sandy, Milton Melgar, Gustavo Quinteros, Miguel Ángel Rimba, Julio César Baldivieso, Erwin “Platini” Sánchez, Ivan Ramiro Castillo, Luis Cristaldo y Álvaro Peña, además otros como Oscar Sánchez o Juan Manuel Peña eran figuras de recambio.
Tras el cimbronazo inicial que significaba una victoria tan amplia, Bolivia escribiría una de las páginas más importantes de su historia futbolística. En la segunda fecha recibió en el Hernando Siles a Brasil, hasta allí invicto en la historia de las Eliminatorias. Los de Azkargorta dieron otra vez la nota y los superaron por 2-0, pese a haber errado un penal a diez del final, con el marcador en cero. Un autogol de Taffarel y otro de Álvaro Peña sellaron la hazaña.
Iban dos jornadas y Bolivia ya despertaba el interés de propios y extraños. Quedaba claro que el equipo tenía con qué pelear y lo ratificaría con tres triunfos consecutivos: el 8, el 15 y el 22 de agosto se cargó en La Paz a Uruguay (3-1), Ecuador (un duro 1-0 donde los del Pacífico fueron perjudicados por el árbitro) y Venezuela (un lapidario 7-0; Bolivia fue el equipo más goleador de las Eliminatorias con 22 tantos en ocho juegos).
Tras cinco partidos, Bolivia lograba el cien por cien de los puntos. La clasificación no estaba lejos, pero le quedaban las visitas a Brasil, Uruguay y el cierre en Ecuador, que por esos tiempos no actuaba en Quito sino en Guayaquil. Ya el país todos se habían encaramado detrás de un equipo que contaba con piezas del equipo juvenil que había salido campeón sudamericano en 1987 en el Sub 17.
Al hablar de cada equipo de Bolivia en las Eliminatorias se habla de la altura. Es lógico, ya que es un problema para los adversarios del llano, pero en esas palabras muchas veces se da a entender que sólo con ese factor le tendría que alcanzar al equipo verde. Grave error; sólo con una muy buena camada de jugadores los de La Paz llegaron a una cita mundialista. Nunca más repetirían la gesta (aunque en el camino a Francia 98 quedaron realmente cerca, a un par de puntos).
La visita a Brasil, que hizo de local en Recife, fue pésima desde lo deportivo: Bolivia caía al entretiempo por 5-0, luego la Verdeamarelha anotaría uno más. Sin embargo, sirvió para fortalecer más al grupo, en el regreso a La Paz, una multitud esperó al equipo para animarlo.
Tras dos semanas, se jugaban una parada importante. Los de Azkargorta iban a Montevideo, un empate les daba el pasaje a la gloria. Cinco mil bolivianos acompañaron a su equipo en el Centenario, sin embargo, el júbilo debería esperar. Claro, no contaban con la actuación del árbitro colombiano Armando Pérez Hoyos, quien literalmente bombeó a la visita. A saber: inventó un penal en favor de Uruguay a los dos minutos, dio nueve minutos de descuento cuando el juego estaba 1-1 en la segunda parte y en ese lapso Fonseca anotaría en posición más que dudosa. Azkargorta se quejaría amargamente tras el partido.
Quedaba la última fecha; Bolivia ganando se metía en el Mundial, pero un empate en Ecuador generaba que el equipo dependiera de que Uruguay no triunfe en el Maracaná ante Brasil. Los verdes, con sufrimiento, se llevaban un empate de Guayaquil y de todas maneras les hubiera alcanzado con una derrota ya que la Celeste cayó en Río. Bolivia, por primera vez en su historia, llegaba a una Copa del Mundo por la vía de la clasificación.
Se venía la Copa del Mundo y la suerte no acompañó demasiado a Bolivia. El sorteo le deparó ser uno de los equipos del juego inaugural: del otro lado estaba la Alemania reunificada que contaba con muchos jugadores campeones en Italia cuatro años antes. Eran los tiempos donde aún estrenaba el certamen el campeón defensor. Además, el grupo lo conformaban Corea del Sur y España.
Para el Mundial, Azkargorta y su cuerpo técnico realizaron una gira para adaptar al equipo a jugar al llano. Más de 45 días de preparación tuvieron los futbolistas antes del torneo, aunque nuevamente el azar le jugaba una mala pasada. El Diablo sufrió una lesión jugando para Colo-Colo de Chile y no llegó en su mejor forma física a la copa.
Pasó el papelón de Diana Ross en la ceremonia previa y venía el fútbol. Dignísima actuación de Bolivia; un error de la defensa y de Trucco le permitió llevarse el trabajado triunfo a Alemania bajo el abrasador calor del verano de Chicago. Los teutones contaban con apellidos como los de Andreas Möller, Mathias Sammer, Lothar Matthaus, Basler o Jurgen Klinsmann, quien terminaría anotando el único gol del juego alos 15 del segundo tiempo. Minutos antes, Cristaldo se había perdido el primero y Platini Sánchez fue una de las figuras del juego.
Todo lo contrario para Etcheverry. El crack ingresó a trece del final, pero se fue expulsado tres minutos más tarde por una agresión sin pelota. 180 segundos, eso duró la experiencia mundialista del Diablo.
Como pasaban 16 de los 24 equipos, las chances estaban intactas. Tras la grata imagen del debut, el segundo era el partido clave, ante Corea del Sur, que venía de igualar en dos ante España y complicar así a Bolivia. Seis días después del primer partido, en el Foxboro de Boston donde Diego Maradona jugaría un par de jornadas más tarde su último encuentro con la Argentina, salían los del Altiplano con todas sus esperanzas.
Si bien Bolivia contó con algunas chances, en especial en los pies de Baldivieso, lo cierto es que Corea del Sur estuvo más cerca del triunfo; hizo algunos méritos más que el equipo de Azkargorta. De todas maneras, no se abriría el marcador. Los de verde sumaban su primer punto en un Mundial pero si querían seguir adelante debían vencer a España.
Aquella Furia fue el equipo que perdió en cuartos ante Italia con la historia de Mauro Tassotti, Luis Enrique y demás. Venía de otro empate, ante Alemania, y también necesitaba sumar de a tres. Ramallo reventó el travesaño y ese fue el síntoma de que no sería la tarde boliviana. Luego un tal Josep Guardiola (que jugaba con la camiseta número 9) puso de penal el 1-0.
En el complemento, José Luis Caminero ponía el segundo pero Platini Sánchez anotaba, rebote de por medio, el único gol verde en la competición. Nuevamente Caminero ampliaba. De allí al final, Bolivia lisa y llanamente lo cagaría a pelotazos a España, pero los de Azkargorta no pudieron recortar distancias frente a un equipo que tenía el plus de ser campeón olímpico y contaba con la base del Dream Team de Cruyff. Pese a esas diferencias, Bolivia se iba dejando una muy buena imagen. Sin dudas, la ausencia del Diablo Etcheverry minó las chances del conjunto.
Así se cerraba la historia de este equipo que quedó en las grandes páginas del fútbol sudamericano. Durante dos meses gestó la hazaña y luego pudo disfrutarla, pese a los contratiempos, en Estados Unidos con una digna actuación. En tiempo donde Bolivia parece lejísimos de poder repetir la gesta, es bueno recordar a ese conjunto que marcó un antes y un después.
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