Historias
Hidetoshi Nakata, el ícono del fútbol japonés
Hidetoshi Nakata es, ante todo, un símbolo para el fútbol japonés. Nacido en la ciudad de Kōfu, sus inicios en el fútbol profesional los dio en el Bellmare Hiratsuka (ahora llamado Shonan Bellmare) en 1995. Con apenas 18 años, el mediocampista se abrió paso a puro talento por su tierra natal y al año siguiente estaba en Estados Unidos para disputar los Juegos Olímpicos de 1996 (ya había jugado el Mundial Sub-17 de 1993 y el Sub-20 de 1995).
Al tiempo que deslumbraba en la liga de Japón, consiguió la histórica clasificación al Mundial de 1998 con una actuación estelar en el repechaje ante Irán. Después del Campeonato del Mundo llegó el momento de dar el salto a Europa. Perugia recibió con los brazos abiertos al segundo japonés en la historia en participar en el Calcio (Kazuyoshi Miura había sido el primero).
A su vez, su llegada al Viejo Continente le abrió las puertas a otros futbolistas asiáticos durante las siguientes décadas. Años más tarde, Sam Allardyce (su entrenador en Bolton) lo definió como “el catalizador para el fútbol de Japón y Asia”. El impacto de Nakata fue inmediato. El mediocampista se destacó a pura gambeta, pases gol y remates de media distancia. Veloz, con llegada al área rival y una calidad innata para asistir a sus compañeros, el volante terminó armando las valijas para firmar en la Roma por 21 millones de euros en 2000.
Con el equipo de la capital experimentó algunos altibajos. Sus primeros seis meses lo tuvieron en el once inicial, pero a la temporada siguiente fue más un jugador de relevo que titular indiscutido, aunque terminó alzando el Scudetto con aquel plantel que tenía a Gabriel Batistuta, Abel Balbo y Walter Samuel. Después de obtener el campeonato, con otra multimillonaria transferencia desembarcó en las filas del Parma, donde obtuvo la Copa Italia (en compañía de los argentinos Roberto Sensini y Matías Almeyda) con un gol suyo en la ida ante Juventus.
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Los años siguientes no fueron fáciles para el volante japonés, que sufrió varias lesiones, con el combinado nipón cayó en octavos de final del Mundial de Corea/Japón y tuvo pasos esporádicos por Bologna, Fiorentina y Bolton Wanderers (Inglaterra). En 2006 llegó el turno de volver a ponerse la camiseta de los “Samuráis Azules” en el Mundial de Alemania, pero un empate y dos derrotas mandaron a los japoneses de vuelta a casa. Sorpresivamente, allí, en tierras germanas, Nakata dio su última función.
Su decisión de colgar los botines con apenas 29 años causó asombro en el mundo futbolístico y conmoción en su país natal, donde es considerado uno de los mejores jugadores de la historia. La sorpresa se mantuvo hasta 2014, cuando el propio ex jugador dejó bien en claro los motivos de su prematuro adiós: “Día tras día me daba cuenta de que el fútbol se había vuelto un gran negocio”. Y por si quedaba alguna duda, continuó: “Pude sentir que el equipo sólo jugaba por el dinero y no por el deseo de divertirse. Siempre sentí que el equipo era como una gran familia, pero dejó de serlo en algún momento”.
Disgustado con ese mundo que lo había llevado al estrellato durante una década, Nakata quiso adentrarse en otros, en especial el de la moda, algo nada nuevo para él. Durante su carrera fue tan reconocido por sus pases filtrados como por sus looks dentro y fuera del campo de juego. De hecho, lo conocían como el David Beckham japonés.
Además, abrió un restaurant en su tierra natal y en 2010 subastó los botines usados en el Mundial de Alemania; los casi 1.500.000 dólares los destinó exclusivamente para ayudar a las víctimas del devastador terremoto en Haití. Un noble gesto de un “distinto”. Y un “distinto” muy talentoso.
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- AUTOR
- Federico Leiva
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