Historias
Historias mínimas de un lejano Repechaje
El 31 de octubre de 1993, los mortales presentes en el Sydney Football Stadium tenían asignados de movida el rol de actores de reparto. Diego Armando Maradona había regresado a la Selección para asegurar que Argentina formara parte de la Copa del Mundo del año entrante, y había puesto pié en Oceanía para disputar la ida de la repesca CONMEBOL-OFC ante Australia. El 0-5 frente a Colombia, sucedido hacía menos de dos meses atrás, había nublado al hasta entonces exitoso ciclo del técnico Alfio Basile, y el regreso del más grande al combinado nacional había revitalizado a un conjunto golpeado y desentendido tras la paliza propiciada por el team cafetero en el Estadio Monumental.
En el recuerdo futbolístico, el repechaje disputado ante los australianos que nos dio el pasaje a Estados Unidos 1994, se posiciona casi en un ostracismo. En un partido con mucho nerviosismo, pocas luces, y un resultado a fin y a cabo sin demasiada holgadez, cualquier especulación de ausencia argentina en la cita mundialista fue eclipsada a posteriori y ya clasificados, por los dotes de El Diego en los dos primeros partidos de fase de grupo en tierras norteamericanas, el sucesivo «Me cortaron las piernas» que ensombreció a un país, y la dolorosa eliminación en octavos de final con los ecos de la partida de Maradona retumbando de forma ensordecedora en la humanidad del seleccionado. Se había vuelto al punto de partida: tristeza e incomprensión ante un baldazo de agua fría, aunque nadie duda en intercambiar una humillante goleada de local con tal de recuperar al astro para devolverlo al campo de juego en Estados Unidos, y que toda aquella traumática experiencia no haya sido más que una turbia pesadilla.
Pero seguimos en Australia y en el repechaje en sí. Mientras la pelota está por rodar en suelo oceánico y en 180 minutos, entre ida y vuelta, habrá un nuevo clasificado al Mundial, se desarrollan un conjunto de historias mínimas entre players del conjunto de casaca amarilla que incluyen noches de lujuria, bufonadas y espías. Cómo para empezar a tener mucho más presente al repechaje del 93’.
Quemá esas cintas
Llegar a la Copa del Mundo siendo un combinado de Oceanía era una verdadera carrera de obstáculos para principio de los 90’: primero debía ganar en la fase continental un grupo de tres equipos para acceder a una final con el ganador del otro grupo, a ida y vuelta. Luego, debía someterse a un doble repechaje con dos confederaciones distintas, el primero ante el segundo de la ronda final en las clasificatorias de la CONCACAF, con Estados Unidos ausente en dicho proceso al ser el anfitrión. Por último, se mediría con el correspondiente de la CONMEBOL en el match definitivo para garantizar su ticket a la Copa del Mundo.
A lo largo de 1992 y 1993, Australia triunfó sin ningún tipo de sobresaltos en un grupo compuesto por Tahití y las Islas Salomón. En la siguiente ronda, despachó a Nueva Zelanda con un holgado global de 4-0. Aquel proceso decantó en la primera repesca, disputada ante la Selección de Canadá, a los cuáles eliminó por penales, y luego recién apareció la Argentina en el horizonte.
Para los cuatro partidos en total que los socceroos disputaron con los de América del Norte y del Sur, el entrenador Eddie Thomson utilizó a tres arqueros: primero a Robert Zabica, expulsado en la ida ante los canadienses, un veinteañero Mark Schwarzer, clave en las penas máximas ante estos últimos, y, finalmente, a Mark Bosnich, una joven promesa del arco que se encontraba haciendo sus primeras armas como relevo del Manchester United.
Bosnich, titular en el 1-1 de ida con Argentina, es uno de los personajes más espectaculares -en el sentido más sorpresivo del término- del fútbol de Oceanía. Para empezar, cometió el pecado de salir tarde. ¿A cortar un centro? No, rumbo a la ceremonia de su propio casamiento: en 1999, su prometida estaba esperándolo en el altar mientras, cuarenta y cinco minutos pasados del horario de inicio del evento, Bosnich descendía de un patrullero en la puerta de la iglesia, custodiado y con marcas de esposas en sus manos, luego de pasar la noche entera detenido. ¿El motivo? Golpear a un fotógrafo y destruir su equipo cuando éste buscaba retratar cómo el arquero invertía sus últimas horas de soltería en un cabaret. El matrimonio duraría poco más de un año, deshilachado por las aventuras extramatrimoniales de Bosnich y, más en profundidad, su caída y recaída en la adicción a la cocaína, motivo por el que fue suspendido en sus tiempos de jugador profesional.
La seguridad que brindaba bajo los tres palos tampoco se extrapolaba al momento de custodiar la espalda propia y de sus compañeros tras una noche de excesos. Durante su etapa en el Aston Villa, extendida durante toda la década del 90’, el guardameta participó de una noche entre pares en dónde el alcohol, el sexo y la fantasía estuvo presente hasta el amanecer. Quizás por algún fetiche de un participe, una cámara grabó el evento y la cinta quedó en manos de Bosnich, con la promesa de mantenerlo en las sombras. Vaya uno a saber qué pasó por la cabeza del desalineado Mark, que un día, aburrido ya del sex-tape, lo tiró a la basura sin percatarse de que varios tablones amarillistas habían mandado a sus respectivos paparazzis a custodiar las inmediaciones de su hogar y, con ello, también sus desechos. El rumor es que hasta hoy en día, casi treinta años después, Bosnich y sus compañeros aún siguen pagando una religiosa cuota anual con tal de mantener esas imágenes lejos del ojo público.
Quizás el punto más crítico de Bosnich dentro del campo de juego, y que marcó un quiebre en su carrera dentro y fuera de las canchas, fue cuando se enfrentó en pleno partido a los hinchas del Tottenham quienes, burlándose del sobrepeso que portaba el arquero, le recriminaban una criminal patada que le había propinado en la temporada anterior al atacante alemán Jurgen Klismann, jugada que había dejado inconsciente a éste tras una violenta salida en un córner del arquero. El australiano, algo irritado por los chistes de la parcialidad, puso su dedo índice en su labio superior, imitando un bigote, y extendió su brazo, asimilándose al saludo nazi. La sanción no tardaría en llegar: 1000 libras y varias citas en la sede de la Football Association, monitoreando si Bosnich había comprendido la gravedad de su accionar.
Para cerrar, en su autobiografía, Sir Alex Ferguson dedica varias líneas a lo que significó dirigir a este arquero: “Era terrible como profesional” concluye en el escrito el mandamás escocés.
Mira de quién te burlaste
En el invierno de 1995, argentinos y australianos se reencontraron en forma de partido amistoso, con la particularidad de disputarse éste en el Estadio Centenario de Quilmes. Sin sobresaltos, los locales ganaron 2-0 con goles de Abel Balbo y de Gabriel Batistuta. Sin embargo, la jugada que nos interesa aquí es la jugada que tomó lugar cuando el enganche argentino de aquel cotejo lanzó un penal por encima del travesaño, ante un anonadado Zeljko Kalac. Tras la malograda acción, el mediocampista Jason Van Blerk se aproximó al jugador y provocativamente le hizo montoncito con sus manos, mofándose de él y pecheándolo entre risotadas, desencadenando una fugaz trifulca entre argentinos y australianos que subió la temperatura de aquella noche en Zona Sur.
¿Quién era el jugador argento? Marcelo Gallardo. ¿Y por qué esta situación volvió a estar en boga hace poco tiempo? Porque el propio Muñeco lo rememoró en la previa de un choque entre River Plate y Gimnasia y Esgrima La Plata, lo que haría que Gallardo y Diego Maradona se vieran las caras como técnicos. El técnico Millonario recordó que, tras marrar esa pena máxima, fue el propio Diego quién lo llamó para darle ánimo: «Yo jugaba en la Selección y se hablaba de que podía ser su sucesor. Era una etapa muy difícil porque fue en la era post Maradona. A mí no me afectaba porque yo jugaba con naturalidad como si lo hiciera en el potrero del barrio. Hasta que un día erré un penal y sentí que esa naturalidad que tenía se transformaba en algo más pesado, como fue la reprobación de la gente. Entonces en ese momento Diego me llamó por teléfono para darme ánimo y me dijo que le diera para adelante, que tenía mucha confianza en mí. Fue algo sorpresivo, él no tenía por qué hacerlo. Siempre recordé esa actitud que tuvo conmigo«.
¿Y Van Blerk? Culminó su carrera en las profundidades del ascenso británico, lejos de la gloria tejida por Gallardo, mucho más del aura que poseé el mismísimo Maradona.
El Espía
- «Mister Katorosz, por favor»
La voz en el teléfono, de un español forzado arrastrando un acento inglés, confundió al filántropo, deportista, bon vivant, comunicador y gurú de diversas disciplinas que había atendido el teléfono del otro lado del mundo.
- «Necesitamos reunirnos con usted. Inmediato. ¿Dirección para pasaje de avión?»
¿Cómo explicar quién es Orestes Katorosz? Sintetizar su persona en unas líneas sería un pecado, porque este sujeto es una auténtica caja de pandora para cualquier aspiración biográfica. Y les juro que esto no se trata de pereza, sino de no quitarles la posibilidad de conocer un mundo aparte. Por lo pronto, puedo aproximarles que Katorosz se vincula al mundo del fútbol principalmente por sus coberturas para medios extranjeros. Pero no se puede dejar de lado lo que fue su exótica etapa como entrenador de All Boys, en una de las apuestas a por un director técnico más impensadas que se recuerden en el fútbol argentino. El mítico sitio web En Una Baldosa, al cual Orestes apadrina, realizó una crónica espectacular de su tiempo en el conjunto de Floresta:
“All Boys confió en su frondoso currículum y especialmente en la plata que prometía el grupo empresario que lo acercaba, y le dio la chance de dirigir en la Primera B Nacional. En el debut, ante Tigre, los periodistas, los hinchas del Albo y los amantes del deporte en general comenzaron a conocer al verdadero Orestes. Cuando los jugadores salieron a la cancha el público comprobó el primer cambio notorio: la numeración. Para confundir al rival, los delanteros tenían los números 2 y 3 en sus camisetas, y Fernando Batista que se desempeñaba de defensor, por ejemplo, tenía el 11. Pero lo que realmente llamaba la atención eran sus métodos de entrenamiento. Además de hacer practicar descalzos a los jugadores o hacerlos almorzar sólo cereales antes de los partidos, también incluía sesiones de yoga y natación durante la semana, basándose en el estado físico y espiritual”. Si, un fuera de serie.
¿Y qué tiene que ver este particular personaje con el repechaje entre Argentina y Australia? Que él fue ¡un espía! trabajando para los de Oceanía. Las malas lenguas dicen que Orestes proveyó datos e indicaciones al combinado rival para anular al juego argentino. Nobleza obliga, nada hay de inmoral en ese trabajo: el espionaje en el fútbol es algo tan antiguo como los goles y llorar un resultado (?), sin embargo, Katorosz camufla dicha experiencia en su currículum describiéndose como “colaborador informático del escocés Eddie Thompson, entonces D.T. de la Selección Nacional de Australia en eliminatorias del Mundial USA 94”.
En simultáneo, OK hacía changas en la televisión australiana como corresponsal en Argentina, en la previa de la repesca que enfrentaría a ambos conjuntos.
Cosa de no quedarse afuera de nada.
- AUTOR
- Esteban Chiacchio
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