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Holanda: un reinado sin corona
La gloria eterna que aseguran los títulos está reservada para una élite pequeña. Son muy pocos los campeones en comparación con los competidores y estos últimos suelen pasar desapercibidos a lo largo de la historia. Sin embargo existen casos particulares que exceden a la necesidad de una medalla para persistir a lo largo del tiempo en la memoria del espectador y en las lapiceras de quienes escriben el camino desandado a través del tiempo.
En el fútbol también existe ese aroma a justicia que recuerda al mérito por encima del resultado. Así llegaron hasta nuestros días las desventuras de Matthias Sindelar y su Austria de los años 30. Del mismo modo los ‘Magiares Mágicos’ de Hungría dibujan la línea imaginaria entre el fútbol clásico y el fútbol moderno. Pero existe un caso prácticamente único que no se reduce a un período corto de excelencia como los citados previamente: Holanda.
Ocurre que quienes contamos cuatro décadas de vida sentimos cierta esperanza de buen fútbol cada vez que presenciamos el ingreso de los hombres de naranja a un campo de juego. Aun los que por una razón de edad no hemos alcanzado a ver la máxima interpretación futbolística del representativo neerlandés en 1974, conocemos bien sus principios futbolísticos que generaron una vuelta de rosca perfeccionista a la modernidad propuesta por Hungría a mediados de los 50.
Sin embargo los amantes de esta escuela hemos sufrido numerosos sinsabores. El gráfico de rendimiento de Holanda a lo largo del tiempo ha intercalado picos de alto vuelo con abismos de larga data y pésimos rendimientos. Incluso ha manchado a la mayoría de sus principales exponentes con la tristeza de eliminaciones inesperadas que rozaron lo vergonzoso. Desde Rinus Michels hasta Louis Van Gaal o desde Johan Cruyff y Willem Van Hanegem hasta Arjen Robben y Robin Van Persie, pasando por Frank Rijkaard, Ruud Gullit y Marco Van Basten, las desilusiones han marcado a fuego el intervalo entre los períodos más destacables de la existencia de un seleccionado que inició su recorrido en 1905 con una victoria 4-1 en suplementario ante Bélgica en Antwerp.
Las vitrinas prácticamente vacías de la KNVB (Koninklijke Nederlandse Voetbalbond) exhiben demasiado poco trofeo para semejante innovación y respeto por una ideología futbolística. Incluso en la alicaída Eredivisie actual, lejana a la de los tiempos de gloria del Ajax de los 70, a la que consagró a PSV Einhoven como campeón de Europa a finales de los 80 o a la que engendró al fabuloso Ajax de Van Gaal hace poco más de dos décadas, pueden observarse vestigios probatorios de una forma de jugar al fútbol.
Tras un buen período inicial que colocó a Holanda en el primer plano europeo hasta entrados los años 20 (con tres medallas de bronce olímpicas en su haber), el status decayó con la resistencia a profesionalizar la liga local y la negativa para representar al seleccionado para aquellos que emigraran a otras tierras a jugar al fútbol por dinero. Holanda participó con poco suceso en los mundiales de Italia (1934) y Francia (1938) y luego sufrió un largo ostracismo que, por decisión propia o falta de méritos lo excluyó de seis Copas del Mundo y de las primeras cuatro ediciones de la Copa de Europa de selecciones instaurada por la flamante UEFA a partir de 1960.
Para su regreso a la competencia oficial, luego de clasificar con angustia al mundial de Alemania en 1974 (clasificó por diferencia de gol sobre Bélgica en el marco del Grupo 3 de la Eliminatoria), Rinus Michels, que había llevado al Ajax a conquistar Europa y a Barcelona a obtener la Liga tras catorce años de sequía, tomó las riendas del seleccionado reemplazando al checo Frantisek Fadrhonc que había recorrido todo el proceso previo desde 1970.
Holanda deslumbró a propios y extraños con un juego vistoso e innovador que excedía las posibilidades técnicas y físicas de rivales acostumbrados al parsimonioso juego de la época. La presión asfixiante, la superioridad numérica constante y las combinaciones en todos los sectores del campo enhebraban un juego ágil que denigraba a sus rivales a su mínima expresión, dando rienda suelta a la creatividad de sus figuras más extraordinarias: Van Hanegem y Cruyff. Pero tal como le había ocurrido a Hungría en 1954, apareció Alemania en la instancia decisiva y el segundo puesto pareció poco para la tremenda superioridad que la ‘Naranja Mecánica’ había demostrado a lo largo del torneo.
El excepcional Cruyff y compañía habían dejado pasar la gran oportunidad de su vida. Ya sin Michels Holanda cayó ante Checoslovaquia (luego campeona de Europa) en las Semifinales de la Euro 1976 y con el propio Johan y Van Henegem fuera de la plantilla fue derrotada en 120 minutos dramáticos por Argentina en la final de la Copa del Mundo de 1978. Con el fin del período más próspero de su historia, los neerlandeses entraron en un nuevo abismo que los dejó afuera de la Euro Italia 80 en la Fase de Grupos y los eximió de presencia tanto en los mundiales de España (1982) y México (1986), como en la Euro 1984 en Francia.
Hubo que esperar hasta 1988 para volver a ver a Holanda en el primer nivel de competencia y otra vez bajo las riendas de Michels. Tras realizar una gran Eliminatoria, el sorteo lo ubicó en el Grupo 2 de la Primera fase junto a la Unión Soviética, Irlanda e Inglaterra. Y tras clasificar con lo justo con un gol salvador de Wim Kieft a ocho minutos del final ante Irlanda, terminó eliminando a Alemania en Semifinales para derrotar los soviéticos en la final con un memorable gol de Marco Van Basten y otro de Ruud Gullit, ambos protagonistas descollantes del representativo holandés. La Naranja obtenía su único título en una competencia de élite en tierras alemanas. Las mismas que la habían visto brillar 14 años antes.
Lo que vino después fue más de lo mismo. Los vaivenes continuaron. Fracaso rotundo en Italia 90, un cuarto puesto en Francia 98, rastros de calidad y buenas participaciones en Euro en la primera mitad de la década pasada, chocaron contra la ausencia en Corea-Japón 2002 y una pobre participación en Alemania 2006. Sudáfrica 2010 volvió a esperanzar pero Andrés Iniesta fue el verdugo que se llevó la Copa del Mundo a España en tiempo suplementario y Louis Van Gaal le sacó el jugo a un plantel que le quitó el tercer puesto a Brasil en su país pese a no contar con enormes cuotas de calidad fuera de Arjen Robben y Robin Van Persie. Y la actualidad luego de no ingresar entre los 32 equipos que compitieron en la última Euro, tiene a Holanda entre signos de pregunta de cara a la Copa del Mundo de Rusia, tras haber perdido con Francia en casa en los primeros pasos clasificatorios.
Pese a la escasez de títulos y las intermitencias registradas a lo largo de su historia, no hay duda que Holanda tiene reservado un espacio entre los representantes más importantes del fútbol mundial. Sus figuras inolvidables, su innovadora ideología futbolística, su legado, que ha perdurado hasta nuestros días como base del juego moderno y escuela indiscutible de las mejores etapas de Barcelona, mantienen a la selección holandesa en la élite internacional aun cuando los resultados no se han equiparado a su enorme influencia histórica.
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- AUTOR
- Nicolás Di Pasqua
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