América
Japón, 20 años después
Desde la tierra del sol naciente llega a la Copa América un equipo compuesto por jóvenes promesas del fútbol nipón, buscando dotarse de roce internacional para lo que serán los Juegos Olímpicos de Tokio el año próximo. En 1999, los asiáticos disputaron por primera y única vez el certamen en vísperas de comenzar. El debut fue un 2-3 ante Perú, luego padecieron un 0-4 de Paraguay y consiguieron su único punto en un empate 1-1 frente a Bolivia. ¿Una curiosidad? Su goleador fue un sudamericano de origen: Wagner Lopes, nacido en San Pablo, Brasil, y naturalizado japonés. Este delantero mojó en el debut y también anotó el empate ante los bolivianos.
Esta Copa, sucedida hace dos décadas, no está en la memoria de muchos integrantes del actual plantel japonés, literalmente. La mayoría de ellos apenas gateaban cuando su selección disputó esta competición en suelo paraguayo. De hecho, su actual figura ni siquiera había nacido.
Tras haber declinado de participar en Argentina 2011, por catástrofe natural, por un lado, y por problemas para lograr la cesión de jugadores desde sus clubes, por el otro, y habiendo rechazado la invitación para Chile 2015, Japón vuelve a la Copa América con la promesa de ser el huésped más problemático posible para sus rivales.
Entrenador
Ex ayudante de campo de Akira Nishino en Rusia 2018, en donde Japón bordeó los cuartos de final hasta el arribo de una remontada increíble de Bélgica, Hajime Moriyasu es varios proyectos en uno. Al mando, en simultáneo, de la Sub-23, ve la Copa América como un terreno fértil para dar rodaje a sus dirigidos de corta edad y experiencia en el combinado nacional. Cumplirá un año al mando durante el desarrollo del certamen, en donde su premisa madre es sentar raíces del Japón que vendrá.
Antecedentes
El 2019 de Japón es, hasta ahora, agridulce. Al progreso de sus jóvenes talentos se acopla el sinsabor de, en un año con tres competiciones en sus primeros seis meses, haber quedado con las manos vacías hasta el momento. Entre enero y febrero, disputó la Copa Asiática, en donde llegó a la final, para perder 1-3 ante Qatar. En marzo hospedó la Copa Kirín, en un grupo de a tres. El formato era alevosamente ventajoso para los locales, ya que disputaba dos partidos, contra Colombia y Bolivia, mientras que estos solo disputaban partidos con los nipones, sin llegar a enfrentarse entre sí. Sin embargo, Japón solo cosechó tres puntos –derrota por la mínima ante los colombianos y victoria por el mismo resultado frente al equipo boliviano-. La diferencia benefició a Colombia, campeón de la competencia con un partido menos. Es difícil, entonces, imaginar a Japón ganando la Copa América, si tenemos en cuenta que en dos competiciones accesibles para su plantel, los galardones brillaron por su ausencia.
Análisis
Construcción. Esa es la palabra que exuda el vestuario japonés. Formar una identidad de juego y probar valores para los Juegos Olímpicos venideros. Entremedio, su estado de outsider en una competición a kilómetros y kilómetros de su hogar, con un equipo que en promedio apenas pisa los 23, le da luz verde a su entrenador para experimentar y patear el tablero sin presión alguna por los resultados obtenidos en territorio carioca.
Figura
La última vez que Japón jugó la Copa América, él no existía. Y no es chicana. Takefusa Kubo nació en 2001, y probablemente sus primeros recuerdos concretos de su seleccionado sean durante la Copa del Mundo del 2006, la cual coincidió con su cumpleaños número cinco. Eso no quita que esta estrella del fútbol nipón –por quien consultaron el Barcelona y el Real Madrid- no sea a sus 18 una de las grandes joyas del fútbol asiático, y la esperanza de su país en el torneo. Actual atacante del Yokohama F. Marinos, algunos le adosan el título de “El Messi japonés”. Tendrá bien cerca al Messi real para, en pocos días, validar dicho apodo.
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- AUTOR
- Esteban Chiacchio
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