Copas europeas
Jugadores noventosos: Pedja Mijatović
Balcánico y temperamental. Hombre de palabras claras y de argumentos claros. Su vida terminó de cambiar el día que fichó por el Real Madrid. Ahí logró todo lo que se propuso, y alcanzó la gloria máxima el día que se convirtió en el héroe de la Séptima. Ese día marcó el único gol del partido frente a la Juventus en Ámsterdam, allá por 1998, pero nos estamos salteando un gran pedazo de su historia anterior porque su mito como futbolísta no comenzó aquella jornada, sino que hay que remitirse a la ya desaparecida Yugoslavia en lo que hoy en día es Montenegro. Más precisamente Podgorica, donde gastó sus primeras suelas.
«Me veo con mis diez amigos jugando en la calle de mi barrio. Es un lugar campestre, de casas independientes. Es precioso. Tal vez lo digo porque nací allá, y allá tengo a mis amigos. Es un país muy pequeñito, con montañas, con unos 800 mil habitantes, muy acogedor. Su gente divertida, muy abierta», narró nostálgicamente al diario colombiano El Tiempo en 1998 y como una caricia para los argentinos lanzó: «Desde que existo, o más o menos, juego fútbol. Me gustaba Mario Kempes y tenía el pelo como él. Era goleador y fue el mejor del Mundial de 1978. El me gustaba, pero no era mi ídolo-ídolo, como lo tienen los niños de hoy».
Un buen periodista deja que el entrevistado cuente su perspectiva y luego añade los condimentos que hagan falta, pero esa charla con el periódico cafetero al parecer ya estaba manejada por un gran chef, uno que contó que jamás le permitió a su padre degustar uno solo de sus platillos. «No lo dejaba porque muchísimos padres iban de parte de otros niños pidiéndoles a los entrenadores favores, y a mí me daba asco todo eso. Para mi familia era prohibido verme jugar. Cuando cumplí los 17, firmé el primer contrato profesional, en un club de Primera División, el Buducnost. En mi familia nadie sabía nada. Llegué a casa y dije: ‘Ahora, y en los próximos cuatro años, ya tengo trabajo’. Cuando les mostré el papel, mi padre dijo: ‘Hijo, ¿por qué no me pediste que te acompañara?…'».
No sabemos a ciencia exacta si en realidad no le contaba nada a su familia, pero imaginamos que al menos debe haber telefoneado cuando lo convocaron para participar en el Mundial Sub-20 de Chile. Esa fue su primera apuesta grande con la camiseta nacional y se volvió a su hogar con el título. Tres goles y compartir plantel con personajes que con el tiempo se volvieron iconos como Davor Suker, Zvonimir Boban y Robert Prosinecki serán sus mejores recuerdos de aquel equipo que, con la separación yugoslava, se desintegró. Su paso siguiente fue llegar a uno de los clubes más populares y más fuertes de su nación: Partizán, de Belgrado.
Aquí fue su destape definitivo, aunque en sus primeros partidos solo pudo marcar un gol y justamente fue contra su ex equipo. La adaptación se terminó de concretar en la temporada siguiente y, ya con el overol calzado, terminó por concretar 131 goles en 222 partidos durante los cinco años que vistió esa camiseta. No eran los días más felices para aquel conjunto y a su vez el país vivió una gran gesta política que terminó con la separación de la nación, aunque luego hubo aún más modificaciones marcadas no solo por la geografía sino por las distintas sociedades que pertenecían a Yugoslavia. A pesar de los malos tiempos, en 1992 gritó campeón por primera vez al quedarse con la Copa de Yugoslavia nada más y nada menos que ante el Estrella Roja. Esa fue la última proeza bajo la bandera yugoslava, debido a la gran disolución.
A la siguiente temporada, ya bajo el marco de Serbia y Montenegro, consiguió el título ligero y esto terminó de catapultarlo como una gran estrella. Los periódicos comenzaron a hablar de posibles traspasos, la famosa venta de humo, y se dijo que la Juventus de Italia y el Madrid lo seguían de cerca. Su destino fue el Valencia, que años después Pedja calificó como «su primer gran amor», ese «que nunca se olvida». «Estaba Guus Hiddink de entrenador y llegó 20 días antes de la pretemporada. Yo era totalmente deconocido. ‘¿Quién ha traído a ese?’, se preguntaba la gente. En mi primera rueda de prensa, los periodistas me preguntaron en qué posición jugaba. ‘Dios mío, no saben ni de qué juego. ¿Cómo voy a triunfar aquí?’, pensé. Entonces tomé una de las decisiones más importantes de mi carrera: empecé a entrenarme solo, cada mañana, con un calor tremendo y con la ayuda de Paco Real. De modo que, al empezar la pretemporada, yo tenía una ventaja física sobre los demás», le contó al diario Levante.
Allí tuvo la suerte de encontrarse con Kempes, ese jugador que tuvo de ídolo cuando era pequeño, y aunque tuvo grandes partidos la afición recuerda de muy mala manera su salida hacía el Real en 1996. «Firmé un precontrato. El Madrid me dijo que iba a pagar la cláusula (1.250 millones de pesetas), una barbaridad, el traspaso más caro del fútbol español hasta ese momento. Entonces no se pagaban las cláusulas de rescisión. Yo vivía muy bien en Valencia y estaba jugando de escándalo, nunca volví a jugar como esa última temporada, pero todos sabían que yo quería ganar títulos: mis compañeros, el presidente, Paco Roig, el entrenador (Luis Aragonés)… Mis amigos me aconsejaban quedarme, pero yo tomé la decisión de irme. El periodista José María García se enteró de todo: tenía delante mi precontrato y lo publica. Y empiezan las turbulencias», rememoró Mijatovic. Sin embargo, la historia le dio la razón.
El yugoslavo firmó para la Casa Blanca por un total de cinco temporadas, pero solo terminó por jugar tres. Los números o las estadísticas, para ser sinceros, poco importan porque todo el madridismo lo recuerda por un simple hecho y hasta le dieron una especie de apodo: «El héroe de la séptima». Casi nadie lo rememora por ser parte de la Liga obtenida en 1997, ese campeonato que le dio la chance de quedarse con la Supercopa de España contra su eterno rival, el Barcelona. La Liga de Campeones fue su mayor hito, probablemente porque pasaron 32 años para que los españoles pudieran volver a levantar este trofeo.
«Aquello no fue sólo un título, fue hacer historia. Marcó un antes y un después. Era una Champions League muy deseada por todos y antes de jugar la final conocíamos lo que había pasado durante tantos años atrás. Y sí, el Real Madrid tenía seis Copas de Europa, pero también había quienes decían que eran en blanco y negro. Sabíamos que habían pasado 32 años, demasiados, nos concentramos mucho y estábamos muy motivados. No había marcado ningún gol en toda la competencia, y eso que era delantero… ‘¿cómo era posible?’ Tenía la oportunidad de jugar una final de Champions con el mejor equipo y no podía pensar más que en ganar, creía que sería mi única oportunidad, de hecho lo fue. Fue el partido más importante de mi vida, y yo que venía de un país tan pequeño como Montenegro, imagínate mi motivación. Me saqué un billete directo a la historia del Madrid», tiró luego y dejó todo más que claro.
Esa definición contra la Juve culminó 1-0 después de los 90 minutos de cotejo. El único gol lo marcó nuestro homenajeado en esta nota y, a pesar de que han pasado los años, son varios los que aseguran que el tanto fue ilícito por posición adelantada. «A ver si lo dejamos claro para siempre: no era fuera de juego. Siempre he dicho que no fue fuera de juego por la sencilla razón de que ninguno de los jugadores de la Juventus protestó, y todos sabemos que en esas acciones cualquier futbolista, y más aún los italianos, protestarían. Y no fue así», sentenció hace poco tiempo el goleador de aquel entonces. Pero la duda siempre estará, aunque ese gol lo recuerda de otra manera. «Me decían que había metido un golazo, pero yo lo vi normal. Después lo vi y es verdad que faltó muy poco para que sacaran el balón en la línea. Mi pensamiento fue directo a la imagen de mi hijo que estaba enfermo y falleció hace siete años. Ese gol iba para él. Después me venían flashes a la cabeza, a la velocidad de la luz, y di un giro de repente porque me acordé que le había prometido a Fernando Sanz que se lo dedicaría si lo hacía. Luego, por el sprint que hice, me costó como ocho minutos recuperarme, emocionalmente también estaba exhausto. Me temblaban las manos».
Más tarde vendría el Mundial de Francia 1998, el único que jugó y donde defendió los colores yugoslavos. Luego se fue a la Fiorentina y por último despuntó el vicio en el Levante. En este club su rendimiento comenzó a menguar pero había una clara razón: la grave enfermedad de su hijo, quien sufría parálisis cerebral de nacimiento. Este fue siempre un tema delicado para Mijatovic, el cual tuvo su punto final el día del lamentable fallecimiento con apenas 14 años de vida en el 2009. Por aquel tiempo, Pedja se desempeñaba como Director Deportivo del Real Madrid, un puesto que abandonó meses después. Como verán, algunos recordarán a Mijatovic por sus actuaciones internacionales, sin embargo por tierras españolas es muy distinto. Una Champions que marcó un antes y un después. Un título que dejó mucha tela por cortar, aunque para la mayoría de los hinchas tuvo un solo héroe.
Especial final de Champions League
- AUTOR
- Facundo Mirata
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