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Jugar contra la injusticia
Cuando se habla sobre Palestina e Israel, es inevitable pensar en algún conflicto en el cual ambos estén enfrentados. No es para menos: llevan una disputa política y territorial desde hace más de 60 años y poco se hizo internacionalmente para crear un ambiente de diálogo y consenso de ambas partes. Para colmo, pese a la Resolución 2334 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en la se que deja en claro la ilegalidad de los asentamientos israelíes y lo afirmen sus leyes, el problema sigue existiendo.
Con todo este clima, es razonable que Palestina confíe poco y nada en las instituciones, lo cual también haya derivado en una división interna acerca del camino a seguir para ser reconocido internacionalmente, cada vez con menor capacidad de encabezar una acción en conjunto. Sin embargo, vieron en el fútbol una opción única. Después de que su reputación haya quedado por los suelos, la “nueva FIFA” (léase obligatoriamente con comillas) comenzaba con Gianni Infantino, nuevo presidente de la entidad, una etapa distinta. Y allí es donde Palestina creyó en poder cambiar las cosas.
¿Por qué? Porque la FIFA estaba nada más ni nada menos que ante la posibilidad de romper la monotonía de un reclamo que, si bien todos se ponen de acuerdo en denunciarlo, pocos hacen algo para encontrar una solución. Pero primero conviene explicar el contexto.
La realidad es que los asentamientos ilegales existen desde 1967 (después de la Guerra de los Seis Días) y, con el paso del tiempo, en varias colonias se instalaron clubes de fútbol. Concretamente en seis: Ma’aleh Adumim, Ariel, Givat Ze’ev, Oranit, Jordan Valley, South Hebron Hills y Kiryat Arba. Cada colonia tiene su equipo y participan en el fútbol israelí, muchos de ellos compitiendo en tercera y cuarta división. Los estatutos de la FIFA son muy claros a la hora de establecer que ninguna asociación puede organizar partidos en territorio de otro miembro sin permiso. Allí es donde los dirigentes palestinos vieron la posibilidad de hacer públicos sus reclamos al máximo ente del fútbol.
En la historia de la FIFA, Palestina tenía argumentos suficientes como para creer en un fallo a favor. En 1964 se decidió suspender a la Asociación de Fútbol de Sudáfrica. Por aquel entonces, el apartheid dominaba al país africano y el fútbol era algo sólo “para blancos”. En 1976 lo que era una suspensión se transformó en una expulsión hasta 1992, cuando la ley racista acabó. Incluso, existía un ejemplo aún más cercano, cuando se prohibió a Rusia incorporar equipos de Ucrania después de la anexión con Crimea en 2014.
Infantino tuvo que mostrar firmeza. Creó el comité de supervisión Israel-Palestino comandado por Tokyo Sexwale, político sudafricano anti-apartheid (casualidades de la vida), y promovió varios encuentros con ambas partes. Meses después, Sexwale elaboró un informe donde daba al comité tres opciones:
- Mantener el status quo y esperar a que el conflicto entre Israel y Palestina se solucione mediante otros organismos.
- Que la IFA (Federación de fútbol israelí) reciba una advertencia de la FIFA para rectificar y solucionar el problema en un período mínimo de seis meses.
- Seguir con las negociaciones, basándose exclusivamente en cuestiones futbolísticas para llegar a un acuerdo mutuo.
El 27 de Octubre del pasado año se celebró el Comité de la FIFA en Kolkata, India. Allí se discutió sobre el conflicto israelí-palestino y, básicamente, decidieron pasar a otra cosa. Acataron la primera opción alegando “mantener el status quo” y que “cualquier interferencia de la FIFA en cuestiones de Estado sin el consentimiento de las partes interesadas podría agravar la situación del fútbol no solo en los territorios en cuestión, sino también en la región afectada, lo que no redundaría en beneficio del juego”. La FIFA terminó el tema agregando: “el asunto se declara cerrado y no será objeto de ninguna otra discusión hasta que el marco legal y/o de facto haya cambiado”. Benjamín Netanyahu y sus pares celebraron la decisión.
Lo cierto era que la presión de Israel había surtido efecto. Meses antes, el diario Haaretz reveló que Netanyahu había hablado con Infantino sobre el tema para darle su opinión. “El conflicto con Palestina es de largo plazo y la FIFA no va a resolverlo”, zanjó el mandatario israelí. Después de aquella llamada, la única esperanza palestina era que la resolución llegue lo más tarde posible.
Dos días después de la decisión de la FIFA, Jibril Rajoub, presidente de la PFA (Asociación Palestina de Fútbol), celebró una conferencia en Ramallah. “La FIFA traicionó sus propios principios, insultó al fútbol palestino y concedió impunidad a las flagrantes violaciones de su estatuto” declaró Rajoub. También, confesó al medio Al-Monitor que irían al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) a “exigir que la FIFA respete sus propios estatutos”.
Todo este clima desató también la ola de declaraciones en contra de la resolución, desde activistas pro-palestinos con una petición firmada por 155.000 personas para que la FIFA le saque “tarjeta roja” a Israel hasta la ONG estadounidense Human Rights Watch.
La discusión quizás se haya acabado, pero el conflicto persiste y pocas chances hay de que mejore. La relación entre el futbol y la política siempre fue incómoda, desde el periodismo y la sociedad hasta organizaciones con alto poder para transformar realidades. Sin embargo, aún hoy sigue siendo un tema del que mejor no hablar.
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- AUTOR
- Bruno Scavelli
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