#Rusia2018xCR
La foto de la eliminacion
Las imágenes que llegan desde la lejana ciudad de Kazán son contundentes. Quizás maquillada por el descuento en el final, la entrega en forma de vergüenza deportiva o la ventaja efímera, la eliminación argentina es tan justa como previsible. Se hizo todo lo posible por arribar a este desenlace y solo la magia del fútbol permitió, en un pasaje del juego, pensar en los cuartos de final.
No había paridad alguna entre un equipo y otro. Francia es probablemente el plantel más rico de la Copa del Mundo y Argentina, en la previa, solo podía competir con los conjuntos top del certamen en los últimos 30 metros. Paulo Dybala, que únicamente vio acción ante Croacia en plena desesperación, vio todo desde el banco, al igual que su compañero en la Juventus, Gonzalo Higuaín. Sabemos que Giovani Lo Celso fue a Rusia solo porque en una conferencia de prensa amagó a hablar en francés. Mientras tanto, Maximiliano Meza y Cristian Pavón jugaron los cuatro partidos y Enzo Pérez, originalmente fuera de la lista de 23, lo hizo desde el segundo juego en adelante.
Hay un océano de distancia entre los jugadores del medio local, sin roce internacional, y los futbolistas de élite. El final de esta película quizás haya sentenciado de forma cabal esto, que ya se había exhibido ante Croacia. Porque en los controles, el golpeo de pelota, el manejo de las situaciones de presión y tantos otros pequeños detalles la diferencia de jerarquía se expone más y más. Ante la carencia de un plan colectivo, hecho que se fue profundizando a lo largo del ciclo que encabeza Jorge Sampaoli (cuando debió haber sido a la inversa) y que viene de arrastre al menos del proceso anterior, el factor individual cobra mayor importancia. Y ahí, no es lo mismo habituarse a enfrentar a los mejores que a jugador de una liga secundaria.
El fútbol local argentino es difícil para jugar, pero eso no lo eleva en jerarquía. Un campeonato que vio mermada su competitividad luego de aquella temporada en la que se produjeron ascensos masivos, hoy nos sigue proveyendo de futbolistas que ilusionan a futuro pero que si no se terminan de curtir afuera, están dando un handicap importante en estos torneos. Y sí, habrá excepciones o jugadores que se adapten mejor y puedan disimular esa diferencia, pero cuando son complemento y no coraza. El tan reclamado Franco Armani mostró carencia de recursos para hacer frente a la ofensiva gala. Cristian Pavón mostró deficiencias técnicas para superar al lateral rival y no cumplió tácticamente tampoco. Maximiliano Meza, en sus pocos minutos en cancha, siguió con la tónica general de su Mundial. ¿Los que juegan en Europa no se equivocan? Por supuesto que sí, y muchos de ellos demasiado ya que tampoco son top, pero maquillan mejor esa disparidad.
El cuerpo técnico había anticipado esta postura en las Eliminatorias. Lo que se podía entender como recurso ante una situación puntual (sentar a Mauro Icardi para priorizar a Dario Benedetto, por ejemplo) terminó siendo convicción. Si en más de un mes de trabajo continuado no se busca la forma de armonizar un equipo que conjugue a Dybala, Lionel Messi, Sergio Agüero y Lo Celso, por citar algunos posibles socios, no es por falta de tiempo, sino de recursos. O interés.
Pero no termina allí la foto de la eliminación, y hasta quizás empezar por esa faceta sea injusto. Porque en la lista no hubo un solo volante central acorde a la exigencia del campeonato. Javier Mascherano, lamentablemente, no puede sostener partidos de alto voltaje y menos aún como volante central. Lucas Biglia pasó al ostracismo tras Islandia y ese problema no tuvo solución alguna. Como era previsible.
No fue falta de entrega ni de actitud. De hecho, solo así se explica que Argentina haya competido en este partido teniendo tantísimos problemas estructurales. Incluso hasta podría haber llegado el 4-4 heroico en la última jugada del partido. Francia le dio vida y esa ventaja parecía acomodar las cosas a la disposición de los jugadores albicelestes en la cancha. Fue un espejismo. Seguramente faltaron reflejos para mejorar lo perfectible en ese 2-1.
Un técnico que llegó hablando de viajar juntos, buscar sociedades que potencien desde lo colectivo a las individualidades, y tantas otras cosas más, terminó dibujando un equipo anómico. En términos futboleros, sin saber a qué jugar. Los tan reclamados socios de Messi que lo ayuden a tirar del carro fueron asomándose. Sergio Agüero en el inicio (insostenible salida de la titularidad), Ever Banega desde el encuentro ante Nigeria, Ángel Di María hoy. No pasaba por ahí, o al menos no se terminaba en eso.
Un final diferente a un periplo que desde la Copa América en Estados Unidos para acá (y en verdad desde Alemania 2006) es calamitoso, a nivel institucional hubiera sido casi inexplicable. La generación de las tres finales escondió la mugre durante varios torneos y hoy, lejos de sus mejores horas, ya no pudo hacer nada ante tamaño descalabro.
Nada invita a pensar que las cosas mejoren. Los diagnósticos serán equivocados, se hablará de Messi y el himno, que los de allá no sienten la camiseta, que Wilfredo Caballero quiso salir jugando y tantas otras estupideces sin sustento alguno. Y como trasfondo una pelea política con intereses marcados en que de este desmadre salga un fútbol argentino con Sociedades Anónimas Deportivas. Panorama negro, futuro incierto.
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- AUTOR
- Diego Huerta
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