Historias
La Guerra de las 100 horas y su uso futbolístico
Corría 1969 y las Eliminatorias de la CONCAFAF estaban al rojo vivo. Por ese entonces la clasificación se organizó de otra manera, no como la que actualmente se desarrolla. Se armaron cuatro grupos de los cuales salió un ganador de cada uno; estos equipos luego se cruzaron entre sí en las semifinales y tras esto hubo una final para definir la única plaza que se otorgó para la cita mundialista de México. Una enfrentó a Estados Unidos ante Haití y, la otra, a El Salvador y Honduras.
En ese momento, la relación entre estos dos países vecinos atravesaba un conflicto de política migratoria y una disputa limítrofe. El Salvador tuvo un crecimiento demográfico desmesurado en la década del 60’ y, en una nación donde casi toda la tierra era controlada por unos pocos terratenientes, muchos tuvieron que irse a otros lados a buscar trabajo. Así fue como miles de campesinos salvadoreños migraron a Honduras, donde había más oportunidades para sembrar y laburar las tierras. Los grandes hacendados de El Salvador estaban satisfechos, ya que veían cómo se reducía la alta densidad demográfica sin sacrificar sus intereses económicos ni repartir las tierras.
Las empresas estadounidenses United Fruit Company, Standard Fruit Company y Cuyamel Fruit Company establecieron enormes plantaciones de banano en el norte de Honduras y la hicieron el principal producto de exportación del país a cambio de grandes concesiones de tierra para quienes trabajaran allí. Con la llegada de los salvadoreños, las protestas en Honduras eran algo de todos los días porque se sentían desprotegidos al perder sus trabajos y sus tierras en manos de los inmigrantes. Para contrarrestar la crisis social, el presidente Oswaldo López Arellano implementó la nueva Ley de Reforma Agraria que implicaba expropiar el suelo y dárselo únicamente a los campesinos nacidos en territorio hondureño.
Con la nueva reglamentación, unos 200 mil jornaleros deberían regresar a los pagos que los vieron nacer y tenían que dejar de lado todo aquello por lo que trabajaron. Pese a su resistencia, muchos pobladores comenzaron a regresar de malhumor a El Salvador, con la idea de que les robaban algo que se habían ganado de forma lícita. A esto se le sumó que comenzaron a llegar noticias sobre las persecuciones a manos de sus vecinos de Honduras -en especial por una organización paramilitar denominada La Mancha Brava– que se encargaba de perseguir, detener, violar y matar salvadoreños en zonas fronterizas. De esta manera, el presidente de El Salvador, Fidel Sánchez Hernández denunció al Estado hondureño como promotor de la violencia ante organismos internacionales y cortó su relación con López Arellano, con quien previamente se llevaba bien debido a que compartían la simpatía por la política estadounidense y el odio hacia el comunismo.
Mientras tanto, se debían jugar las semifinales de las Eliminatorias. En el primer partido pasó lo que suele ocurrir en este tipo de cotejos: los hinchas hondureños fueron a hacer ruido a la puerta del hotel donde concentraba El Salvador en Tegucigalpa para no permitirle dormir al plantel rival. Leonard Welch a los 44 minutos del segundo tiempo anotó el solitario gol de Honduras, a la que le bastaba empatar de visitante para jugar ante Haití (3-0 en el global ante Estados Unidos).
El clima en la revancha fue más hostil. Hinchas salvadoreños rompieron las ventanas e ingresaron al hotel donde se alojaban los jugadores de La Bicolor, quienes tuvieron que escapar de madrugada y buscar refugio en casas de compatriotas. El día previo al encuentro, Honduras suspendió el entrenamiento y tuvieron que viajar al Estadio Flor Blanca -actual Jorge Mágico González- en micros blindados. Además, hubo muchos enfrentamientos entre ambas parcialidades en las calles. Al enterarse de esta actitud, los pobladores de Honduras salieron a copiar la conducta del pueblo de El Salvador. Golpearon, saquearon negocios y casas de todos aquellos que tuvieran algo que ver con esa bandera. La locura estaba instalada y de ambas partes no ayudaban a bajar los decibeles. Esa noche, La Selecta ganó 3-0 con un doblete de Juan Ramón Martínez y un gol de Elmer Acevedo (todos en el primer tiempo) y forzó un desempate.
Con el conocimiento de la disputa en la región, el periodista polaco Ryszard Kapuściński -único corresponsal en el extranjero de la Agencia de Prensa Polaca- viajó a cubrir los hechos y la calificó como La Guerra del Fútbol. Sin embargo, en ambos países coinciden en que el conflicto bélico no fue causado por el deporte en sí, sino que la mecha ya estaba a punto de explotar previamente. En diálogo con Cultura Redonda, el periodista salvadoreño Luis Levy afirmó: “Se ha pensado erróneamente que el partido fue causa de un levantamiento armado, pero el nombre La Guerra del Fútbol es fruto de una pura coincidencia. La lucha de tierras cultivables ya existía.” Por su parte, su colega hondureño Rely Maradiaga aseguró que “el fútbol fue una forma poética de vender un conflicto que ya estaba establecido entre dos países limítrofes que solo necesitaba una chispa para que se pudiera hacer realidad. El partido la aceleró, pero la Guerra hubiese existido igual.”
«El partido la aceleró, pero la Guerra hubiese existido igual»
El 27 de junio de 1969 se disputó el partido decisivo en el flamante mundialista Estadio Azteca, que tenía a cinco mil policías mexicanos separando a los hinchas en las tribunas. Para El Salvador, Juan Ramón Martínez volvió a convertir dos goles, mientras que los empates transitorios de Honduras fueron anotados por la Coneja José Enrique Cardona y Rigoberto Gómez. A los 11 minutos del primer tiempo suplementario, José Antonio Quintanilla metió el gol que le dio a La Selecta la victoria por 3-2 y la clasificación a la final ante Haití. En el vestuario, a ambos planteles les llegó la noticia que los países habían roto relaciones diplomáticas y que la guerra estaba por comenzar.
Fueron cuatro días. Cien horas de conflicto entre el 14 y el 18 de julio de 1969. A las 18:00, El Salvador invadió Honduras luego de que un pelotón del Ejército hondureño ametralló una Guarnición Militar fronteriza en El Poy, del departamento salvadoreño de Chalatenango. Ganó el dominio aéreo bombardeando las ciudades de Tegucigalpa, Juticalpa, Gracias, Amapala, Choluteca, Catacamas, Nacaome y Santa Rosa y -un día después- avanzó vía terrestre, ingresando ocho kilómetros más allá de la frontera. El 15 de julio, Honduras lanzó una contraofensiva sin éxito.
Los líderes de la Organización de los Estados Americanos se reunieron en Washington y demandaron “suspender las hostilidades, restablecer las cosas al estado en que se hallaban con anterioridad al conflicto armado y tomar las medidas necesarias para mantener la paz y la seguridad interamericanas y para la solución del conflicto por medios pacíficos”. A su vez, amenazaron a El Salvador con una posible ruptura de relaciones diplomáticas con los países miembros, suspensión del suministro de combustible y suspensión de comercio.
El 17 de julio, una delegación de la OEA llegó al punto de conflicto y ordenó firmar la tregua. Honduras acató, pero El Salvador -que a esa altura ya había tomado 1600 km de tierra enemiga- sostuvo que el cese del fuego y el restablecimiento de las cosas al estado en que se hallaban con anterioridad al conflicto eran dos cosas muy distintas y que, si bien aceptaba lo primero sin condiciones, lo segundo debería quedar sujeto a negociación. Además, exigió que parara la persecución de sus compatriotas.
A cuatro días y cuatro horas del inicio de la Guerra, el fuego cesó el 18 de julio a las 22:00 de América Central. Las consecuencias de esta fueron la muerte de entre cuatro mil y seis mil civiles con más de 15 mil heridos y el regreso forzado a su país de entre 60 mil y 130 mil de los 300 mil salvadoreños que vivían en Honduras. Ambos países rompieron relaciones hasta 1980 y recién resolvieron el conflicto limítrofe en 1992. Queda claro que los vecinos, a veces, no son muy amables. Por cierto, El Salvador tuvo que jugar otro tercer partido y un nuevo gol de Juan Ramón Martínez en el alargue ante Haití en Jamaica le dio la primera clasificación mundialista de su historia.
Consecuencias futbolísticas
El Salvador volvió de México sin haber metido un gol (derrotas 0-3 ante Bélgica, 0-4 ante el anfitrión y 0-2 ante la Unión Soviética). Doce años después en España, Luis Ramírez sí pudo convertir en la tristemente célebre caída por 10-1 ante Hungría (máxima goleada en la historia de las Copas del Mundo). Con traspiés ante Bélgica -otra vez- 0-1 y Argentina 0-2, La Selecta desea puntuar cuando llegue la tercera participación en un Mundial.
Luis Levy contó que “las que nos llevaron al del 70’ y al del 82’ fueron generaciones espontáneas y no el fruto de una buena gestión. De hecho, estas selecciones sufrieron mucho en organización y logística en sus viajes a México y España. Tuvimos la suerte de contar con jugadores como Raúl Magaña, Salvador Mariona y David Cabrera en 1970 y con Mauricio Cienfuegos y el Mágico González en 1982, quienes siempre comentaron todo lo que pasaron para llegar al Mundial. Lastimosamente el problema en gestión siempre estuvo, pero estas generaciones lo disfrazaron con alegría y buen fútbol en la cancha.”
Por el lado de Honduras, Rely Maradiaga catalogó la derrota ante El Salvador como “una de las tres más dolorosas. No solamente porque fue ante un país vecino, sino porque teníamos a la Coneja Cardona, un hombre consagrado y estrella de Atlético Madrid que parecía ser el arma clave para poder ganar.” Maradiaga también sostiene que el golpe de la derrota “revolucionó un cambio de autoridades en la FENAFUTH y se comenzó a trabajar en un proceso formativo que nunca se había desarrollado. Tanto es así que en el Mundial Sub-20 de Túnez 1977 se establecieron las bases para armar una selección que clasificó a España 1982 con el 65%/70% del plantel jugando juntos durante aproximadamente siete años. La figura de José de la Paz Chelato Uclés Herrera -el mejor entrenador de la historia de Honduras- fue clave para armar un verdadero equipo que jugó una enorme cantidad de amistosos todas las semanas en el primer proceso serio del fútbol hondureño.” Los Catrachos debutaron en España con un empate 1-1 contra el local, en un partido en el que La Bicolor se había adelantado a los siete minutos del primer tiempo gracias a un gol de Héctor Zelaya. Eduardo Laing fue quien convirtió en la igualdad a 1 ante Irlanda del Norte, antes de quedar eliminados ante Yugoslavia por 1-0 sobre la hora. Según Maradiaga, “los artífices de ese buen momento de Honduras fueron Rodolfo Ramírez Godoy por lo logrado en el Mundial de Túnez y Chelato Uclés. El gran mérito dirigencial fue haberles entregado el poder y dejarles trabajar a estos dos entrenadores.” En 2010 y 2014, Honduras clasificó a dos Mundiales consecutivos de la mano de dos directores técnicos colombianos: Reinaldo Rueda en Sudáfrica y Luis Fernando Suárez en Brasil. En el primero, se destacó un 0-0 ante Suiza en Bloemfontein que les privó a los helvéticos la clasificación a octavos.
Un encuentro de fútbol fue utilizado para argumentar una batalla que poco tuvo que ver con la redonda. Lo anecdótico terminó por ser la clasificación de El Salvador al Mundial de México 1970.
- AUTOR
- Guido Antonelli
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