#Rusia2018xCR
La insoportable levedad de Brasil
Muchos dicen que Brasil pasa a octavos de final por su historia. Por la mística que arrastra la lírica delirante que los artífices envueltos en casacas amarillas supieron tejer con sus botines. Es probable que tamaña explicación más metafísica que real no baste. Brasil esta delineado como un equipo automatizado. Es quizá su forma más potable para arribar a la victoria en un Mundial inestable e impredecible. ¿Pero a costa de sacrificar, acaso, el jogo bonito?
Lo cierto es que el nivel de juego brasileño ha decaído en cuanto a su creatividad desde el 2006 a la fecha. A esto podría respondar el cese de la camada de Ronaldinho, Ronaldo, Adriano, Zé Roberto, Kaká y compañía, reemplazada por un conjunto de futbolistas que si bien supo obtener mieles inmediatas (Copa América 2007, por ejemplo) es más recordada por lo estrepitoso de sus caídas: la maldición de los cuartos de final en Alemania ’06 y Sudáfrica ’10, la sequedad de las Copas Américas 2011, 2015 y 2016, coronado por el estrepitoso 1-7.
Este es un Brasil que aún busca quitarse dicha espina, reinventar su identidad, con la bendición de contar con estrellas de habilidades únicas que le permiten acompañar dichos procesos con el resultado. Pero no hay dudas que el titán hoy sangra. Transpiró ante Suiza y no brilló ante Costa Rica. Serbia, por un momento, lo sobrepasó en cuanto a juego y control. Es la apuesta constante a lo desequilibrante de sus talentos individuales lo que parece mantener en pie a Brasil.
La bendición para este conjunto victorioso por inercia (con todo lo bueno que esto implica en la exigencia de ganar o ganar), es que llevará a cabo un partido de octavos de final que la estadística, sedienta de domar a lo impredecible, titularía como cotidiano. Los cariocas casi que desconocen lo que es partir en dicha instancia (pasa que Caniggia…), mientras que México acarrea uno de los maleficios más reconocidos a nivel selección, el cual cercena su existencia mundialista por fuera de esa fase.
Nadie se animaría a decir, sin embargo, que esto es historia cerrada. Solo sabemos que del Brasil del Más Que Nada, queda más nada que más.
Relacionado
- AUTOR
- Esteban Chiacchio
Comentarios