#Rusia2018xCR
La magia del destino
Diez minutos después la pesadumbre invade los corazones marroquíes. El 3-0 final fue insuficiente. Una llamativa remontada de los escandinavos ante el futuro subcampeón del mundo modifica el cuadro de segunda ronda y penaliza a Marruecos con la eliminación. Los dos empates previos de Noruega y el fresco triunfo ante Brasil colocaron a los hermanos Flo, Ole-Gunnar Solksjaer y compañía en octavos, donde caerían por la mínima ante Italia. Marruecos comenzaría a transitar un largo camino al margen de las Copas del Mundo.
Quizá en esos días se decidía parte del destino. Allí en Francia. A menos de un centenar y medio de kilómetros de Marsella, en Draguignan, una pequeña ciudad que observa desde arriba las bellezas de la Costa Azul francesa, un rubio y fornido defensor central del club local iniciaba la cuenta regresiva hacia su último día como futbolista.
Jugador de poco renombre, Hervé Renard había alcanzado la cima de su fútbol en una única presentación en la primera división francesa. Enzo Francescoli, Abdelaziz Bourdebala y David Ginola fueron algunos de los protagonistas del Racing Matra que derrotó a la única formación de AS Cannes que contó con la presencia de Renard. Un Renard que vio de cerca el crecimiento de Didier Deschamps y Marcel Desailly en alguna convocatoria juvenil francesa y observó la aparición fulgurante de un tal Zinedine Zidane en los Dragones Rojos, todos grandes artífices de la conquista que Francia estaba por sellar en su propia Copa del Mundo.
Renard comenzó su carrera como entrenador en 1999. SC Draguignan, enclavado en lo profundo del fútbol de ascenso francés, cambió la camiseta del futbolista por el buzo de entrenador y propició el puntapié inicial de una larga carrera que hoy está cerca de las dos décadas. El inquieto y carismático espíritu de este hombre nacido en 1968 en Aix-Les Bains, superó fronteras y se hizo hombre de confianza de un compatriota acostumbrado a las mudanzas excéntricas: Claude Le Roy. De su mano trabajó en China e Inglaterra, para llegar a su tierra prometida en 2007. Ghana le abrió la puerta de África como ayudante de Le Roy. Y al año siguiente Zambia lo acogió como entrenador del seleccionado nacional.
Zambia aún sufría el duelo del trágico accidente que borró de un plumazo a una generación promisoria en 1993. Ni siquiera aquellos héroes que, liderados por Kalusha Bwalya, estuvieron al borde de la hazaña en las Eliminatorias para Estados Unidos 1994, pudieron sostenerlo mucho tiempo en las alturas del fútbol africano. Justamente, Marruecos le había impedido clasificar al Mundial a ese grupo de jugadores que intentaban derrotar al cruel destino sufrido por sus compañeros fallecidos al despegar desde Libreville, Gabón. Pero el destino dejó a Renard su primer gran desafío.
La Copa de África de 2010 fue escenario del primer paso en la resurrección de los Chipolopolo. Zambia alcanzó los cuartos de final por primera vez desde 1996 y, aunque cayeron por penales ante Nigeria, dieron señales de vida tras una larga letanía. Un año antes en la CHAN –disputada por jugadores del medio local de cada nación africana- había alcanzado un auspicioso tercer puesto. Renard emigró a Angola y a Argelia, pero retornó a Zambia para completar su trabajo en Gabón-Guinea Ecuatorial 2012. Y la misma ciudad que había visto partir hacia la muerte a aquellas figuras del ayer, abrazó a una Zambia campeona de África tras superar, contra todo pronóstico, a Costa de Marfil en una dramática definición por penales.
Y el propio Renard fue el elegido para guiar a la gran generación marfileña –ya sin Didier Drogba, pero con los hermanos Touré, Gervinho y Wilfried Bony en el plantel- a decorar la gran carrera individual de sus jugadores con un título continental. Tras el fracaso en Sudáfrica 2015 bajo la conducción de Sabri Lamouchi, Los Elefantes recibieron con los brazos abiertos al entrenador francés, que regresaba a África tras una experiencia poco feliz en el fútbol de su país. Y una vez más el Hechicero Blanco condujo a sus pupilos al éxito. Nuevamente una extenuante definición por penales. Esta vez ante Ghana. Aquel seleccionado que le abrió la puerta a los caprichos que el destino le había preparado en el continente negro.
Tras la consagración, Renard volvió a Francia. Como había ocurrido en Sochaux un par de años antes, su paso por Lille resultó frustrante. Y el destino metió la cola nuevamente. Los caminos de un conductor con pergaminos en África y más penas que gloria en su propio país, se unieron con los de aquel seleccionado que se despedía de las Copas del Mundo cuando su carrera en los banquillos comenzaba a gestarse: Marruecos.
Hoy Marruecos está en Rusia 2018. Tras superar a Guinea Ecuatorial con lo justo en la segunda fase -ganó 2-0 de local y fue derrotado 0-1 de visitante, aún bajo la conducción del legendario Badou Zaki-, una gran fase final -tres victorias y tres empates con 11 goles a favor y la valla invicta- la depositó en una Copa del Mundo nuevamente. Costa de Marfil resultó la víctima del blondo conductor galo. Veinte años después de aquella dolorosa eliminación en Francia, los Leones del Atlas volverán a rugir en la máxima cita futbolística. Para Renard será la primera experiencia mundialista. La gran oportunidad de mostrarle al mundo que África está futbolísticamente viva. Quizá haya sido el destino. O quizá un nuevo truco de magia de este enorme Hechicero Rubio.
Relacionado
- AUTOR
- Nicolás Di Pasqua
Comentarios