Calcio
La parábola imposible
Por Juan Pablo Porta [1] y José del Tronco Paganelli[2]
Introducción
Según el diccionario, el término “parábola” refiere a una “curva abierta/sección cónica de excentricidad igual a 1”, pero es también una “narración breve y simbólica de la que se extrae una enseñanza moral”.
La parábola imposible es la primera indagación de una serie que explora momentos épicos del fútbol; historias de goles, sus contextos y sus protagonistas, hasta el cálculo matemático-geométrico de la trayectoria de la pelota. Una serie basada en la idea de intentar revisitar, investigar y desentrañar la magia, para luego -rigurosamente- calcular, dibujar, capturar y finalmente atesorar por siempre la esencia de ese momento único y singular.
La parábola imposible es la parábola de Diego Armando Maradona. La misma indaga en el gol de tiro libre más improbable de la historia del fútbol. El movimiento único de un tobillo nuevo, fracturado y reconstruido poco tiempo atrás. El preludio del éxito del hombre-ciudad y el triunfo del Sur humilde sobre el Norte poderoso.
La técnica, el talento y la estética sublime en el movimiento del pie izquierdo de Diego es imposible de reproducir, pero la trayectoria del balón es un dato calculable. Ese momento, esa trayectoria que conforma la parábola trazada por la pelota desde el impacto del pie de Maradona hasta que la misma ingresa al arco y se convierte en gol (así como las posibles enseñanzas que se desprenden de la historia) es lo que este relato explora y presentamos a partir de ahora.
El contexto
El 3 de noviembre de 1985, la Juventus llegaba al San Paolo de Nápoles habiendo ganado sus ocho partidos del torneo, con 16 goles a favor y sólo tres en contra. Por su parte, el equipo dueño de casa contaba con diez unidades, producto de tres triunfos, cuatro empates y una derrota (sufrida justamente en la fecha anterior, contra el Torino, rival clásico de la Vecchia Signora, por 2-1 en calidad de visitante).
Para los napolitanos, la visita del representante máximo del norte opulento suponía, siempre, la oportunidad de reafirmar, altivamente, su existencia. A diferencia de años anteriores, ahora tenían con qué pelearle al equipo de Platini, Laudrup y compañía. Esa tarde gris, el San Paolo entero se vistió de gala para recibir a la Juventus. Una representación teatral, en versión libre, de la parábola del rico y el pobre. Un mesías que viene a redimir a los excluidos para poder vivir una vida buena en el más allá. La diferencia esencial entre las enseñanzas de San Lucas (16, 19-31) y su representación futbolística, es que los napolitanos aspiraban a obtener la gloria en la vida terrenal, sin tener que esperar a llegar a un reino celestial. El elemento común en ambas historias, que daba lugar a la ilusión de los feligreses, era la presencia del “enviado”, un ser elegido, encomendado para salvar a los devotos de la Italia meridional. Un napolitano nacido en Argentina, de apodo “Pelusa”, llamado Diego Maradona.
A mediados de la década de 1980, la liga italiana (la Serie A) era la más poderosa y atractiva del orbe. Los mejores jugadores del mundo eran atraídos por equipos italianos, especialmente por los gigantes del norte: Milan, Inter y Juventus, entre algunos más. De tal manera, no resultaba sorprendente que Maradona llegara a jugar en el Calcio pero sí que lo hiciera con el Napoli, un equipo del sur, con sólo dos títulos en su haber y que nunca había logrado el famoso Scudetto. Mientras Zico jugaba en el Udinese, Platini lideraba a la Juventus y Rummenigge lo hacía en el Inter, Maradona optaba por un club humilde, de una ciudad pobre y despreciada[3], pero muy pasional.
Maradona llegó a Nápoles en junio de 1984, y su primera temporada fue difícil. El Napoli terminó octavo en la tabla general y recién en la segunda rueda pudieron empezar a verse destellos del que sería, más adelante, el mejor Maradona.
Si bien el comienzo del campeonato fue irregular, la segunda temporada de Diego con camiseta del Napoli mostraría una mejora considerable en el funcionamiento. El mismo Diego lo confirmaba en una nota para la televisión. “Cuando yo llegué a Napoli (un año antes), veía que la mentalidad era negativa, de retroceso. Este año, la situación es diferente”. Aunque Diego era ya el líder indiscutido del equipo, el 3 de noviembre de 1985 representó un punto de inflexión, tanto en la historia del Napoli como en la relación de Maradona con los napolitanos, y probablemente con Italia en general[4]. Esa tarde, Diego terminó de convertirse en algo más que un ídolo futbolístico. Su idilio con los tifosi del Napoli terminó de tomar forma aquel mediodía otoñal de 1985, y se extenderá probablemente hasta la eternidad.
Las formaciones de aquel domingo fueron:
- Napoli: Garella; Ferrara, Carannante, Rénica y Bruscolotti; Celestini, Bagni, Pecci y Maradona; Bertoni y Giordano.
- Por su parte, la Juventus formó con Tacconi; Favero, Scirea, Brio y Cabrini; Bonini, Pioli, Platini, Laudrup; Massimo Mauro y Aldo Serena.
El árbitro del partido fue Giancarlo Redini, originario de la ciudad de Pisa, quien expulsó a Bagni (Napoli) y Brio (Jueventus), por un codazo del segundo sobre el primero que generó un tumulto dentro del campo, luego del cual el silbante terminó expulsando a ambos jugadores.
Desde un inicio, fue el Napoli quien tomó las riendas del partido. De la mano de un Maradona desbordante, durante todo el primer tiempo el equipo azzurro se encargó de llevar peligro al arco de Tacconi. Dos veces Daniel Bertoni, una vez Giordano, y también Pecci con un tiro de larga distancia mostraban que el Napoli quería ganar mientras que la Juventus, primero en la tabla, apostaba a no perder (en esa época, no sólo los porteros podían tomar con la mano los pases de sus defensores, sino que los equipos ganadores obtenían solo dos puntos, por lo que el empate era un resultado más atractivo que en la actualidad).
En el segundo tiempo, y ya con los dos equipos con diez jugadores, la tónica del encuentro se mantuvo inalterada. Maradona adquirió mayor protagonismo, y sus arranques eran contenidos con faltas la mayor parte del tiempo. El correr de los minutos, y el campo pesado por una lluvia incesante, atentaban contra el deseo de victoria de los locales, cuyas llegadas al arco de la Juventus se hacían cada vez más esporádicas. Pero la historia puede torcerse, incluso cuando menos se lo espera. En el minuto 71, Carannante, defensor del Napoli, ganó un balón en lo alto y con su cabezazo alcanzó la pelota a Maradona. Cruzando el círculo central en posición de 10 retrasado, Diego levantó la cabeza y lanzó un pelotazo largo al área rival, hacia donde ingresaba su compatriota Bertoni en posición de extremo derecho. El delantero argentino intentó bajar el balón y aunque su control fue defectuoso, ello -paradójicamente- terminó beneficiándolo. El rebote, excesivamente alto, provocó que al intentar rechazarlo, el líbero Gaetano Scirea rozara con su pie izquierdo la cabeza de Bertoni y provocara su caída dentro del área. La pierna levantada de forma imprudente por el defensor de la Juventus a la altura de la cara del delantero celeste, llevó al árbitro Redini a señalar “jugada peligrosa”; tiro libre indirecto para el Napoli en el área grande de la Juve.
Mientras el árbitro hacía ingresar a los asistentes para que pudieran atender al atacante del Napoli, Maradona se acercaba lentamente al lugar. Durante esos segundos, mientras Diego caminaba al encuentro del balón, se fraguó en su mente la posibilidad del gol imposible.
Las imágenes del momento muestran a un árbitro preocupado por ubicar a la barrera a una distancia reglamentaria de la posición del balón, mientras los jugadores de la Juventus hacían caso omiso de lo señalado por el silbante[5]. Lo reglamentario, como es sabido, es que los jugadores del equipo infractor deben ubicarse a una distancia radial mínima de 9.15 metros del lugar donde se ubica el balón, para poder efectuar un tiro libre. En un primer momento, cuando el árbitro se aleja, los jugadores visitantes vuelven a adelantarse, pero Redini regresa para volver a indicarles la distancia. Pese a ello, los siete jugadores de Juventus en la barrera comienzan a dar pasos hacia adelante quedando a no más de cinco o seis metros del lugar donde se ubica el balón. De tal manera, en un tiro libre indirecto, donde además se pierden uno o dos segundos en el primer toque hacia el ejecutor, una barrera adelantada parece ser un límite infranqueable. Más aún, en un cobro dentro del área, a solo 13 metros de la portería rival[6]. El mismo Pecci, compañero de Maradona que se para junto al balón para hacer el primer toque en el tiro libre indirecto, lo reconoce. Según su relato de aquel momento, Diego le pide que se pare del lado derecho del balón y lo dirija hacia él:
- “Pero, Diego, no se puede patear desde acá… Estás muy cerca”
- “Vos dámela a mí”
En un abrir y cerrar de ojos, Pecci acaricia el balón, y Maradona con su pie de prensil[7] logra lo inimaginable; poner la pelota por encima de la barrera, con la suficiente fuerza para superarla pero con la delicadeza necesaria para evitar que se vaya por encima del travesaño. El vuelo de Tacconi hace más espectacular la obra de arte del nuevo santo patrono de los napolitanos.
82 mil personas enloquecen en un San Paolo regado de agua bendita. Los reporteros corren, los alcanzapelotas saltan, la gente en las tribunas se desespera[8], pero en el fondo nadie entiende bien lo que está sucediendo. No saben si están viviendo un sueño, si lo que pasó es cierto, si fue un milagro de San Genaro, si podrán finalmente festejar un triunfo frente a la opulencia acostumbrada a ganar siempre. Con la victoria definitiva por 1-0, algunas de esas dudas se transforman en certezas.
La parábola
La parábola de Maradona reconstruye matemática y geométricamente una aproximación al cálculo de la trayectoria de la pelota en el gol de Diego a la Juventus. Desentrañar los datos que rodean y controlan el evento de este gol, persigue la inocente e insana idea de intentar controlar y perpetuar para siempre este momento con la ayuda de la matemática y la geometría.
Si el fútbol es un sistema de relaciones complejas, la geometría y la matemática analítica pueden en ese caso colaborar como plataforma para visualizar, analizar y hasta quizás también operar. En la geometría se producen intercambios, transformaciones, negociaciones y evoluciones de componentes de variados niveles lógicos. La geometría es un instrumento de distinción, reconocimiento, simulación, generación y diferenciación. Respetando reglas y formando cadenas que se vinculan entre sí, su interior consigue condicionar y solicitar el andamiaje del evento foco de este análisis. Este tipo de plataformas de estudio constituyen un material contingente cuyas posibilidades operatorias manipulan datos en dimensiones altamente heterogéneas. El trabajo está basado en una sistemática relacional que abre campos de percepción y proyección no visibles ni intuibles en un primer momento, así como nuevas lecturas de un material, permitiendo un desarrollo subjetivo que se construye generalizando lo singular y especificando lo genérico, sacando provecho, y en este caso perpetuando la visualización de aquello con lo que se encuentra.
Para construir la parábola del tiro, se calculan primero los recorridos bidimensionales (trazados en ejes X e Y) en planta y sección por separado. La posición de la pelota se evalúa mediante ecuaciones de movimiento parabólico que determinan el lugar en cada instancia de su trayectoria fraccionada en partes de segundos. Las dos parábolas permiten luego construir tridimensionalmente las elipses que contienen cada una de las dos parábolas parciales. Ambas elipses constituyen el andamiaje geométrico cuya intersección compone la parábola final del disparo de Maradona, trasladando el cálculo de posición de la pelota en X e Y a su desplazamiento tridimensional que incorpora el eje Z.
Vivimos una época en la cual existe un encanto abrumador en relación a los datos y su visualización. Desentrañar y mostrar el fascinante mundo de este gol, lo cual se aparta de lo observado históricamente hasta ahora, posiciona, enmarca y perpetúa el evento como una obra de arte para siempre.
La enseñanza moral
En 1984, cuando Maradona fue contratado por la Società Sportiva Calcio Napoli, el mundo del fútbol esperaba que llegase una estrella, un gran jugador, pero solamente los napolitanos deseaban que Diego transformara a ese equipo de segunda categoría (que solía pelear para no descender) en un club habituado a ganar. Finalmente, durante su estadía de poco más de seis años, el Napoli de Maradona ganó dos Scudettos, una Copa de Italia, una Recopa de Italia y una Copa UEFA, además de vencer sistemáticamente en esos años al Milan, al Inter y a la Juventus, representantes del norte poderoso y multicampeón.
Así, apenas comenzó a ganar, Maradona pasó de ser una figura simpática a convertirse en una amenaza. Alguien que levantaba la voz a favor de los italianos del sur (“poverinos”, “terroni[9]”), pero cuyos logros iban mucho más allá de las palabras. Alguien que desafió las jerarquías del fútbol pero cuya irreverencia llegó a niveles inaceptables durante la Copa del Mundo de 1990 -disputada en Italia-, cuando previo al encuentro de semifinales entre Italia y Argentina -a disputarse en el mismísimo San Paolo, en Nápoles- Diego recordó a los napolitanos el estatus de paria con el que los medios hegemónicos y los italianos de Roma hacia el norte solían considerarlos. Rememorando las hazañas conseguidas y su aporte leal a la causa de la ciudad cada vez que el Napoli lo necesitó, Maradona dijo a los medios que él no podía pedirles nada a los napolitanos después de todo lo que le habían dado, pero dejó entrever la felicidad que le provocarían en caso de que alentaran a su Selección, la Argentina, frente a la de su propio país, Italia.
Con la derrota de Italia consumada, después del Mundial, llegó la “vendetta”. Maradona -ya antipático para la mayor parte de los italianos- se transformó en el “diavolo” (tapa del Diario TuttoSport). La encarnación del enemigo nacional. En una encuesta realizada por el diario La Repubblica, durante esos meses, Maradona resultó el personaje más odiado de Italia, por encima de artistas, políticos, dictadores y gente del mundo del espectáculo. Fue acusado de drogadicto, de ostentoso, de nuevo rico y de hacer fiestas reservadas para gente de cierto nivel; nivel que Maradona no alcanzaba por su origen humilde.
A principios de 1991, una investigación de la policía judicial italiana encontró a Maradona culpable de diversos delitos, relacionados con la posesión de drogas. Fue sentenciado a una pena de cárcel de un año y dos meses en suspenso, y al pago de 5 millones de liras (que hoy significarían menos de 2,600 euros). Luego de negociar su declaración, Maradona afirmó a la prensa que nada había cambiado para él, y que terminaría el campeonato con el Napoli. Al poco tiempo, el 17 de marzo de ese año, Maradona jugó su último partido con la camiseta celeste. Luego del empate en un gol frente al Bari, en el estadio San Paolo, el doping positivo de Diego derivó en una suspensión de 15 meses, la más larga recibida por un jugador de fútbol hasta ese momento.
La parábola imposible nos deja dos enseñanzas. En primer lugar, que la magia puede ser medida, calculada e interpretada aunque no pueda ser reproducida. Que el arte no sólo debe admirarse sino que su construcción puede analizarse científicamente, y que ello quizás, lo hace más sublime. La segunda enseñanza, de carácter moral, es que rebelarse contra la injusticia no sólo es deseable sino posible, pero ello tiene consecuencias. Es posible vencer al poderoso cuando uno es humilde, pero sólo en aquellas batallas que no ponen en riesgo su estatus, la supervivencia de sus privilegios y su modo de vida. Maradona hizo todo eso, varias veces, en poco tiempo y en un país que no era el suyo.
La parábola maradoniana, su magia, y sus efectos, son tangibles, se pueden medir, y pueden servir de enseñanza. Que así sea.
[1] Arquitecto / Master en Urbanismo y paisaje. Profesor de la Universidad Torcuato di Tella, en Argentina. juanpabloporta@gmail.com
[2] Doctor en Ciencia Política. Profesor Investigador de Tiempo Completo en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede Académica de México. josedeltronco@gmail.com
[3] Los cánticos de la hinchada de la Juventus, el día del partido que da origen a este texto, rezaban lo siguiente: “Napoli mierda, Napoli cólera, vos sos la vergüenza de la Italia entera”. “Lávalos con fuego, lávalos con fuego, oh Vesubio, lávalos con fuego!”
[4] Esta parte de la historia es desarrollada en la publicación ahora en curso.
[5] En este tipo de detalles, a veces imperceptibles, es donde se aprecia muchas veces el sesgo de las autoridades a favor de ciertos equipos y en contra de otros. Difícilmente, el favoritismo se manifieste de forma explícita. “Inclinar la cancha” o “favorecer a un equipo” se hace muchas veces a través de gestos imperceptibles, o jugadas “del montón” que suelen pasar desapercibidas. Una de ellas es la manera y el lugar en que los árbitros ubican la barrera ante un tiro libre peligroso. Si el árbitro es imparcial intentará ubicar la barrera en su lugar, y hará lo posible para que ésta no se adelante. De lo contrario, será mucho más permisivo en su accionar; ubicará la barrera en su lugar, pero no hará lo necesario para evitar un adelantamiento, y en caso de darse, si el tiro libre es fallido, no volverá a ejecutarse. En el caso de un choque Napoli-Juventus, en 1985, el “caballo del comisario” era la Juventus y no el Napoli, y Maradona -a pesar de ser una figura mundial- no tenía la estatura para condicionar a los árbitros como pudo hacerlo años más tarde, luego de ser campeón del mundo.
[6] Un elemento que puede pasar desapercibido y que sugerimos aquí -sin poder ya nunca confirmarlo- que llevó a Maradona a no reclamar al árbitro por la cercanía de la barrera, es que ubicarla en su lugar (a 9 metros con 15 cm) cuando había tan poca distancia con la línea de gol, significaba probablemente una dificultad adicional para Maradona, ya que era como colocar “el camión debajo del arco”.
[7] En una nota publicada por el diario Página 12 de Buenos Aires, y firmada por Adrián Michelena, el autor cita a Fernando Signorini, entrenador personal de Maradona durante buena parte de su carrera: “Lo fundamental de Maradona (ocurrió) después de la lesión de Goikoetxea (el vasco que lo fracturó en un partido Barcelona-Athletic Bilbao, de 1983). Diego tuvo que reacomodar toda la secuencia biomecánica para volver a ser. Y logró mejor efectividad incluso que la que tenía antes.” https://www.pagina12.com.ar/76639-el-misterio-oculto-en-los-pies-de-maradona
[8] Los reportes de la jornada indican que hubo cinco personas desmayadas y dos más que sufrieron un infarto durante el partido.
[9] Según Pino Aprile, autor del libro “Terroni: Todo lo que se ha hecho para transformar a los italianos del Sur en sureños”, “Terroni” es un término despectivo que se utiliza para insultar a la gente proveniente del sur de Italia. El término “Terroni” viene de tierra, y se utiliza para describir a personas sin educación, perezosas, poco dispuestas a hacer esfuerzos para progresar, y por lo general poco higiénica.
- AUTOR
- Cultura Redonda
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