Opinión
La psicología social en el fútbol
El fútbol. Esa extraordinaria experiencia que motiva pasiones exacerbadas. Ese juego divino que combina en una receta magistral la estrategia y el factor sorpresa. Ese deporte capaz de acaparar una vereda de un barrio cualquiera y de mover enormes cantidades de dinero con la misma facilidad. El fútbol es eso. Un juego. Un deporte. Una pasión. Una actividad inigualable que nos hace sufrir y gozar, reír y llorar, nos transporta a una catarata de júbilo o nos derrumba al más profundo silencio.
En ese ámbito pasional pero también comercial, que nos obliga a socializar, a mancomunar fuerzas con los nuestros y a interactuar con gran cantidad de actores que presentan distintos niveles de exigencias e inquietudes aparece el verdadero protagonista de la historia: el jugador. Ese ser humano sensible, permeable a los factores externos, pasible de cambios anímicos importantes como cualquiera de nosotros. Ese actor que, a la vez que desarrolla una actividad deportiva y cumple con los requisitos técnicos y físicos que ésta le demanda, debe lidiar con la constante exigencia de entrenadores, dirigentes, compañeros, árbitros, representantes, periodistas, críticos e hinchas. Que también recibe demandas de su propia familia, de sus amigos y de cada integrante de su círculo más allegado en lo personal.
Pero incluso antes de enfrentarse a todos esos desafíos, debe sortear uno tanto o más importante que aquellos: socializar. Entenderse como parte de una sociedad. De un equipo de trabajo que cuenta con distintos niveles. Con iguales, con escalafones más bajos y con estamentos superiores. Sin la comprensión de esta posición dentro de una organización, el jugador se enfrenta a un fracaso muy probable, derivado de la falta de adaptación al medio social en que se encuentra. Un medio en el que debe interactuar con otras personas, con realidades humanas distintas, con diferentes personalidades y exponer sus propios miedos, problemas e inquietudes, derivados o no de la propia actividad, que pueden perjudicar su rendimiento individual e incluso el colectivo.
Allí es donde aparece el campo de acción del psicólogo social dentro del fútbol. Trabajando con el futbolista como parte de un grupo y con el conjunto en su totalidad para conseguir optimizar sus posibilidades de rendimiento, a través de un ambiente cómodo para el desarrollo de cada una de las partes que lo componen. Aminorando el impacto colectivo de la realidad individual de cada integrante del grupo y resguardando al conjunto de los resquemores e inconvenientes que puedan aparecer como producto de la propia actividad de equipo. Tratando con el mismo interés aquellos problemas que surgen fuera de la actividad deportiva como los que nacen directamente desde el día a día de la organización deportiva en todos sus niveles.
Como afirmaba hace décadas Enrique Pichon Riviére, uno de los exponentes fundamentales de la materia, la psicología social aparece en el deporte como una actividad significativa dentro de un conjunto de tareas abocadas a la dirección y el desarrollo grupal de un equipo. El tiempo le dio la razón y hoy la participación del Psicólogo Social, en un deporte que se ha perfeccionado como tal pero también se ha convertido en un medio para alcanzar el bienestar económico en todos los estamentos, resulta fundamental para equilibrar las diferentes ambiciones, solventar los problemas individuales y colectivos y mejorar el ámbito de trabajo como aspecto determinante para conseguir los resultados esperados por todas las partes.
Mariela Regalbuto – Psicóloga Social (CAEPS)
Visita su página web o comunícate a la casilla Mregalbuto@hotmail.com
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