América
Las brujerías de Cachavacha en 2010
Detrás de esa melena rubia, ojos claros, camiseta celeste y una derecha envidiable, se encuentra uno de los mejores jugadores que el territorio uruguayo le dio al fútbol: Diego Forlán. Nacido en el año 1979 y criado en la tranquila ciudad capital Montevideo, Cachavacha pareció estar destinado a devolver a la selección a la primera plana mundialista, como lo habían logrado varias décadas atrás José Pedro Cea y Juan Anselmo –en 1930- y el gran Alcides Ghiggia en el famoso y mítico Maracanazo del 1950, ambas citas que quedaron en manos del conjunto oriental y que lo dejan, hoy en día, como uno de los ocho países campeones del mundo.
De todos modos, en esta ocasión, lo que nos lleva a dedicarle unas líneas a este jugadorazo es la actuación que tuvo en el Mundial de Sudáfrica 2010, certamen que terminó con Uruguay en un cuarto puesto, con merecimientos mayores. Durante aquella Copa, en la que la furia española se transformó en fútbol total y dictaminó con el título lo que la gran mayoría preveía, sobresalió la figura del delantero de metro ochenta y 31 años recién cumplidos, para demostrar con su técnica, visión, amague, gol, entre otros atributos, que él había sido el mejor en Sudáfrica. El 23,4% de los acreditados por FIFA votaron lo que fue en definitiva un premio consuelo al mejor jugador por fuera de la máquina española que conquistaba su primera estrella (hasta hoy, claro).
Pero, ¿qué hizo Forlán para merecer esta distinción? ¿Por qué él y no Thomas Muller, o David Villa, o mismo Andrés Iniesta? La realidad es que si se tiene en cuenta el torneo en su totalidad, el premio tiene su merecimiento. Uruguay debutó ante Francia, a priori el rival más complicado en fase de grupos y, en un tibio empate sin goles, Forlán se destacó. De hecho, fue elegido jugador del partido y uno de los principales patrocinadores de la Copa del Mundo se encargó de entregarle el galardón al finalizar el encuentro. No obstante, a «La Celeste» aún le faltaban superar dos pruebas para continuar con el sueño mundialista: la local Sudáfrica y el siempre complicado México.
El 16 de junio, justo ocho años antes de lo que será el debut de Argentina con Islandia, Forlán y compañía se enfrentaban a los locales, que venían de igualar 1-1 con los Charros en el partido inaugural. En Pretoria, con más de 42 mil hinchas, Uruguay casi no tuvo que transpirar para conseguir los primeros tres puntos; un 3-0 categórico lo dejó bien ubicado en busca del pasaje a octavos de final. Forlán convirtió un doblete aquella noche en el Loftus Versfeld. Primero, con un gran remate a media distancia, a los 24′ de la etapa inicial, y luego de penal, cuando restaban diez minutos para el final, obligando nuevamente al patrocinador de cervezas oficial a entregarle el premio al “Player of the Match”.
El grupo A estaba al rojo vivo. Uruguay y México contaban con cuatro puntos cada uno y detrás, Francia y Sudáfrica sólo disponían de una unidad, por lo que el encuentro entre mexicanos y uruguayos definía qué selección se quedaría con el primer lugar del grupo y cuál merodeaba una posible eliminación, teniendo en cuenta que, al mismo tiempo, sudafricanos y franceses se verían las caras y los galos picaban en punta para pasar a octavos por la ventana. Sin embargo, aquello no sucedió, puesto que sorpresivamente (luego se supo que no tanto) Les Bleus cayeron por 2-1 con los locales, y fue así que Uruguay, esta vez con un Luis Suárez salvador, clasificó como primera en el grupo al ganar por la mínima ante los mexicanos, con un gol a los 43 minutos del primer tiempo. Forlán no se llevaría el premio esta vez, pero sí se iría con la certeza de que todavía quedaba mucho camino por recorrer en el país africano.
Artículo relacionado: Grandes duplas: Forlán – Suárez
En octavos, frente a los coreanos del sur, nuevamente Suárez se vistió de héroe para poner en ventaja y luego destrabar el empate a tan solo diez minutos del final. En este partido, disputado bajo una intensa lluvia en el Nelson Mandela Bay de Puerto Elizabeth, Cachavacha se dedicó a tejer los ataques de su equipo y funcionar como nexo entre los tres mediocampistas aguerridos como Egidio Arévalo Ríos, Diego Pérez y Álvaro Pereira y la dupla potente Cavani-Suárez, que terminó por destruir las ilusiones surcoreanas de repetir la hazaña del 2002. El 2-1 final depositaría a Uruguay en cuartos, un partido complicado ante Ghana, que luego se transformaría en uno de los mejores de la historia de los mundiales, definido en la tanda de penales pero con 120 minutos para el infarto. A saber: golazo de Forlán de tiro libre, con una comba que solo se ha visto en pegadas prodigiosas, y -es cierto también- con la polémica Jabulani, que se movía para todos lados impidiendo el destaque de los arqueros y a la vez regalándonos goles memorables como este. Luego, la mano salvadora de Suárez sobre el final del partido, en el minuto 93, causa de su expulsión directa, y posterior penal fallado por Asamoah Gyan. Como frutilla del postre, Sebastián Abreu picaba la pelota en el penal definitivo, el 4-2 que le dio a Uruguay el pasaje a semifinales. Ah, aquel encuentro, entre tantas situaciones, finalizó con Forlán obteniendo, por tercera vez en un mismo Mundial, el premio a mejor jugador del partido.
Quizás las dos mejores versiones del Cachavacha se vieron en los dos cotejos subsiguientes, que coincidieron con derrotas para los dirigidos por Óscar Tabárez. Así de injusto es el fútbol. Ambos encuentros terminaron 3-2, primero a favor de Holanda y luego de Alemania. Al encuentro de semifinales, Uruguay llegaba sin Suárez, suspendido, y con un cambio de esquema, puesto que se sumaba Walter Gargano al mediocampo, y sólo Cavani acompañaba a Forlán en la delantera. El ’10’, a los 41′ de la primera parte, empataría el partido en el Green Point de Ciudad del Cabo, aunque de poco serviría, ya que en el segundo tiempo un vendaval naranja de tres minutos azotó por completo las esperanzas uruguayas, cuando quedaban 20 y 17 minutos para terminar el partido.
La desazón del delantero rubio y compañía era muy grande, habían quedado muy cerca de disputar una nueva final del mundo, y tan sólo quedaba un partido más por el tercer puesto para, entre otras cosas, terminar por consagrar a Forlán como el mejor futbolista del certamen. Él no desilusionó. Convirtió el mejor gol del Mundial 2010 luego de un pase de Arévalo Ríos con una volea magnífica para ponerse 2-1 arriba, aunque cinco minutos más tarde la alegría se fugaría con el empate de Marcell Jansen y el 3-2 definitivo de Sami Khedira, a los 37 del complemento.
Relacionado
- AUTOR
- Juan Podestá
Comentarios