Historias
Las vidas de George
Es fácil ser hincha de un club, un jugador frustrado, o un simple televidente y pronunciar la frase: “Es millonario, le pagan por jugar al fútbol y sale con modelos; ¿de qué se queja?”. Como si un futbolista no fuera una persona, como si fuera alguien sin sentimientos, que sólo se dedica a patear una pelota todos los días, ver crecer su cuenta bancaria todos los meses y tener una familia hermosa. Pero la verdad es que lejos está de ser así en el 100% de lo casos, y se ha comprobado muchas veces que los deportistas de élite padecen ansiedad, caen en vicios, depresión (muchas veces severa), que incluso les lleva a la muerte.
Si bien, la mayoría de los jugadores de alto nivel viven una vida soñada, otros no tanto, por decir que ni se asemejan a eso, puede ser por diferentes motivos, la vida privada cada quien la vive o maneja como quiere o mejor dicho, como puede. En este caso en particular, nos vamos a centrar en la vida de George Green. Antes de preguntar “¿Quién es?” aguarden y lean lo que en Cultura Redonda les ofrecemos hoy.
Comenzaremos por la primera vida que tuvo George, pero no precisamente su nacimiento, sino, su primer deseo de muerte, su primer intento de suicidio. Corría el año 2015 y el joven que tenía unos 19 años se encontraba solo a las nueve de la noche en la estación de tren de Mirfield, Inglaterra. A Green poco le importaba el frío, la soledad y la oscuridad de las vías, ya que es una parada que es prácticamente un punto de paso, en mitad de la nada, pues la gran estación se encuentra en la localidad de Dewsbury, a pocos kilómetros, donde este joven había nacido y crecido. El sólo estaba a la espera de ver llegar a la formación que iba a terminar con su vida. ¿Por qué había tomado esta decisión?
Unos meses antes de aquél día había formado parte del plantel de Everton, era la promesa más importante del equipo, pero ahora se encontraba en la Sexta División, sin ambición y sin dinero. La voz de la estación sonó y dijo que el próximo tren, el cual estaba esperando George, se había retrasado y llegaría más tarde. En ese momento, en su cabeza paró la pelota y empezó a pensar con claridad: “Tenía muy claro lo que iba a hacer, pero cuando oí por megafonía que se retrasaba el tren pensé que posiblemente no era mi hora y que debía darme otra oportunidad”.
A poco de cumplirse dos años de ese momento, finalizaría con su segunda oportunidad de vida, ya que el ex Everton se tragó cual pastilla estuviera a su alcance, lo que le generó una sobredosis. Por milagro, alguien avisó a los médicos, y tras pasar varios días en un hospital, dejó de estar en peligro para poder vivir una vez más. Esto ya es más profundo y habrá que analizarlo bien ¿por qué un joven de 20 años intentaría suicidarse por segunda vez?
La vida de Green fue demasiado rápida, ya que nunca esperó nada y de un momento a otro lo tuvo todo, fue difícil de controlar. A los 15 años jugaba en el equipo Sub18 de Bradford, hoy en día en la Cuarta División, y tuvo un llamado del Tottenham para una prueba. Todos los equipos de la Premier League sabían quién era y lo querían tener en sus filas. De camino a Londres, lo llamaron de su club y le dijeron que se cancelaba la prueba, porque el Everton había pagado dos millones de libras por su pase y que además él iba a recibir 45 mil por la prima del fichaje y un sueldo de 2000 libras semanales. Además, le iban a dar hospedaje en las inmediaciones del predio deportivo y le brindaban transporte siempre que quisiera trasladarse de un lugar a otro. Cualquier mortal diría que estaba cumpliendo el sueño del pibe.
Ya asentado en los Toffees , sin saberlo, todos en el club lo llenarían de presión, y esto le crearía una carga difícil de controlar. Desde sus compañeros de categoría, hasta el mítico entrenador David Moyes, quien dirigió al club durante 11 temporadas y ahora lo hace con el West Ham, veían en Green un parecido (físico y técnico) a uno de los mejores goleadores de la Liga Inglesa, Wayne Rooney. El ídolo del Manchester United, surgido en el Everton, era colorado, tenía cara de nene y con la pelota en los pies también compartían alguna característica.
Simplemente unos pocos entrenamientos hicieron que sea promovido del Sub18 a la reserva, donde compartió plantel con John Stones, actualmente en el Manchester City y con Ross Barkley, ex Chelsea y ahora en Niza. A pesar de los jugadores con los que jugaba Green, fue a este a quien le dieron la cinta de capitán de la categoría y Moyes en alguna situación remarcó que era la mayor promesa del club. Su llegada al equipo de Primera División sería en cuestión de semanas. Ya casi estaba para pegar el gran salto y demostrar que la promesa que era, iba a ser una realidad. Pero como toda esta parte de su vida fue en ascenso y muy de golpe, así mismo se iba a estrellar, no se iba a poder mantener.
A solo dos años de haber llegado al equipo, ya con 17 años en el 2013, todo indicaba que Green iba a representar al Everton en la mejor liga del mundo. Pero una tarde libre lo invitaron a un pub a tomar unas cervezas y ver los partidos de la Premier y nada volvió a ser como antes. Fue al baño del bar y allí conoció a «una blanca mujer de misterioso sabor y prohibido placer». Sin darse cuenta se iba a volver adicto e iba a desviar su maravillosa vida, poniendo en riesgo todo lo que había logrado e incluso a él mismo.
Día tras día iba a ser peor, comenzó a mezclar la cocaína con alcohol, lo cual lo convirtió en un adicto total. Más allá de la dependencia que él mismo creó, arruinó la vida del adolescente libre y alegre que podía tener lo que quería cuando lo quisiera (a base de su esfuerzo y plata), a tener cada vez menos dinero y no tener ganas de jugar al fútbol. Era solo cuestión de tiempo hasta que la granada explotara.
Si bien en un principio lograba ocultar su adicción, no pasó mucho tiempo hasta que todos en el club se enteraran. Fue gradualmente, pero sucedió. Gastaba en droga más de lo que el club le daba y comenzó a llegar tarde a los entrenamientos y con olor a alcohol. Cuando en el Everton se dieron cuenta lo quisieron ayudar y él lejos de poner excusas, aceptó. Incluso llegó a pedir ayuda, una noche de lluvia, oscura y fría, llamó a la gente del club mientras padecía una gran crisis, entre un llanto incontrolable decidió pedir una mano que lo acompañara. Por su parte, el club lo internó en un centro de rehabilitación durante varios meses. Nadie hubiera pensado que el mejor jugador del Sub17 de Inglaterra, donde jugaba con Dele ali o Loftus-Cheek solo unos meses antes, ahora iba a encontrarse de esta manera. Si las cosas hubieran sido diferentes, para ese entonces, Green debería haber hecho algún gol ya en la Premier League, pero en vez de estar en la mejor liga del mundo, estaba afrontando el peor partido de su vida y estaba en desventaja.
Para marzo del 2015 y con 19 años, se iría a préstamo al Tranmere Rovers, de la League Two. Una vez finalizada esa temporada debería retornar al club, pero el Everton no le iba a renovar el contrato, por lo cual quedaría libre. Estaba sin club, pero por su técnica y porque era chico, estaba en un buen momento para conseguir uno sin demasiado esfuerzo. Pero no se lo propuso y la realidad demostró que George era igual o más adicto a las drogas que un año atrás: “Me gastaba 1.500 libras en una buena noche de fiesta, creía que el dinero nunca se me iba a terminar”. Como a muchos deportistas o famosos exitosos les sucede, Green estaba rodeado de los conocidos “amigos del campeón”, lo malo es que se dejaba guiar por ellos.
Cuando el Everton lo dejó libre, se unió al Oldham, de la League One (Tercera División inglesa), y a pesar de haber firmado contrato por dos años, no completó ni los seis meses, dado que se le hizo muy difícil jugar, y no por las condiciones físicas, sino mentales. Él mismo fue quien decidió rescindir el contrato. En realidad, por lo que atravesaba y nadie sabía, era una fuerte depresión, en la cual se encontraba refugiado bajo la ingesta de cocaína y alcohol.
Para tratar de comprender la situación que atravesaba Green en ese momento, si bien había finalizado el mismo el vínculo con el Oldham, una semana después firmó con el Yorkshire Osset Albion, de la Sexta División de Inglaterra. George había pasado de un club profesional, serio y con una buena paga, a uno amateur y que tan solo le pagaba 80 libras por partido. Para este punto, no iba a tener forma de solventar su vida y posiblemente, ya no tendría control de la misma.
Ahora sí, volvemos a nuestro punto de partida, donde comenzó todo, en aquellas vías del tren de la ciudad donde se crió George, en Mirfield. En el momento que estaba decidido a quitarse la vida para dejar de ser una carga para las personas que lo que querían. No tenía pensado dejar una carta de despedida, pero cuando la voz de la estación anunció que el tren estaba retrasado, rompió en llanto y tomó la nueva oportunidad que le dio el destino, un nuevo comienzo, una nueva vida. Aquella promesa de la Premier League, aún tenía talento y todavía le quedaba mucho para dar y para vivir, sólo le faltaba una mano que lo pudiera acompañar.
Hizo un par de llamados y el Burnley, por ese entonces líder del Championship, lo citó para una prueba en 2016, donde Green posiblemente jugó uno de sus mejores partidos. Convirtió tres goles y claramente lo ficharon. Esa fue la temporada donde el Burnely se consagró campeón y ascendió a la Premier. El club lo mandó a préstamo al Kilmarnock, de la primera del fútbol escocés.
Para tratar de entender esta vida increíble vamos a intentar resumirlo: en solo seis meses había pasado de ser jugador del Everton a deambular por la League Two, la League One, el fútbol amateur y jugar como profesional en Escocia. Una verdadera montaña rusa sin principio ni final, una locura, un ritmo de vida muy difícil de llevar.
Apenas llegado a Escocia tuvo un cruce con su entrenador, Lee Clark, ya que a pesar de haber jugado sus primeros cuatro partidos como titular, el técnico se dio cuenta de que había ido a varias prácticas con olor a alcohol. Su aventura en Escocia solo duró dos meses, y regresó a Burnley, que por su parte, decidió cederlo al Saldford, el equipo que manejaba Peter Lim, hoy sueño del Valencia, que gestionaban los hermanos Neville, Paul Scholes, Nicky Butt y Ryan Giggs. Green, otra vez, de jugar en un equipo de la máxima categoría pasaba a al fútbol semiprofesional. Aquí era donde iba a tener otra oportunidad de vida: En un nuevo conflicto interno, decidió llevar a cabo su segundo intento de suicidio. Se tomó todas las pastillas que había en su casa, pero por suerte los médicos actuaron rápido.
Para el 2016 el Burnely no le renovó y Green se refugió en un club de Noruega, el Viking, pero tan solo duró tres meses. Para ese momento ya tenía 21 años y decidió tomar una de las decisiones más difíciles de su vida, limpiarse, de sus “conocidos”, del alcohol y de la cocaína. Lo tenía que hacer por él y por su hija de dos años y su futura esposa. El tratamiento le duró un año y medio, aunque durante el mismo sufrió una leve recaída, no fue para alarmarse, ya que lo finalizó con éxito.
Para la segunda parte de la temporada 2016-2017 jugó en el Nuneaton FC, de la National League North (sexta categoría del fútbol inglés) un club totalmente amateur. Un año después se fue al Chester FC, de la misma categoría y desde entonces ha pasado sus últimas temporadas en equipos de esa División. Boston United y Osset United fueron los siguientes. En este año pasó del Humber United al Frickley Athletic, donde se encuentra al día de hoy. Está casado y tuvo una segunda hija, y si bien ya no posee el dinero que tenía cuando jugaba en el Everton, ahora es feliz. Mientras entrena y juega a la tarde, a la mañana es electricista y además da charlas para ayudar a las personas que luchan contra el alcohol y las drogas.
Hoy en día, George Green quiere trabajar, jugar al fútbol, ser feliz y sobre todo ayudar a aquellas personas que hoy atraviesan el infierno por el cual él pasó. Todos saben que si su carrera no hubiera sido arruinada por la cocaína, hoy estaría en la Premier y quizás hubiera sido convocado para el Mundial de Qatar, como muchos de sus ex compañeros de la Selección Sub18 lo fueron. Pero para este momento de su vida, el disfruta el anonimato, estar lejos de las cámaras y de toda la gente que le hizo daño aprovechándose de su dinero. Hoy George está feliz y seguramente miró a Inglaterra durante el Mundial, luego de trabajar, mientras disfruta de una tarde con sus hijas y su esposa a su lado, él no necesita más. Esta vida, tras tantas otras que pasó, es la mejor que pudo haber elegido.
- AUTOR
- Sebastián Baccarelli
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