Copas americanas
Líder a la vista
Con la bruma que dejó en el ambiente la derrota por penales en la final ante Chile, con el aire espeso que se respiró en el post partido con la renuncia de Lionel Messi, en definitiva, con otra frustración a cuestas, parece un consuelo de tontos imaginar elementos positivos que quedaron de la excursión argentina por Estados Unidos. Como ya explicó Nicolás Di Pasqua, en el plano futbolístico se podían evidenciar aspectos que se sumaron al bagaje adquirido del equipo a lo largo de los cotejos previos a la final. Sin embargo, del trago amargo en Nueva Jersey también hay un punto para destacar: la exposición hacia el exterior de un líder.
Sergio Romero, arquero con más cantidades de presencias en la historia de la Selección Argentina (79), es probablemente el futbolista que más (y más feroces) críticas recibió a lo largo de su periplo albiceleste entre los 23 que viajaron a disputar la Copa América Centenario. Se hizo con el arco nacional en el epílogo de las Eliminatorias rumbo a Sudáfrica luego de que Roberto Abbondanzieri, Juan Pablo Carrizo y Mariano Andújar desfilaran bajo los tres palos. En silencio y con personalidad, el misionero se calzó los guantes y no largó más el puesto. Con experiencia en divisiones juveniles (campeón mundial sub 20 en 2007 y de los Juegos Olímpicos en 2008), desde su estreno ante Paraguay en el Defensores del Chaco, mostró soltura y no evidenciaba que apenas tenía 22 años.
Sin embargo, una respuesta deficiente en el primer gol del encuentro ante Alemania por cuartos de final en Sudáfrica sembró dudas, cuando Romero había tenido una muy buena Copa del Mundo. Que atajara en un equipo pequeño de Holanda sumaba además para que llovieran las críticas de los mismos de siempre. Poco importaba que ese AZ de Louis Van Gaal hubiera sido campeón neerlandés rompiendo todos los pronósticos.
Hay que decirlo: la carrera de Chiquito a nivel clubes es menos de lo esperado. Porque ese éxito enorme en Alkmaar no redundó en un pase a un equipo de trascendencia continental. Sampdoria, en Serie B por aquellos días, lo fichó y si bien jugó y mucho en un comienzo, jamás logró ser figura y pensar en crecer. Sí, pasó al Monaco pero en un préstamo en el que atajó poco y nada antes de Brasil 2014. Sí, llegó al Manchester United pero como alternativa al arquero titular. Entonces, a los 29 años, en su legajo UEFA podía citar poco más que aquel campeonato en Holanda y un ascenso a la Serie A de Italia.
Pero a la par de esto, sus horas de vuelo con Argentina crecían y crecían. Copa América 2011, Eliminatorias rumbo a Brasil, el subcampeonato del Mundo, Copa América 2015, Eliminatorias rumbo a Rusia, Copa América Centenario. Y mil amistosos. Y mil viajes. Y mil concentraciones. Y una serie de frustraciones que fueron acumulándose y forjando una personalidad cada vez más fuerte en Chiquito. Porque antes de la cita en Brasil, si había un cuestionado, ese era el «1».
No había partido en el que no se hablara de su inactividad. Cualquier gol era por causa de su poco rodaje. Y sí, en el ciclo de Alejandro Sabella sufrió algún gol tonto, pero siempre en partidos con poca tensión competitiva: un amistoso ante Brasil, el 2-5 ante Paraguay en Asunción y ante Perú en casa con el boleto al Mundial ya ganado. Cuando era figura en Lima, cuando sostenía al equipo en Quito y La Paz, cuando aguantaba al equipo en Santiago -todos juegos importantes y disputados-, allí no se hablaba de su valor. Ni tampoco se hacía el desfile de potenciales sustitutos que era la comidilla ante cada convocatoria.
¿Salió a protestar públicamenete? ¿Bajó los brazos? ¿Se entregó a perder su puesto, lo que parecía que sería obra del tiempo? Para nada. Se creyó lo que era: el arquero titular albiceleste. La redención llegó en aquellas semifinales ante Holanda por los penales contenidos, pero ya antes en el Mundial (tapadas claves ante Irán y Suiza) había callado a las voces que se alzaban como ya era costumbre en su contra. Tras Brasil, pareció que el debate público se apagó. Ya nadie aseguraba que Gerónimo Rulli, Marcelo Barovero y otro sinnúmero de arqueros sin un solo encuentro internacional lo harían mejor que aquel que más veces defendió el arco nacional.
Con Javier Mascherano como líder y con Lionel Messi como dueño de la cinta, en aquellos que venían atrás en la construcción grupal pocas veces se hizo foco. Sin embargo, Romero siempre era citado entre los tipos de peso para el plantel cuando se le consultaba a algún protagonista. Y tras la caída ante Chile, lo que era una certeza para la interna, quedó expresado para el afuera.
La primera muestra se vio a la hora de ir a recibir el premio al Fair Play; mientras Messi estaba devastado y Mascherano masticaba la bronca de una historia repetida, Chiquito subía para recoger una distinción que en ese momento de poco servía. Hasta allí, una apostilla de color. En la zona mixta, el misionero pareció comenzarse a ganar la cinta de cara a lo que se viene.
Cuando el «10» anunciaba su renuncia ante la prensa, se especulaba con que lo seguirían en fila otros y varios parecían deshechos y solo hablaban de la decisión de Messi, Romero fue concreto. Habló del dolor que le generaba al grupo perder otra final, pero sin perder de vista que el camino es largo y que buscarán revancha. Que habrá que reponerse, que será un momento durísimo para pasar, pero que Rusia está a la vuelta de la esquina. Dijo que Messi seguramente haya hablado en caliente y jamás se refirió al tiempo del rosarino en la Selección en pretérito perfecto simple. Líder en plena tormenta.
Intentar autosuperarse. No entregarse. No bajar los brazos. Pensar que si esta vez no se pudo, habrá que buscar mejor suerte en el próximo desafío. Así lo viene transitando Romero hace años, cómo no hacerlo ahora, cuando además seguramente haya alcanzado en esta Copa América su nivel más alto desde que es arquero del seleccionado. En plena oscuridad, el futbolista del United miró para adelante sin minimizar lo pasado, pero tampoco perdiéndose en el dolor hiriente de la frustración deportiva.
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- AUTOR
- Diego Huerta
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