Copas europeas
Liverpool – Alavés, una final de película
A poco más de 16 años de la histórica final de la Copa UEFA 2000/2001, los recuerdos permanecen imborrables. Hasta los menos memoriosos tienen presente aquel maravilloso encuentro disputado en el estadio del Borussia Dortmund. Para el Liverpool, que venía de ganar la FA Cup y la Carling Cup, era la chance de recuperar la gloria europea perdida y renovar la vitrina. Pero para Alavés se trataba de algo más. Era la oportunidad de quedar en la historia, su primera participación europea en 80 años de vida. De hecho sólo llevaba ocho temporadas disputando la Primera División de España.
Gaziantepspor, Lillestrøm SK, Rosenborg BK, Inter, Rayo Vallecano y Kaiserslautern habían mordido el polvo ante el debutante y sorprendente elenco de Mané Esnal. Rapid Bucarest, Slovan Liberec, Olympiacos, Roma, Porto y Barcelona, las víctimas del Liverpool de Gérard Houllier. Esa noche de mayo del 2001, los técnicos pusieron lo mejor en cancha:
Liverpool: Sander Westerveld; Jamie Carragher, Sami Hyypiä, Stéphane Henchoz, Markus Babbel; Gary McAllister, Dietmar Hamann, Steven Gerrard, Danny Murphy; Emile Heskey y Michael Owen.
Alavés: Martín Herrera; Cosmin Contra, Antonio Karmona, Óscar Téllez, Dan Eggen, Delfí Geli; Jordi Cruyff, Ivan Tomić, Hermes Desio, Martín Astudillo; Javi Moreno.
El arranque no pudo ser más esperanzador para el Liverpool, que golpeó dos veces en los primeros minutos: primero con un cabezazo de Babbel y luego con una corrida de Gerrard. Delirio rojo, desconcierto albiazul. Tan preocupante fue lo del equipo vasco que Mané metió mano en el equipo a los 20’ y mandó a la cancha a Iván Alonso para tener dos delanteros de área. Efecto inmediato: el uruguayo, que recientemente se fue de River Plate, cabeceó al gol un centro preciso de Contra para meter al Alavés en partido.
Téllez, Javi Moreno y Tomic pudieron empatarlo pero se encontraron con Westerveld, y en pleno dominio vasco llegó el descuido en el fondo, la escapada de Owen, el penal de Herrera y el gol de McAllister. Los ingleses se fueron 3-1 al vestuario saboreando el título, pero a la noche alemana todavía le faltaban un par de capítulos.
Perdido por perdido, Alavés fue por todo en el segundo tiempo y en cinco minutos Moreno cambiaba las tapas de los diarios: primero descontó de cabeza (otra asistencia de Contra) y después lo empató con un tiro libre a ras del suelo. Su incomprensible salida tras el doblete aflojó el envión vasco y el Liverpool aprovechó: McCallister habilitó al inoxidable Robbie Fowler para poner el 4-3 a un cuarto de hora del final.
Desesperación de un lado, conformismo del otro y los minutos que se desvanecían entre las pocas ideas de Alavés y la renovada pasividad de los ingleses. Así y todo, tanto empuje dio resultado. Jordi Cruyff durmió a la defensa y empujó la pelota de cabeza para el 4-4. Al suplementario, donde mandaba la regla del infame “gol de oro”.
Ninguno arriesgó demasiado en el tiempo extra. El patadón de Magno Mocelin a Babbel fue el principio del final para el Alavés. Tras la expulsión del brasileño, llegó la de Karmona y el tiro libre que sepultó la historia. El centro de McAllister, la gran figura del partido, cayó en la cabeza de Geli, que la peinó al fondo de su propio arco cerrando con otro dramático giro de guión un partido vibrante, cambiante e inesperado.
Cruel jugada del destino para un equipo que remontó el resultado dos veces y, con nueve jugadores, estaba a tres minutos de los penales. Mientras los ingleses explotaban de alegría y se sumaban a los hinchas para festejar el título, los albiazules cayeron rendidos al suelo, sabiendo de la chance que se les había escapado de las manos.
Para los ingleses, fue su tercera Copa UEFA y su primer título internacional desde 1984. Los Reds completaron un fructífero 2001 con la Charity Shield y la Supercopa de Europa; cinco títulos de seis posibles. Cuatro años más tarde, terminarían levantando la Champions League en el “Milagro de Estambúl”, con cinco sobrevivientes de la final ante los vascos.
Para Alavés, en cambio, el epílogo resultó muy diferente. Disfrutó de una corta primavera donde acaparó elogios y fue tapa de diarios, tantos españoles como extranjeros, pero dos años más tarde cayó en desgracia al descender a la segunda división. Aun así, en la ciudad de Vitoria está vivo el recuerdo de los héroes que enamoraron a Europa.
La del 16 de mayo de 2001 fue para muchos la mejor final europea de la historia. Y también un recordatorio de que el fútbol, en su sana sabiduría, muchas veces no entiende de gigantes y pequeños. Aquel partido resulta un gran ejemplo.
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- AUTOR
- Federico Leiva
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