Copas europeas
Liverpool, un equipo de autor que busca volver a la gloria
Jurgen Klopp ha devuelto la ilusión a Anfield Road, el espíritu. Liverpool ve renovadas sus esperanzas de retornar a sus días de gloria continental, esos que abrazó en la finalización de la década del ‘70 y los albores de los ‘80. Luego de 13 años de su última gran conquista, en aquella final frenética e histórica ante Milan en Estambul, el equipo ha competido como en sus mejores momentos y se hizo nuevamente un lugar en la gran cita. A día de hoy, el regreso a la élite está confirmado, será cuestión de rubricarlo en la cita de Kiev.
El entrenador alemán es un hombre paciente. Sus lentes y una carcajada amplia que enseña todos sus dientes lo han transformado en una especie de hipster. Aunque Klopp es hombre atento al más mínimo detalle, y en tres años reconfiguró al conjunto del norte de Inglaterra. Tras asumir a fines de 2015, consiguió llegar a una final de Europa League en la que no se impuso, pero con la que comenzó a imponer su sello. Fue el inicio, en aquella competición Liverpool acumuló experiencia en rondas de eliminación directa y Klopp hizo que el carácter colectivo creciese.
Su segundo año no tuvo travesía por Europa, aunque las mejores señales de los conjuntos dirigidos por el hombre de Stuttgart se vieron en la tercera temporada. El cuarto lugar en que finalizó la Premier League lo hizo retornar a la Liga de Campeones. Al superar la fase previa, el equipo empezó tomar forma como una suma de partes. Y a día de hoy, los Reds de ninguna manera pueden ser tomados de otra forma que no sea como un conjunto en el que cada uno depende del otro.
La temporada 16/17 fue aprovechada por Klopp para revalidar su 4-3-3 y hallar a los mejores intérpretes. Pronto observó que Jordan Henderson podía ser el mediocentro, que su línea defensiva comenzaba a dejar de lado su propensión al error por una base de mayor solidez. Así comenzó a construir un equipo voraz, de un juego atractivo, siempre al acecho para sacar rédito de la más mínima ventaja que el adversario entregue. Fue tras ello que se incorporó Mohamed Salah, un futbolista solicitado por el cuerpo técnico, que conocía su capacidad letal en los espacios. Mediante la promoción de dos laterales de mucho oficio y poca experiencia internacional, y la llegada posterior del central Virgil Van Dijk, el conjunto se ordenó. Adquirió automatismos, comenzó a moverse como una unidad, y sus tres delanteros se complementaron a la perfección.
Precisamente es en este punto donde Liverpool ha sacado mayor diferencia. Salah, Roberto Firmino y Sadio Mané han alcanzado un punto de simbiosis que rara vez llega. El egipcio encajó a la perfección y tuvo una temporada de ensueño sumándose al brasileño y al senegalés, que ya venían en un rendimiento que progresaba a cada paso. Los tres son capaces de correr y sumamente efectivos a la contra, invierten roles, se mueven por todo el frente de ataque y asimilan qué es lo que cada jugada pide. Nunca se pisan, entre ellos han decidido múltiples partidos y se ha destapado la faceta rematadora de Mo Salah.
Firmino, cuya cifra de fichaje de parte del Hoffenheim había sido motivo de discusión tiempo atrás, es actualmente una pieza más que importante para activar a sus dos laderos de ataque. Aporta la pausa justa y descarga hacia llegadores o al espacio, sacando provecho de los desmarques que una vez tras otra le ofrecen las dos cartas que le acompañan en fase ofensiva. En la mayoría de ocasiones, lo hizo partiendo como centro delantero, recibiendo de espaldas, pero no faltó oportunidad en que se ofrezca como apoyo cerca de la mitad del campo, con una visión mayor de la cancha (ante el Manchester City, en cuartos de final de UCL, fue la razón principal para sentenciar la eliminatoria desde la banda derecha y su juego cansino).
De cualquier manera, el arribo del Liverpool al partido cumbre del gran certamen europeo no se explicaría sin Salah. En la tierra de The Beatles agregó elementos a su fútbol, dejó de ser solamente un jugador capaz de castigar mediante conducciones a la carrera o al espacio. Soberbio en casi todo el año y desbordante de confianza, marcó goles de cualquier color y su desequilibrio se asemejó mucho al de Lionel Messi. Partiendo desde la banda derecha para enganchar hacia dentro, su remate con zurda fue mortífero y logró hacer jugadas de gran calidad, tanto en liga como en el torneo internacional. Ahora, el ex Roma decide mejor cuándo realizar la pausa, en qué momento gambetear y cuándo acelerar con el balón en sus pies. De hecho, él mismo protege el balón de forma tal que crea espacios que luego aprovecha.
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Mané, siempre dispuesto a recibir con ventaja al vacío, puede actuar en cualquiera de los carriles de ataque, y no ha sufrido inconvenientes al pasar de una banda a otra con la llegada del egipcio. Los tres delanteros, que dirán presente en el Mundial de Rusia 2018, se transformaron en el tridente de ataque más goleador (29 tantos) en una edición de Champions League, superando a los conformados por Messi, Luis Suárez y Neymar (2014/15) o Gareth Bale, Karim Benzema y Cristiano Ronaldo (2015/16). Incluso, les queda un partido para continuar marcando la diferencia.
A partir de la proa del colectivo, sus factores diferenciales, Liverpool se transformó en una escuadra que asfixia a cualquier equipo contrario en su campo, que está al acecho de cualquier pase atrás de un jugador rival para adelantar el bloque. Presiona usualmente en la mitad del campo enemiga y hacia allí se lanzan como hienas buscando recuperar la pelota, con el objetivo de contragolpear. Los Rojos huelen sangre y pueden transformar un error en gol a través de dos o tres toques. Muchos goles han llegado así, por la capacidad infinita de dañar al espacio y en velocidad, con lanzadores precisos en pases cortos y largos como Henderson, Georginio Wijnaldum (supo ocupar el lugar que dejó el lesionado Oxlade Chamberlain) o los mismos atacantes.
Klopp optó por asumir el riesgo, como lo hizo en sus anteriores equipos. El nivel defensivo dista de ser el mejor y no cuenta con grandes apellidos, por eso mismo su real intención es achicar hacia adelante y recuperar el esférico lo más lejos del arco propio que se pueda. Los centrales Dejan Lovren y Van Dijk no han logrado poner fin a una era en que el equipo sufrió una serie de sucesos que evidenciaron su poca calidad defensiva, aunque sí consiguieron disminuir el número de errores. Pese a que no brindaron una total confiabilidad, permitieron al entrenador apostar por su filosofía.
Tanto el croata como el holandés han dejado notar fallas para cubrir su zona o dar salida al conjunto desde abajo, pero se adaptaron a situarse cerca de la mitad del campo cuando Liverpool presiona alto. El objetivo está en mantener las líneas próximas entre sí arriba, dado que no es en defensa posicional donde se encuentran las mayores virtudes de los centrales. Sí logran imponerse en el área cuando llueven centros laterales, por sus condiciones en el juego aéreo.
El nivel de los laterales en la presente campaña, de todos modos, pudo disimular las falencias de los marcadores centrales. Alexander Arnold, quien en su primera temporada en la cumbre europea consiguió asegurarse un lugar en la lista de Gareth Southgate para la Copa del Mundo, y Andrew Robertson, dejaron de lado a Nathaniel Clyne y Alberto Moreno y exhibieron un amplio repertorio. Pese a su casi nula experiencia en partidos de contrastada importancia, controlaron con suficiencia los desbordes y gambetas de hombres como Leroy Sané, Bernardo Silva, Stephan El Shaarawy o Cengiz Under. Inclusive, sumaron su desequilibrio en los metros finales. Lo hicieron sin descollar, pero sacando a relucir un rendimiento impropio de jugadores con tan poca participación en noches europeas.
El director técnico alemán expresó que su equipo deberá saber sufrir en ciertos momentos del encuentro ante Real Madrid, dada la diferencia entre un mediocampo y otro para dar fluidez a la tenencia del balón. Liverpool deberá hacer que no existan huecos entre líneas, defender con sentido más allá de la acumulación de efectivos, y hacer daño a la contra con la diferencia que sólo sus jugadores brindan. Los ingleses pueden sacar una diferencia irrecuperable si logran enchufarse a su ritmo máximo en pocos minutos, como hicieron siempre en uno de los dos partidos de cada serie desde octavos de final.
Asumirán el riesgo, aunque también puede ocurrir lo que sucedió en algunos momentos de la eliminatoria ante el City de Josep Guardiola, cuando los tres de arriba quedaron descolgados y los laterales no recibieron ayudas. En caso de que los dirigidos por Zinedine Zidane se inserten con libertad por dentro, Klopp deberá tirar de un recurso que utilizó partidos atrás: Firmino por derecha y Salah como punta de lanza en un repliegue de 4-4-2.
Liverpool puede sacar el mayor provecho posible del despliegue de sus interiores y la mejor delantera del Viejo Continente, y de ese modo maquillar sus defectos defensivos. Contra todo pronóstico y con un equipo que no derrocha jerarquía, alcanzaron un partido que se les negó por más de una década. Llegan al estadio ucraniano con movimientos sincronizados, sin haber sufrido la baja a inicios de años de Philippe Coutinho, y cada cual actúa en consonancia al hombre que tiene delante. Mané, en entrevista con diario El País de España, se refirió al estilo de su equipo al mismo tiempo que describió el ideal de su entrenador. “No hay un líder en la presión. Es un feeling, algo que aprendes tras dos años de práctica con los mismos compañeros. Acabas por interpretarlo. Depende de cuándo los rivales den determinado pase y a quién. Esa es la señal. Sabemos en qué situación presionar y en cuál replegarnos. No necesitas que un compañero acuda para ir tras él. Cuando ves que el contrario hace determinado pase, sabes al 100% que todos tus compañeros se moverán detrás de ti. Es el rival el que te da el tempo”, manifestó.
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El club de Merseyside viaja en el tiempo, rememora aquella final de 1981 en la que venció al Madrid con gol de Alan Kennedy y busca volver a esos instantes de gloria. Eran tiempos grandes para el elenco británico, con cuatro coronas de Copa de Campeones entre el ‘77 y ‘84. Son esos momentos los que el equipo de Klopp quiere revivir.
Especial final de Champions League
- AUTOR
- Nicolás Galliari
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