Argentina
Los días en que Diego revolucionó Rosario
Las imágenes que devuelve la pantalla exhiben la revolución Maradona. Diego Armando está de vuelta en el fútbol argentino y su llegada genera un shock emocional en La Plata. La gente le brinda un recibimiento excepcional en el estadio del Bosque, y trae nuevamente a la memoria lo que fue otro acontecimiento extraordinario en torno a su figura. Su firma en Newell’s, el 9 de septiembre de 1993, no comparte aniversario por horas con su llegada a Gimnasia y Esgrima La Plata. De cualquier modo, la expectativa y la fuerza rotunda que genera su arribo en ambas ciudades tuvieron el mismo alcance. Los cimientos se movieron de la misma forma, tanto en Rosario como en la capital de Buenos Aires.
Aquella vez, Jorge Solari se movió con sigilo para contar con el ‘10’, que hacía pie en el país tras su aventura en Sevilla. NOB desandaba un camino de espinas por una pobre cosecha de puntos, pues la salida de Marcelo Bielsa poco tiempo antes había traído consigo un bajón pronunciado. Cualquier similitud con la firma del ‘10’ en el Lobo actualmente, parece no ser pura coincidencia. Diego tenía el objetivo de volver a jugar, con la perspectiva de ponerse en forma de cara al Mundial 1994. Había pasado la goleada de Colombia en el Monumental, y el astro estaba dispuesto a dar todo de sí para llegar en condiciones a Estados Unidos. Tanto, que se preparó como un atleta.
“Dijimos ‘vamos a entrenar a las seis de la mañana’. A las 8:30hs terminaba, agarraba el auto y me iba a Buenos Aires para hablar con Diego, sus padres y la mujer. Pero los jugadores dijeron que no podían entrenar a esa hora, se les armaba lío. Algunos tenían que levantarse a las 4 para llegar a horario. Hice una reunión con (Gerardo) Martino, (Norberto) Scoponi y (Jorge) Theiler y les aseguré que me iba del club si se enteraba alguien de la movida. A partir de ahí, todo perfecto, ningún problema con el horario”, explica el Indio en el libro “Rosario, Cuna de Cracks”. El entrenador, a quien todos reconocen como un maestro en la ciudad, desandaba su segundo paso por el club leproso.
Maradona dio una conferencia de prensa en el estadio cubierto -la sala de prensa todavía no estaba acondicionada para tamaño evento- aquel 9/9, con el presidente Walter Cattáneo a su lado. La máxima autoridad se había mostrado reacia en un primer momento a contar con el crack, aunque el DT ya había movido sus piezas en el tablero y lo convenció de la estrategia. “Me emociona muchísimo. Me gustaría darle un abrazo a cada uno de los que están alrededor del estadio. Lamentablemente, no puedo hacerlo, pero esto va a quedar entre los grandes recuerdos de mi vida”, contó ante los micrófonos.
Días después, en el amistoso de presentación ante el Emelec ecuatoriano, Diego convirtió el único tanto de la victoria, un golazo con su pie derecho. El estadio estaba abarrotado como pocas veces antes, como en contadas ocasiones después. Hubo un espectáculo con chicos de las inferiores (entre ellos, Sebastián Bértoli, el arquero que luego escribió su propia historia en Patronato) que hacían jueguitos con la pelota e hinchas trepados a las torres de alumbrado del estadio. El protagonista saltó a la cancha de la mano de sus hijas Dalma y Giannina, y observó un mensaje de bienvenida del club con letras rodeadas de luces.
Pese a que firmó contrato por un año, su estadía se prolongó por cuatro meses, sólo cinco partidos oficiales, entre ellos dos como visitante ante Independiente y Boca que se saldaron con derrotas. Durante el encuentro en Avellaneda, tiró una rabona que pudo ser un golazo, pero Luis Islas le quitó la posibilidad. También hubo gran perspectiva por el partido ante River, aunque finalmente Maradona no concurrió al Monumental. Tras la precipitada salida de Solari, llegó Jorge Castelli, y el campeón del mundo con la Selección Argentina rescindió su vínculo. Llegaría la pesadilla en la Copa del Mundo de USA, sus primeros días como entrenador en Mandiyú y Racing y, por último, su despedida con los cortos en Boca.
Una tribuna del estadio Bielsa lleva su nombre, y una pintura entre la sala de conferencias y el departamento de cultura rememora aquellos días en que Rosario vivió convulsionada por la llegada de uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos. Hasta los entrenamientos se realizaban con millares de personas. El romance de Maradona y Newell’s se extendió mucho más que aquellos cinco juegos. Hoy en día, su retorno a Argentina, esta vez como entrenador, hace que viajemos en el tiempo; aquellos días con la casaca rojinegra no fueron muy diferentes.
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- AUTOR
- Nicolás Galliari
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