Entrevistas
«Los europeos aman el romanticismo del fútbol argentino»
“No soy gringo, soy vikingo”, el relato de Christopher Hylland está marcado por sonrisas, emoción, pasión, realidad, locura y un amor a la pelota que a él mismo le cuesta describir: “Ahora prefiero ir a la cancha para vivir y no solo para ver fútbol”. Nacido en Oslo, Noruega, criado en Brighton, Inglaterra, este fanático del Arsenal inglés vivió seis años en Argentina y absorbió muchas de las costumbres argentas. El mate, el asado y la “birra” abundan en sus recuerdos, unos que están marcados a fuego por aquel día que lloró en la Bombonera en un Superclásico. Sí, un noruego/inglés a moco limpio gracias a la posibilidad de ver un Boca-River, y de eso trata el primer capitulo de su libro Tears at La Bombonera (lágrimas en La Bombonera), un relato que cuenta su recorrido por las distintas canchas del fútbol argentino y sudamericano que no solo habla de la pelota, sino que es una aventura viajera, cultural y de historia.
“Mi primer viaje fue en 2009, pero me volví a Inglaterra. Soy medio noruego e inglés. Siempre soñaba con volver. Por eso regresé en 2003. Bah, me mudé. Pasé a vivir en Buenos Aires, pero nunca pensé en escribir un libro hasta que volví a Noruega en 2019. Estaba escuchando un podcast que se llamaba Outside Write. Ahí había un inglés que trabajaba en una fábrica y toda su ‘guita’ estaba invertida en ir a ver clásicos. Escribió un libro sobre eso y ahí pensé que yo había visto muchos partidos en América del Sur. Conocí muchas canchas, vi muchos clásicos en Argentina, Colombia o Perú. Pensé en intentar escribir algo sobre ese primer Superclásico que vi, que fue en marzo del 2014. Igual, no estaba pensando en un libro, pensaba en escribir algo de 2000 o 3000 palabras y ponerlo como blog para que lo lea la gente. Empecé y me di cuenta que tenía como 20.000 palabras y no solamente del partido. Cómo conseguir una entrada, cómo vivir en Argentina, todas las cosas culturales que viví. Les mandaba esas notas a las editoriales en Inglaterra y un año después tenía unas 100 mil palabras: un libro”, nos contó Christopher desde la capital noruega en un español perfecto y que hasta mezcla cositas del lunfardo bien argentino.
Es finales de marzo y tuvimos que amoldarnos a la diferencia horaria, en Argentina son las 10 de la mañana y allá son las 14 hs. ¿Horario para el mate? Puede ser y en ambos lados de la pantalla se observa un termo y la bombilla, que durante una hora va y viene. Pero… ¿Por qué ese llanto en el Alberto J. Armando?: “Es como si hubiera sido mi primer partido con cinco años. El ambiente, las canciones, la locura en la Bombonera llegó a un nivel de 10 y pensé que no se podía más después del gol de Riquelme de tiro libre, pero cinco minutos después estábamos en 12 o 13. Estaba solo y no podía hablar con nadie. No tenía nada para grabar, entonces tuve que vivirlo. Había magia y cosas inexplicables. Fui sin entrada y me estaba por volver a mi casa, pero conocí a alguien en la calle y me vendió una. Un partido de fútbol no son 90 minutos. Intenté ponerle palabras a eso, pero es muy difícil”.
Para los poco memoriosos, el clásico que vio Hylland fue el del “Ramirazo”, donde el Millonario le ganó 2-1 al Xeneize gracias a los goles de Manuel Lanzini y Ramiro Funes Mori; el descuento por supuesto lo hizo Román. “El libro empieza con lo que viví en el Superclásico, pero no fue la primera cancha a la que fui. Llegué pensando en hacerme hincha de Arsenal de Sarandí por ser hincha del Arsenal y mi idea era ir a su cancha. Llegué a Buenos Aires un miércoles y había un partido el viernes. Mi idea era ir y la gente me decía: ‘mejor quédate en casa. La cancha queda lejos y no hablas castellano’. Un amigo hincha de Arsenal me invitó a tomar una ‘birra’ y a ver el partido en su casa. Era mejor esperar un poco para ir a la cancha porque solo tenía dos días en Argentina”, nos relató este fana de los Gunners entre cebada y cebada.
¿De dónde sale ese amor por un fútbol que para más de uno es un feo espectáculo? La realidad es que Christopher jamás lo une con un “show”, sino todo lo contrario: “El futbol argentino y de América del Sur nos hace acordar a un fútbol antiguo o del pasado. De los ’80 en Inglaterra. No conocí el fútbol inglés de antes. Soy hincha del Arsenal y ahora tenemos una cancha grande, pero no es Highbury. Vendimos un poco el alma. Los precios aumentaron un montón. En Argentina no tienen la presión de convertir todo en plata, en algo capitalista. La manera en la que la gente está en la cancha es como el fútbol antiguo. Los europeos aman ese romanticismo”.
«En Argentina no tienen la presión de convertir todo en plata, en algo capitalista»
En Europa existe una moda que por estos pagos es poco conocida y se hace llamar groundhopper, saltamontes en inglés, aunque poco tiene que ver con ese insecto. La idea es conocer estadios y en una especie de álbum de figuritas ir tachando los que te faltan por visitar. “Muchos se asombran de la cantidad de canchas que hay en Buenos Aires. En Colombia, en Perú o en Brasil también pasa. No todos tienen su propia cancha. En Buenos Aires, solo en CABA hay como 45 canchas. A la gente le fascina hacer groundhopper. Los alemanes y holandeses son locos para eso. Iban a hasta tres canchas en un día. Conocí un danés que viajaba por América del Sur y conoció 65 canchas en seis meses. Después de que lancé el libro me di cuenta de que a la gente de acá le interesa el fútbol argentino. En Twitter hay páginas vendiendo cosas, por ejemplo, de Maradona. De los equipos de Argentina, no solo de Boca o River. Hay hinchas de Argentinos Juniors viendo partidos a las 12 de la noche. A la gente de acá le fascina el fútbol de allá”, nos tiró este noruego de 36 años y estamos por empezar a coleccionar figuritas.
Sobran los prejuicios en este mundo y cómo no tenerlos en un país que no conocés, donde las noticias probablemente siempre sean negativas, sin embargo: “Los mismos argentinos me decían que no tenía que ir a La Boca. No fueron ‘gringos’ o mis prejuicios. La gente me decía ‘no tenés que ir a ese barrio’. Entiendo que todos tienen sus experiencias y por eso están un poco fatalistas. Estoy generalizando, pero muchos son pesimistas. Por eso, las primeras veces, por ejemplo, dejaba el celular en casa para sentirme que no perdía tanto si algo pasaba. Me cuidaba. Tuve suerte porque Buenos Aires es un lugar muy europeo. Jugaba al futbol con chicos de Alemania o de Francia, que estaban en Argentina antes que yo. Siempre tenía una red para ayudarme a conseguir entradas. Casi nunca fui a la cancha solo”.
“Rompí el miedo de un ir poco más lejos cuando alguien me invitó, porque, por ejemplo, no sabía conseguir una entrada. Un amigo me invitó a Arsenal, consiguió una entrada y fuimos. Conseguirla no es fácil. No es como comprar por internet. Había que hacer colas en las canchas y yo trabajaba, no tenía tiempo. Tardé dos años, más o menos, en aprender el idioma y eso me ayudó mucho. Igualmente, nunca me pasó nada en los seis años que estuve yendo a canchas. Me robaron cuando volví a Londres yendo a la cancha del Tottenham. Todas las ciudades son peligrosas, pero América del Sur tiene mala fama, ya que hay mala gente en cualquier lado. Siempre me recibieron bien en las canchas y más cuando aprendí el idioma”, nos dejó picando Hylland y la opción de cambiar un poco la forma en que vemos y pensamos nuestra sociedad está en el aire.
La historia o las historias que rondan alrededor de muchos clubes suelen ser una incógnita para muchos de los hinchas argentinos y mucho más para alguien que viene de afuera, pero Christopher intentó ir un poco más allá: “Una parte es el contexto en el que viví. El contexto político. Fui a Defensores de Belgrano al costado de la ESMA y había una pintada del rostro de un desaparecido, así que había que escribir de la dictadura, porque hay gente que no sabe lo que pasó. Ese rostro pintado tenía un significado. Eso es importante en todos lados. Cosas culturales también, historias de Racing o de Boca. Ahí fue importante la lengua. Viví con dos argentinas, una cuando no hablaba castellano y otra cuando sí. Ahora tengo amigos de Morón, porque con un amigo irlandés fuimos a ver un partido ahí. Estuvimos charlando en inglés y unos hinchas nos preguntaron de dónde éramos. Nos invitaron a un asado y a tomar birra. Nos recibieron muy bien. Vimos una pintada de un hincha que murió y unos días después me fui a hacer un tatuaje a Haedo. Charlando, el tatuador me contó que conocía a ese muchacho que murió. Sabía sobre las muertes en el fútbol argentino, conozco la ONG Salvemos al fútbol, pero charlar con ese amigo fue como más real. No fue una foto más, fue la historia de una persona, de un grupo de amigos. Un hijo. Fue una casualidad, pero siempre voy a recordar la cara de ese hincha”.
“Cerca, Rosario siempre estuvo cerca”, reza la canción de Fito Paez y hacía allí también se dirigió nuestro amigo: “Llegando a Buenos Aires, unos amigos argentinos me dijeron que el clásico rosarino era más que el Superclásico. Nosotros venimos con la idea de que el Boca-River es lo máximo, pero llegas allá y te dicen que hay algo más grande. Tal vez más por el espectáculo de la cancha. Conocí la cancha de Newell’s y una de las últimas canchas a las que fui, fue la de Rosario Central. Es una locura. También conocí el clásico cordobés, pero fue un partido amistoso en 2016. Amistoso entre comillas. Salió 1-1 y no sabía que iban a penales. Entonces me fui y después afuera cada 30 segundos escuchaba que gritaban ‘gol’ jajaja. Por eso me gustaría volver a ver ese clásico. Allá no hay amistosos igual. Fuera de Buenos Aires no nos llama tanto la atención porque no conocemos mucho los equipos, pero es un error mío/nuestro”.
La ronda virtual de mates llega a su fin, seguro hubiera seguido si cambiábamos la yerba, pero hay una pregunta final que es clave: ¿Qué no le gustó del fútbol argentino? “El nivel del fútbol profesional es un poco bajo, pero ni en la Premier League hay garantía de espectáculo. Allá los mejores jugadores se van temprano, pero eso también pasa en Noruega. La plata maneja todo. El problema es que vi muchos 0-0. Aprendí a hablar y a leer en castellano gracias a Eduardo Galeano y su libro El fútbol a sol y sombra. Me encantó que eran cuentos cortos. Los leía y después buscaba las palabras que no conocía. Y él decía que los goles son el orgasmo del fútbol”. ¿A mi solo me sucede que pienso que Christopher Hylland nos entendió de pies a cabeza?…
- AUTOR
- Facundo Mirata
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