Argentina
Los que el Diego se llevó
¿Cuántas veces viste el segundo gol que Diego Armando Maradona le convirtió a Inglaterra en el Mundial de 1986 en México? ¿Desde cuántos ángulos? ¿En cuántos idiomas diferentes escuchaste el relato? Es sabido que la historia la escriben los que ganan. Algo tan cierto como que siempre hay otra historia. Te invitamos, entonces, a conocer a Peter, Terry, Peter, Terry y Peter. Los ingleses que quedaron tendidos en el césped del Estadio Azteca, mientras Diego se lanzaba disparado hacia la inmortalidad más eterna.
Por lo menos un par de estos hombres son bastante reconocidos y recordados. Incluso por esta misma jugada que hoy nos convoca nuevamente. El arquero Shilton, por ejemplo, es uno de esos tres Peter a los que hacemos referencia. Y el temible zaguero central Butcher representa al 50% de los dos que comparten el nombre de pila Terry y que sufrieron a Maradona en carne propia.
Pero, ¿en qué equipo jugaban al momento de representar a Inglaterra en México ’86? ¿De dónde surgieron? ¿Quiénes eran sus compañeros que también vieron desfilar a Maradona sin poder siquiera tocarlo? ¿Qué fue de sus vidas después? ¿Podrían haber hecho algo para evitar el gol del Pelusa?
A partir de ahora el desafío es responder a todas esas preguntas y a algunas más que puedan surgir en el camino.
Los amigos del Munterster United, que se jacta de ser el equipo más feo que jamás haya existido (algunos dicen que es ficticio, un invento de la Internet, ¡pero yo no les creo!), tienen a Peter Beardsley en el Hall de Feos. Dicen que su cabeza tiene la forma del mapa de Irlanda pero inclinado. Un rostro que sólo una madre podría amar. Pero el petiso Peter era de esos delanteros que nadie quería enfrentar, y no precisamente por su fealdad aparente.
Cuando Diego tomó el balón cerca de ese manchón de sombra que siempre se dibuja en el cesped del Azteca en días soleados, pocos pensaron en que esa jugada terminaría en gol y que ningún ser humano con pasaporte británico (o argentino, lo mismo da) tocaría esa esfera de cuero antes de que la zurda del 10 la depositara en la red.
Diego recibe de espaldas al arco inglés, que desde ese lugar apenas si se podía divisar. Beardsley llegaba desde la derecha como para molestarlo en la recepción. Sin oficio para marcar, lo suyo era sacudir redes y humillar defensores rivales. El número 20 inglés levanta la patita izquierda (sin reales intenciones o posibilidades de quedarse con el balón) y es testigo de un giro repentino de Maradona. El argentino sale hacia el mismo sector desde el cual llegaba Beardsley, y con ese movimiento, sumado a su pique corto marca registrada, el oriundo de Hexham, Northumberland, queda completamente neutralizado.
Ante la envidia de todos los ingleses, tomo el control remoto y pongo pausa. Lo congelo a Diego. Absolutamente «freezado». Quietito ahí, antes de convertirse en Barrilete Cósmico. Porque me quiero detener en Beardsley. Quiero conocerlo un poco más y ver qué había hecho antes de quedar posterizado por Maradona y saber qué fue de su vida después.
Hexham es una localidad que no llega a los 12.000 habitantes. Cuenta entre otros famosos oriundos a Pete Doherty, el descontrolado líder de The Libertines y Babyshambles, ex de Kate Moss, amigo de las sustancias prohibidas y fanático del Queens Park Rangers (pido licencia para nombrar al QPR por primera vez en esta nota. Habrá más menciones. Más justificadas que esta). Diego Maradona tenía exactamente 81 días de vida cuando Peter Andrew Beardsley llegó a este mundo el 18 de enero (cumpleaños de mi ya conocido abuelo Manolo) de 1961. La cercanía con la ciudad de Newcastle-upon-Tyne, más conocida como Newcastle (o como diría mi amigo Matías en su afán por traducir todo: Castillo Nuevo), hizo que Petercito se iniciara en las divisiones infantiles del Newcastle United.
Como con tantos otros grandes futbolistas, a Peter también lo dejaron ir. Anduvo por el modesto Carlisle United, donde debutó y jugó entre 1979 y 1982 (mientras Diego ganaba un mundial juvenil y jugaba su primer y fatídico Mundial en España, con tarjeta roja contra Brasil incluida). Entonces se fue a Canadá a jugar con los Vancouver Whitecaps. Volvió y fue al Manchester United, ni más ni menos. Pero allí jugó solamente un partido por la Copa de la Liga y también lo cortaron. Retornó a los Whitecaps y en menos de un año estaba de vuelta. Lo esperaba el Newcastle y comenzaba su despegue definitivo.
El Newcastle pagó 150.000 libras cuando podría haberlo tenido gratis como jugador de inferiores, pero Peter terminó justificando la inversión y a fuerza de velocidad, instinto y goles, se ganó un lugar en la selección dirigida por el entrañable Bobby Robson. Y así, después de convertir el segundo gol en un 3-0 a Paraguay en octavos de final, se cruzó en el camino de Diego. O al menos lo intentó.
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Corría en sentido hacia su propio arco y ya empezaba a mirar ese número 10 plateado con fondo azul, bien en el medio de la robusta espalda del hombre de Villa Fiorito. Se llamaba Peter Reid. Bueno, todavía se llama así. Pero vamos a lo importante. Cuando Héctor Enrique encuentra a Maradona con un pase corto, Reid estaba pegado al árbitro. No tuvo mucha intuición porque de lo contrario le habría pedido al hombre vestido de negro que suspendiera inmediatamente el partido. Pero no seamos tan injustos con este otro Peter inglés.
Este volante de marca surgido de las inferiores del Bolton Wanderers había soplado 30 velitas dos días antes de ese partido ante Argentina. Contaba con 225 partidos (23 goles) para el Bolton y un ascenso a la antigua First Division en 1978. Al momento de viajar a México con la selección, contaba con una FA Cup (1984), la posterior Recopa de Europa (1985) y la obtención del título de First Division (1984-85). Todos estos con el Everton de su ciudad natal, en donde jugaba desde hacía cuatro años.
Cuando Diego toma el balón cerca del círculo central, lo primero que hace es salir hacia atrás. El pobre Reid creyó que lo tenía controlado y pisó firme con su pierna derecha como para plantarse delante del 10 argentino e interrumpir su movimiento hacia atrás. Pero a Reid nadie le había pasado un valiosísimo dato: Diego iba a girar sobre su eje e iba a cambiar de dirección, zarpando ya en una travesía imparable hacia el arco del tercero de los Peter.
Reid reaccionó, pero fue tarde. Diego y la pelota cruzan mitad de cancha. Peter hace lo mismo. Pero entre el tercer y el cuarto paso que Reid da a toda velocidad persiguiendo a Diego, se lo puede ver buscando oxígeno. Un ligero movimiento de cabeza y un gesto casi de dolor, con dientes apretados, nos indican que el número 16 inglés no podía más. Había fundido su motor. Da 21 pasos hasta que la cámara lo pierde. Tras el duodécimo paso, todavía con posibilidades de alcanzar a Maradona, Reid baja la marcha. Desacelera. Otro error de juicio catastrófico. Diego estaba cortando hacia adentro y volvió a acelerar para neutralizar a Reid para siempre. A los 14 pasos, Reid se rindió y dio los últimos siete ya ni siquiera como actor secundario.
Era el momento de entrar en escena para una nueva víctima. Uno que de haberse tratado de boxeo o de alguna de las tantas modalidades de lucha, hubiese destrozado a Maradona en mil pedazos. ¡Siempre y cuando pudiera alcanzarlo antes! Lamentablemente para Terry Butcher, esto era fútbol y se jugaba con el balón que Maradona en ese momento llevaba por aquel terreno como si se tratara de una parte más de su anatomía.
Pongamos pausa justo antes de que Diego y El Carnicero (traducción literal de su apellido, aunque «butcher» también significa «asesino») coincidieran más o menos en la misma parcela de pasto.
Nacido el 28 de diciembre de 1958 en Singapur, pero de regreso con su familia en Lowestoft, condado de Suffolk, Butcher llegaba mal al Mundial ’86. No físicamente, más bien anímicamente. Fanático del Ipswich Town, el pequeño Terry había rechazado una oferta del Norwich (acérrimo rival de los «Tractor Boys»). Cumplió el sueño propio y el de su padre y se convirtió en jugador profesional del Ipswich. Debutó en 1976, el mismo año que Diego, ganó la FA Cup de 1978 (aunque no jugó en la final ante el Arsenal), obtuvo la Copa de la UEFA de 1981 y permaneció en el club hasta ese nefasto 1986 para él. Tras 271 partidos en el club, Terry descendió de categoría con el Ipswich y se alejó del club.
Ahora volvamos a la mejor jugada de la historia de los mundiales de fútbol. El tosco Terry sale muy mal perfilado. Su postura y su lenguaje corporal le dieron a Maradona toda la información que necesitaba. Básicamente Butcher, su cuerpo, sus piernas y el ángulo que eligió para salir al cruce de Maradona, eran una irresistible invitación para que Diego enganchara hacia adentro. Butcher salió a evitar que el volante del Napoli desbordara por la derecha y obtuvo a cambio un desaire de proporciones colosales. Inmediatamente Butcher giró y comenzó a perseguirlo. Diego ya estaba en la puerta del área.
Esperándolo allí, también muy mal parado, estaba su tocayo: Terry Fenwick. Este es el personaje de nuestra historia con el papel más corto. En términos hollywoodienses, todos los demás jugadores ingleses y argentinos serían los extras. Maradona, la estrella de la película. Reid, Beardsley, Butcher y Shilton, los coprotagonistas, y Fenwick un actor que recita una sola línea y desaparece. Como aquella vieja simpática que en el bar, cuando Meg Ryan (Sally) finge ese fabuloso orgasmo, mira al camarero, mueve sus pícaros deditos y dice: «I’ll have what she’s having!» (Yo quiero lo que le dieron a ella).
Fenwick se pareció a esa señora. Hasta levantó su brazo y trató de detener a Diego como en una súplica. No sabemos si a la señora le dieron lo que pidió. Lo que sí sabemos es que Maradona a Fenwick no le proporcionó ningún tipo de placer.
Antes de ser groseramente eliminado por Diego, Fenwick supo tener momentos felices en su carrera como futbolista. Terence William Fenwick nació en Seaham (Jamón del Mar, diría Matías), una localidad costera a casi diez kilométros al sur de Sunderland. Bien en el norte inglés. Pero la totalidad de su carrera como futbolista profesional transcurrió en el sur. Comenzó en el londinense Crystal Palace, club en el que debutó en 1976 (sí, igual que Butcher y Diego). En 1980 cambió de club pero no de ciudad. Fichó por el Queens Park Rangers un año antes de que se instalara el polémico y particular césped artificial que duró ocho temporadas en Loftus Road.
En 1982, Fenwick se convirtió en el primer defensor en convertir un gol en una final de FA Cup con la pelota en juego (es decir, ni de penal, ni de tiro libre). Fue un certero cabezazo que le dio al QPR el empate en Wembley ante Tottenham Hotspur y el derecho a una revancha, que (lamentablemente) ganarían los de Glenn Hoddle y compañía.
Ya casi tan linda como Meg Ryan, la zurda de Diego seguía llevando la pelota hacia adelante cuando apareció la más famosa e indefensa víctima de todas las que se cobró en su carrera.
Cuatro minutos antes de verse las caras nuevamente, Peter Shilton se había estirado, tan largo como era, para descolgar un balón que llegaba enviado hacia atrás por su compañero Steve Hodge (Aston Villa) y Diego, según sus propias palabras, le robó la billetera. La tocó con la mano y puso el 1-0.
Antes de esos cinco minutos fatídicos, los que transcurrieron desde el 51 hasta el 55, Shilton había tenido una carrera sencillamente fantástica. Nacido en Leicester en 1949, entró en las divisiones juveniles del equipo homónimo de la ciudad en 1963, cuando Maradona contaba con apenas tres años y ya era sin dudas el bebé de esa edad que mejor jugaba al fútbol en todo el mundo. ¿Alguien está en condiciones de discutirlo? ¡Ya me parecía!
En el Leicester, mientras Shilton aprendía el oficio en las divisiones inferiores, atajaba el legendario arquero de la selección inglesa, Gordon Banks. Sí, aquel de la denominada mejor atajada en la historia de los mundiales cuando en Mexico 1970 logró lo imposible al desviar un certero cabezazo de Pelé. Banks se deshacía en elogios hacia Peter Shilton y lo recomendaba con vehemencia a los directivos del club.
Como premio, el arquero que era considerado el mejor del país y que venía de ganar el Mundial ’66 con Inglaterra, fue puesto en venta por el Leicester porque el joven Shilton condicionó al club. ¿Cómo? Les dijo que no firmaría su contrato profesional si no le garantizaban ser el arquero titular de los Foxes. Banks fue vendido al Stoke City y Shilton se adueñó de la portería del Leicester, haciendo su debut a los 16 años.
Lo curioso es que Banks dejó el Stoke City a los 35 años, en 1972, y tan sólo dos años más tarde, los Potters ficharon a Shilton, que tenía un descenso y una final perdida de FA Cup (1969 ante el Manchester City) y también un título de Segunda División en 1970-71.
Relegado por Ray Clemence en la pelea por adueñarse de los guantes en la selección inglesa, Shilton llegó a renunciar a «Los Tres Leones» en 1976, pero se arrepintió a los tres meses.
Su mejor momento profesional estaba a la vuelta de la esquina. El genial Brian Clough venía de sorprender a todos con un título de Segunda División como entrenador del modesto Derby County, seguido de un título ya en la máxima categoría con los Rams. Tras un paso fallido por el Brighton and Hove Albion y los 44 infames días que pasó al frente del Leeds United (recreados en la película The Damned United), Old Big’Ead («el viejo cabezón») estaba por comenzar una nueva dinastía con el Nottingham Forest.
Dos años después de su llegada al Forest, Clough contrató a Shilton y con él en la portería llegaron todos estos títulos: First Division 1977-78, Charity Shield 1978, Copa de la Liga 1979 y, por sobre todas las cosas, el doble título de Copa de Europa (la mamá de la Champions League) en 1979 y 1980 y la Supercopa de Europa de 1980.
Shilton pasó al Southampton en 1982 y llegó a México ’86 como representante de ese club, capitán de su selección y 36 años sobre el lomo.
Hasta parecía cansado cuando no logró despegarse mucho del suelo para evitar la famosa «mano de Dios» y ni que hablar cuando Diego decidió ensayar esa gambeta hacia afuera. Era el fin. No pudo hacer nada Terry Butcher, ansioso por participar de otra escena de la película y deseoso de que ésta tuviera otro final.
Ya era tarde. Cuando Butcher barrió desde atrás, lo único que consiguió fue llevarse por delante los pochoclos o palomitas de maíz (según tu región) desparramados por el piso en una imaginaria sala de cine que ya estaba desierta.
¿Qué fue de ellos después del gol de Diego?
Peter Beardsley: Un año después del Mundial ’86, pasó de las Urracas al Liverpool en un rutilante pase que costó 1.900.000 de libras. Es decir, transferencia grosa del Newcastle al Liverpool, igual que Andy Carroll años atrás. La diferencia es que el bueno de Peter sí metía goles. Ganó dos títulos con los Reds (incluida la ya lejana última liga obtenida por el club en la temporada 1989-1990). En 1991 cruzó de vereda en el Merseyside y se fue a jugar a la mitad azul de la ciudad. Fichó por el Everton y tras 25 goles en 81 partidos volvió al Newcastle en 1993. Abandonó St. James’ Park y comenzó el declive en su carrera. Terminó jugando en Bolton, Manchester City, Fulham, Hartlepool United y cerró su trayectoria profesional en Australia con los Melbourne Knights en 1999. Su carrera como técnico nunca despegó. Llegó a ser ayudante de campo de la selección inglesa, técnico de la reserva del Newcastle y trabajó principalmente como entrenador de inferiores en el club.
Veredicto: inocente. Su función no era la de dedicarse a la marca. Le cerró a Diego el camino directo hacia el arco inglés y lo obligó a retroceder, aún cuando ese paso que Maradona diera hacia atrás se convirtió en el impulso que necesitó para luego lanzarse hacia la gloria eterna.
Peter Reid: Al regresar de México, Reid tuvo un premio consuelo y sumó su segundo título de liga con el Everton en la temporada 1986-87. Hasta el día de hoy este fue el último campeonato local obtenido por los Toffees. Como entrenador, Reid comenzó su carrera con el Manchester City. Pero lo hizo ocupando un rol de jugador-entrenador. Así lo hizo desde 1990 hasta 1993, cuando lo destituyeron del cargo. Pasó al Southampton pero sólo en condición de jugador. Disputó solamente ocho partidos para los Saints y cuando echaron al entrenador que lo había llevado (Ian Branfoot), Reid se fue también. Terminó su carrera como jugador con algunas apariciones para el Notts County y un partido para el Bury. Ya sin sus pantalones cortos, Reid tuvo pasos como entrenador en Sunderland, en la selección sub-21 de Inglaterra, en Leeds United, Coventry City, la selección de Tailandia y en Plymouth Argyle, donde después de subastar su medalla de campeón de la FA Cup para ayudar a pagar algunos sueldos de los empleados del club, fue cruelmente despedido. Recientemente tuvo un encuentro con Maradona en Dubai, donde Reid, con gran sentido del humor dijo: «Qué bueno que ahora puedo verte la cara. Aquel día en México sólo pude verte el 10 en la camiseta».
Veredicto: inocente. Reid demostró entrega, determinación y perseverancia para que la suela de sus botines sumara metros de césped en plena persecusión del 10. Lamentablemente los niveles de preparación física alcanzados por el hombre común (Maradona no entra en esta categoría) no eran lo suficientemente avanzados como para darle a Peter un mínimo de chance de evitar esa apilada mortal del Pelusa.
Terry Butcher: Butcher también tuvo la oportunidad de saludar a Maradona 22 años después de aquel 22 de junio de 1986. En 2008, como asistente de George Burley en el banquillo de la selección de Escocia, este fanático de Iron Maiden se negó a darle la mano a Diego y se mostró todavía molesto por aquel episodio. Era el debut de Maradona como entrenador de la Selección argentina. Tras México ’86, Butcher duró exactamente un ciclo mundialista en el Glasgow Rangers. Volvió a disputar un Mundial con Inglaterra y esta vez le fue un poco mejor. Ayudó a su equipo a clasificarse a las semifinales (cayó por penales ante Alemania. ¡De no haber sido por aquel horrible remate de Chris Waddle, se habría cruzado con la albiceleste de Diego en una final de proporciones épicas!). Volvió a Glasgow y no duró mucho más. Estaba en franco declive y en septiembre de 1990 fue traspasado al Coventry, club al cual llegó en calidad de jugador-entrenador. Después hizo lo propio en el Sunderland y finalmente colgó los botines tras jugar tres partidos para el pequeño Clydebank FC de Escocia. Como entrenador trabajó además en Motherwell, Sydney FC, Brentford y condujo al Inverness Caledonian Thistle, con el cual ganó el título de la segunda categoría (First Division) en 2010.
Veredicto: inocente. Grandote y tosco como era, la situación le pidió a Terry algo que él no estaba en condiciones de ofrecer. Mostró determinación y cubrió la eventual salida de Maradona hacia el lateral izquierdo de la defensa inglesa, sabiendo que tenía compañeros que cubrían su espalda y que no había nadie por afuera. Luego volvió y dio su máximo para tratar de cerrar in extremis, pero fue superado por Maradó.
Terry Fenwick: Decíamos que a pesar de haber nacido en el norte, Fenwick brillaba en clubes del sur. Tras su paso por Crystal Palace y su llegada a la selección como jugador del QPR, Terry pasó a su tercer club londinense cuando un año después del Mundial de México se sumó al Tottenham Hotspur. Estuvo en White Hart Lane entre 1987 y 1992. En 1991 había sido prestado al Leicester y finalmente en 1993 llegó a su último club: Swindon Town. Se retiró de la práctica profesional en 1995. No le fue muy bien como entrenador. Trabajó en el Portsmouth durante tres temporadas (¿quedó claro que le gusta el sur?). Luego en el Northampton obtuvo dos empates y cinco derrotas, motivo por el cual solamente duró siete partidos al mando del club. Luego anduvo por Trinidad y Tobago como entrenador del San Juan Jabloteh de Port of Spain.
Veredicto: inocente. Podría haber cometido infracción. Tal vez lo intentó. Pero no era el primero y tampoco sería el último jugador profesional superado por un Diego Armando lanzado en velocidad y con el balón dominado. Suma puntos por su «fair play». Esa honorable decisión de no apelar al juego sucio que tantas veces el propio Maradona destacó como uno de los factores principales que permitieron que ese golazo fuera posible.
Peter Shilton: Parecía que no le quedaba mucho en el tanque a Shilton después de México ’86, pero el veterano portero representaría a más clubes después de cumplidos sus 36 años que antes. Se fue del Southampton en 1987 y comenzó su peregrinación incansable: Derby County, Plymouth Argyle, Wimbledon, Bolton Wanderers, Coventry City, West Ham United y finalmente Leyton Orient. Allí se retiró en 1997, no sin antes haber alcanzado la sensacional marca de 1.000 partidos jugados en el fútbol inglés en un encuentro ante el Brighton and Hove Albion. Tras ese récord, Shilton jugó cinco partidos más. También ostenta la mayor marca con la selección inglesa, de 125 encuentros internacionales. Su única experiencia como entrenador llegó durante su carrera como jugador. Fue entre 1992 y 1995 cuando atajaba para el Plymouth.
Veredicto: inocente. ¿Se apresuró en alejarse de su portería? ¿Cayó como una bolsa de papas delante de la figura del 10? El castigado Peter ya venía de sufrir la «mano de Dios» y también tuvo que enfrentar al mejor jugador de ese Mundial y de todos los demás mundiales en un mano a mano decididamente injusto. ¿Acaso existían en el mundo muchos arqueros capaz de poner un freno a ese barrilete cósmico?
El único culpable, para variar, fue ese diminuto y absurdamente talentoso argentino. Y tal como lo hacen Peter, Peter, Terry, Terry y Peter, ninguno de nosotros debería olvidarse de eso. Jamás.
- AUTOR
- Cultura Redonda
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