Bundesliga
Me encantaría fracasar como Guardiola
“¡Ni pienses en ella!” Te mira con la cara de un presidente haciendo su juramento sobre la biblia en el día de su investidura. Su consejo lo tomas en serio. Un farol de sabiduría en que se clavan tus ojos en el mar atormentado por tus propias lágrimas. O por lo menos tienes que pretender que te importan sus palabras. En realidad, solo esperas que se termine la conversación y que puedas volver a tu casa, a tu cama para morder el cojín y seguir llorando. Y pensar. Pensar en ella. Y lo puedes hacer sin que los otros se den cuenta. Sin que nadie te hable de ella. Toda tu vida. O abandonarla y dejarla ir sin interferencia alguna por parte ajena. Cuando tú quieras. Como tú quieras. Abandonado por tu pareja tienes esta suerte de privacidad. Puedes negociar tus sentimientos y pensamientos contigo mismo en su momento. Nadie te pregunta con una mirada de estas que esperan que te derrames en lágrimas y busques su consuelo.
Entro en mi trabajo pensando en esto y no sé por qué uno de mis alumnos me saluda con su carita de buena gente (es indudablemente bueno el chico, ¡que conste!) y le sale en alemán “Wie geht´s dir?” (¿cómo estás?). Tiene que venir por parte de él después de sus mensajes de apoyo durante la fase más delicada de la noche pasada, cuando todavía no se sabía si íbamos a seguir el camino. Mi manera de responder con un “Gut” (bien) de forma más neutral posible ya le cuenta todo al pobre. El chico quiere ponerse en contacto conmigo, acompañarme, dar espacio a compartir emociones y soltarlas.
Pero no. No tengo ganas. Para nada. No hablas con cualquiera sobre tus amores profundos cuando sabes que después la gente pasa su tiempo rajando sobre cualquier detalle que pueden agarrar. Y tú estás al lado intentado arreglártelas con tus emociones. Ante la ira sobre tal impiedad prefiero ir de incógnito para no levantar el tema. Recojo todo el bulto que me llevo a clase todos los días y emprendo el camino al aula. Paso por los alumnos que fuman. Me vienen palabras sueltas. Entre ellos sale la palabra dolorosa: fracaso.
Fracaso. ¿Qué es un fracaso? ¿Quién decide si es un fracaso? ¿Por qué dicen fracaso?
Me quedan cinco minutos para preparar algún papel por ahí. Repitiéndome esta palabra tengo ganas de romper el papel en pedazos en vez de cortarlo bien arregladito para que mis alumnos enriquezcan su alemán. Respiro y empiezo a cortar haciendo cuentas. ¿Qué es un fracaso?
Hay dos tipos de fracaso. El primero es cuando no cumples con las expectativas que te impone la gente. Es decir, desde fuera. Esto hace infeliz a muchos niños en los países occidentales y es causa del abundante abuso de un medicamento llamado Ritalin. La justificación de tal expectativa es bastante cuestionable. Me imagino a un niño de siete años por la tarde que después de sus clases en primaria pasa su tiempo libre estudiando inglés en una de estas escuelas de idiomas en su barrio para volver a casa de su día laboral a las seis de la tarde. Comerá un sándwich y se hará con sus deberes. Según sus padres, fracasa este niño sacando un seis en matemáticas. Fracaso extrínseco total.
El otro tipo de fracaso es él que tú mismo cueces. El mismo niño espera poder jugar fútbol de las 7 hasta las 9. Jugará de las 8 hasta las 9.30. Menos de lo esperado, pero gambetea como loco, se ríe con sus compañeros, se olvida del sí es I going o I am go y se lo pasa estupendo. ¿Expectativa no cumplida?, ¿fracaso intrínseco total? Casi ya estoy con el papel. ¿Qué puede hacer el niño? Nada. El niño no decide si va a la primaria o al curso de inglés o al curso de yoga para niños estresados. El niño tiene que ir, tiene que cumplir. No ha decidido nada. No tiene posibilidad de decidir. Los padres esperan un diez en todo y además que el niño hable mejor inglés como ellos.
Es decir: Los padres montan las expectativas y el niño tiene que cumplir.
Entran los primeros alumnos y yo me levanto para hablarles de verbos modales con infinitivos en voz pasiva. El partido debe ser ganado. Pongo la frase en la pizarra y suspiro. A veces ni esto es suficiente. En esta clase no me conocen bien. Menos mal. No me hablarán de ello.
¿Fracasado?
A ver. Mientras mis alumnos intentan entender cómo se construye esta voz pasiva bajo el yugo del modal de la obligación, intento a hacer mi cálculo para Pep. ¿Qué es un fracaso?
Depende quién eres y qué esperas. Si esperas que por el dinero que gana este entrenador tiene que sacar el triplete en todos los años: ¡Fracasado! Creo que en este sentido Pep no ha cumplido el sueño secreto pero muy existente de cada aficionado bávaro. Todos soñábamos con ganar tres veces la Champions League. Fracasó ya en el año 2014 entonces. Fracasó en números. ¿Pero fracasó su estilo? Su estilo levantó la Bundesliga casi antes del primer partido. Su estilo no fue rechazado por los jugadores. Los jugadores buscaron su estilo. Los jugadores buscaron su opinión. Se llevaron su enfoque a sus selecciones. Y si hemos entendido bien, tiene mucho que ver el mundial de Alemania con Pep. Un año de Pep ya cambió el fútbol alemán. Revolución ni desde abajo, ni desde arriba. Desde Múnich, desde la Säbenerstraße, desde un despacho minúsculo. Pero por no haber ganado la Champions, parece ser un fracasado como Jürgen Klinsmann.
Puedes fracasar cuando alguien te impone sus expectativas y tú no las cumples. ¿Klinsmann fracasó? ¿Fracasó porque no cumplió sus propias expectativas? ¿Las expectativas del propio Pep fueron ganar el triplete? ¿Expectativas así son realistas teniendo en cuenta que hay unos cuatro clubes que realmente pueden ganar la Champions y que depende de muchos factores?
Mis alumnos han solucionado el problema y les propongo otro:
“Traducid esto al alemán ‘La copa puede ser levantada’”.
En su primer año, Pep cometió el error de fiarse demasiado de sus jugadores, relevó su sombra periodística Martí Perarnau. En el segundo año se le cayeron los jugadores más importantes. ¿Qué haces sin jugadores? ¿Tenía culpa el médico? ¿Tenía culpa el entrenador? Se vengó un Barça en forma estelar contra un equipo agotado. ¿O surtía su efecto un Mundial? Después del cual, el Bayern nunca había ganado la Bundesliga. La ganaron igual, dicho sea de paso. Y el Bayern que ganó la Champions de 1974 hasta 1976 tres veces seguidas, casi bajaba a la 2. Bundesliga.
Fracaso. Cuando no cumples las expectativas que otros te imponen.
Pep seguía con su proyecto. Reforzado con nuevos jugadores emprendió el último año de su proyecto. Arrasa la Bundesliga. Y pierde otra vez en semifinales. Ni hundido, ni engañado. Sofocando al rival, sale por un gol del adversario marcado fuera de casa. El Bayern de esta semifinal 2016 se parece mucho al Bayern de la semifinal 2013. Pero al Barça de 2011, también. Pep parece haber logrado unir lo que es “espíritu bávaro” y lo que es “ciencia Pep”.
Ahora que mis alumnos han solucionado la frase anterior, les propongo mi última frase:
“Traducid: El entrenador no tiene permitido fracasar”.
Algunos de mis alumnos me miran con cara de asombro. Como no reacciono, sus preguntas extralingüísticas se desvanecen en la nada de mi silencio y queda ésta: “¿Qué quiere decir en alemán la palabra fracasar?”. Le respondo: “El verbo es scheitern”- se pone a escribir, pero me da ganas de morder esta palabra-. “¡Espera!”, le digo casi gritando. “Lo escribo en la pizarra y te lo pronuncio: ‘shaitan’”. Me doy cuenta que la palabra forma parte del “Scheiterhaufen”. El amontonado de trozos de madera donde se quemaron las brujas, es decir la hoguera.
Me imagino proponer a mis alumnos el entrenador debería que ser quemado.
Pero diciendo esto desencadenaría indignación y una discusión. No lo quiero. Quiero seguir en mi tristeza serena hasta que se despida ella misma. Porque lo hace. Tengo la prueba.
Os juro que hace algún tiempo tuve la mala suerte de tener que luchar con esta palabra. Mandó mi cerebro a entrar en bucles: “Eres un fracasado. Te dejó la novia que querías tanto. La amaste más profundo que a cualquiera antes y fuiste amado tan profundo como nunca. ESTA MISMA te dejó. Eres un fracasado.” Aguanté mucho y al final se lo dije a un amigo. Me miró seriamente y me dijo: “Escúchame una cosa, ¡tú fuiste tanto para ella que quería estar contigo, que luchaba para no dejarte! Ella estaba dispuesta a ir lo más lejos posible contigo. Puede ser que no la vas a casar nunca. Pero te nutriste tanto que ya no te reconozco. Tanto que has crecido. Y tanto se enriquecieron uno al otro.” El llorón en mí que manda en estos momentos me hizo decir: “¡Pero la perdí!”. En su voz escuché un tono raro, suavizado, pero con una ira reprimida. El aire temblaba y chirriaba de celos atados por cadenas de hierro. “¡Pero si estuviste con esta chica con que todos hemos soñado, por lo menos cinco minutos cada uno que la conocía!”.
Por @AndreDeutschBCN
- AUTOR
- Cultura Redonda
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