América
¡Me matan, Limón!
Muchos comenzaron a conocer la historia de Pablo Emilio Escobar Gaviria, hay que citar su nombre completo la primera vez, gracias a la serie Narcos de Netflix. Extrañamente, esa historia era desconocida aunque ahora volvió a estar viva y ya son pocos los que no saben quién fue este personaje, que además de convertirse en la figura máxima del narcotráfico era un enamorado del fútbol. Esto no es un dato extraño, sin embargo hay manchas históricas que Atlético Nacional, el equipo «ayudado» por el «Patrón», todavía sigue padeciendo porque muy seguido las palabras de los protagonistas reviven ese tiempo que algunos quieren olvidar.
Las contradicciones abundan sobre este tema pero hay datos que pueden ser corroborados. Uno de ellos es que Escobar era hincha de Independiente Medellín y que tomó la decisión de apoyar a los verdolagas para llevarle la contra al Cartel de Cali, uno de sus enemigos más acérrimos. En esa institución llegó a hacerse amigo de algunos de los jugadores entre ellos René Higuita, aquel recordado arquero que se animó a tirar el «escorpión» en Wembley. “Hubo un mal entendido, salía de La Catedral (nombre que adoptó la prisión donde estuvo recluido Escobar, que él mismo mando a construir) y encuentro un canal de televisión que me pregunta si era amigo de Pablo Escobar, le dije sí. Se me vino el mundo encima. En esa época todo el mundo negaba a Escobar y el único que tenía acceso a él era yo. Y qué raro que el resto de la política nada tenía que ver con Escobar. Eso me costó el puesto de la selección”, recordó el ex portero hace unos años.
Sin ir más lejos existe una leyenda donde el propio Diego Armando Maradona, otro nombre para decir completo, conoció en persona a Pablo y hasta tiraron paredes juntos en un picado por una suma «importante de dinero», pero hace un tiempo Jhon Jairo Velásquez, más conocido como Popeye, ex sicario y mano derecha del narco, se encargó de desmentir todo este embrollo. Igualmente no hay que ir muy lejos para encontrar a un argentino vinculado con todo esto porque el mismo Carlos Salvador Bilardo, ex DT de la la Selección de Colombia y del Deportivo Cali, mencionó que charló varias veces con él y hasta se tomó un par de cafés. «¿Viste cómo me saco las fotos yo con las manitos adelante? Ellos me enseñaron. Yo pongo las manos adelante del cuerpo para que nadie pueda alterar la foto y hacer que esté abrazando a cualquiera», contó el doctor hace un tiempo. Un hombre plagado de tics.
Como verán, el Capo sabía cómo moverse y qué es lo que mueve al mundo. Por esa razón nadie se asombra cuando se habla de arreglo de partidos, de campeones comprados o hasta de asesinato de árbitros. Uno de los hechos más vinculados es la Copa Libertadores que el Verde obtuvo en 1989. Sobran las voces que alegan y confirman que el título estuvo comprado, y por esa razón las hinchadas rivales solían o suelen burlarse de los fanáticos del equipo de Medellín. Aunque luego de quedarse con el certamen disputado en 2016, esa mancha quedó algo más aplacada. En esta oleada de dichos y desdichos, nuevamente el que apareció es Popeye, quien salió a desmentir que esto hubiera pasado y, como una especie de rockstar, también lanzó que «el Patrón dejó la plata para el 89 y para este (en alusión al certamen ganado recientemente)». Todo muy contaminado, y al aparecer la verdad se fue a la tumba junto a su principal actor.
Más allá de todo esto, hubo otro hecho que probablemente haya sido el que más marcó al fútbol colombiano por aquellos tiempos y que tuvo implicado a Escobar: el asesinato del árbitro Álvaro Ortega. ¿La razón? Anular un gol. Todo ocurrió 15 de noviembre de 1989, aunque su sentencia de muerte estuvo marcada unos 20 días antes cuando el línea no convalidó un gol de chilena de Carlos Castro a dos minutos de que terminara el choque entre Independiente Medellín y América de Cali, que se llevó la victoria por 3-2. «No quería que Álvaro pitara en Medellín y me comuniqué con la Dimayor para que revocaran la decisión. No tuve respaldo», recordó Jesús Díaz, amigo y compañero de Ortega, quien con justa razón se opuso a que su compañero estuviera presente en el encuentro que iban a disputar nuevamente estos dos conjuntos.
El partido culminó empatado en cero, los jueces volvieron al hotel y se dispusieron a ir a cenar a un restaurant. En el camino fueron interceptados por un auto, y sin mediar palabras un sicario le propinó nueve disparos a Ortega. Díaz intentó detener a los asesinos y recibió una advertencia: «Tranquilo, ‘Chucho’, que eso no es con usted». Esta pequeña frase aún resuena en los diarios cafeteros cada vez que se recuerda el hecho o se conmemora un aniversario del homicidio. Jesús intentó salvar la vida de su colega y logró subirlo a un taxi con la ayuda de un transeúnte que, créase o no, le robó la billetera al malherido. Creer o reventar. «Hoy no han matado a un árbitro, sino a dos», sacudió Díaz ante los medios luego de que se confirmara en un hospital la muerte de su compañero, y abandonó la profesión. Este incidente hizo que la redonda dejara de robar por un año en Colombia, y si uno hace una simple búsqueda para confirmar los campeones del fóbal cafetero en ese período, aparece la frase: Campeonato cancelado. Nada de tiempo negro, nada de muerte. ¡Voy sangrando, Limón!
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- AUTOR
- Facundo Mirata
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