#Rusia2018xCR
Mecánica de lo trabajado
Pocas veces ocurre lo previsible dentro de la imprevisibilidad del fútbol. Pero hoy, Uruguay venció 3-0 a Rusia en la Copa del Mundo y se dio lo que todos presuponíamos, que iba a clasificar, que iba a ser puntera y que, probablemente, iba a cosechar una gran porción de unidades con el correr de los juegos. Sin embargo, no podemos delimitar todo a lo meramente numérico -pese a que es menester destacar que los de la «banda oriental» vuelven a ganar sus primeros tres escollos resde 1954- porque el equipo de Óscar Tabárez mostró muchas cosas interesantes para analizar.
Los uruguayos mostraron los hilos de un elenco anfitrión que corrió con ventaja y holgura en los dos cotejos anteriores. Los resultados abultados ante Arabia Saudita y Egipto fueron un oasis que les valieron el boleto a octavos de final, pero sin enfrentarse a rivales de mayor jerarquía. Y allí apareció la Celeste con un repertorio apegado a su libreto que hizo que los locales tuvieran su primera prueba de rigor.
¿Qué tiene Uruguay para soñar? Al margen de nombres propios, posee una identidad que le es propia. Si bien la intención siempre es salir con balón dominado desde el fondo, con Diego Godín y José María Giménez como primeros pasadores y con Lucas Torrerira como interlocutor en el medio, no se apega a esto y aplica el famoso «saque si quiere ganar» cuando las papas queman y el rival presiona en tres cuartos. Los balones largos hacia sus delanteros, el pressing en la mitad de la cancha y el despliegue en las transiciones defensa-ataque son movimientos que aparecen siempre bien aceitados.
Hablemos del esquema. Si bien es difícil encasillar a los players, hay algunas cuestiones interesantes sobre las cuales poner la lupa encina. En el fondo está claro, siempre serán cuatro en la cueva, con los laterales de turno como una opción clara de gol -Diego Laxalt envió el remate que significó el 2-0-, sumándose a la zona de fuego; en el medio está claro que Torreira es el primer pase, encargado de meterse entre los centrales para ir en busca del balón, enmarcado por su gran visión de juego y con la obligación de conectar con los mediocapistas que pasan la línea del medio; más adelante, Naithán Nández y Matías Vecino se estacionan por las bandas, para dar rienda suelta a un Rodrigo Bentancur que se posiciona como «enganche», detrás de los dos delanteros, con la obligación de ser quien más pise el área y abastezca a los de arriba; adelante Luis Suárez y Edinson Cavani son las dos torres que entran y salen permanentemente y corporizan la amenaza de gol.
Podemos delimitar, entonces, un 4-3-1-2, que pasa a ser 4-1-4-1, cuando el equipo defiende, producto del retroceso de Cavani, quien vuelve hasta la mitad de la cancha para formar una trinchera de cuatro mediocampistas, por delante del cinco puro. Una barrera difícil de atravesar, con mucha vocación hacia la solidaridad con los compañeros y de penetrabilidad casi infalible, cosa que se ve reflejada en la cantidad de goles en contra. Uruguay es, con Croacia, el único seleccionado al que no le conviertieron goles hasta aquí.
El otro factor a destacar es la pelota parada. Los cinco gritos llegaron por esa vía. Ante Egipto apareció Josema para capitalizar un córner; frente a Arabia Saudita, el Pistolero aprovechó la mala salida del arquero, tras un tiro de esquina, para rubricar el uno a cero; ante Rusia, el mismo Suárez de tiro libre, Laxalt -tras un despeje devenido de otro balón quieto por el costado- y Cavani, quien aprovechó el rebote que dejó Ígor Akinfeev tras un cabezazo a quemarropa de Godín, cerraron el tres a cero definitivo.
¿Mecánica de lo trabajado o dinámica de lo impensado? Las comparativas son odiosas pero, de este lado del charco, Jorge Sampaoli sorprendió a todos al sentenciar que él, «no piensa. Todo surge en su cabeza cuando tiene que surgir«, mientras, del otro lado, parece que el Maestro representa la antítesis en este duelo del Río de La Plata. Lo único que tenemos en claro es que, hoy por hoy, Uruguay es el mejor elenco de Sudamérica, sin tener que ir a buscarla al fondo del arco ni una vez, con diferencia más cinco, nueve de nueve en los porotos y, nos volvemos a preguntar: ¿Hasta dónde podrán llegar?
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- AUTOR
- Julián Barral
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