América
Messi, su discurso de líder y su fútbol ausente
Siendo políticamente correcto con frecuencia, esta vez Lionel Messi decidió patear el tablero. Sus declaraciones contra la organización del fútbol sudamericano y la acusación de corrupción imprimieron un nuevo guión. El ‘10’ asumió otro papel al que usualmente se le ve, deconstruyó su análisis en los micrófonos y asumió su rol de jugador más destacado del planeta. Y de uno de los mejores de la historia. Era algo que se le reclamaba, cuestiones de virilidad, de sacar el pecho y no quedarse callado. Disparó con elocuencia tras los fallos arbitrales y no se hizo presente en la premiación por el tercer puesto. Ahora bien, sus palabras altisonantes, su conducta maradoniana de rebelarse, estuvo acompañada de una las peores versiones futbolísticas que se le ha conocido desde su debut en la selección argentina.
El nivel de Messi en la Copa América estuvo muy por debajo de las expectativas. Llegó al certamen con una realidad patas para arriba. Si Barcelona fue siempre el lugar para sacudirse de las frustraciones albicelestes, esta vez el torneo disputado en Brasil lo invitaba a redimirse, tras el fatídico final de temporada que atravesó en Europa. Se lo vio en un nuevo papel, emergiendo la cabeza sobre la derrota, como líder de una nueva generación. A contramano de lo que había sucedido en Rusia, cuando se recluyó en soledad posteriormente a la igualdad del debut ante Islandia, salió a hablar con tranquilidad después de la dura derrota ante Colombia y aseguró que el equipo crecería.
Cierto es que la fisonomía del equipo pudo no ayudarlo, pero el colectivo llevó a remolque a su figura. No necesitó de ella para trascender y para ir superándose partido a partido. Por la naturaleza de sus condiciones, a Messi se le reclamó siempre más durante la estadía en tierras cariocas. Su fútbol sólo apareció frente a Brasil, en el estadio Mineirao, pero sin brindar una actuación descollante. Aquello que tanto se le reclamó, que sea un líder dispuesto a la protesta, a contagiar al grupo y a no esconderse en momentos difíciles, con el canto del himno a viva voz incluido, no fue de la mano con sus virtudes. Muchas veces actuó en soledad y salvó al combinado argentino, pero esta vez la fuerza de su presencia estuvo en otro lado.
La autoridad de su discurso y sus acusaciones, que implicó un descargo casi inmediato de Conmebol, puede estar acompañada de su fútbol. Deben coexistir, sino su capacidad de liderazgo queda a medias. El compromiso de equipo que exhibió Argentina, más rendimientos individuales muy destacados como los de Leandro Paredes, Rodrigo De Paul o Lautaro Martínez, fueron esenciales para que el equipo alcanzara el tercer puesto. El rendimiento de Messi estuvo por debajo de otras prestaciones, incluso que la de la copa disputada en 2011, porque entonces sí había mostrado aunque sea una actuación soberbia (vs Costa Rica).
Argentina fue haciéndose conforme al paso de la competencia. De Paul y Marcos Acuña ayudaron a equilibrar a un equipo al que le costó recuperar la pelota en campo rival. Lo hizo mayoritariamente cerca del área propia, y hacía que el arco rival quedase a muchos metros de distancia. Eso quitó posibilidades a Messi en un principio, aunque la aparición de los dos delanteros hizo que tuviese otros apoyos por delante. De cualquier manera, se le reclamó más por quién es y significa, y muchas veces falló conducciones que no llevaban a buen puerto o repitió pérdidas poco frecuentes. Incluso, no tuvo su excelso desnivel individual. En el partido por el tercer puesto, sus combinaciones con Giovani Lo Celso y Paulo Dybala daban buenos dividendos, aunque la insólita expulsión volvió a posponer las sociedades.
Es tiempo en que la AFA eleva cartas, solicita renuncias y un nuevo orden, sin reparar en que el fútbol de ascenso muestra muchas veces la misma cara. El VAR volvió a mostrar su muñeca y la mala utilización que se utiliza por estos lares. Se pudo escuchar las conversaciones del árbitro con los encargados de la tecnología en el primer partido, luego no se podía ver qué jugadas revisaban, después sí, y a fin de cuentas se robaron las repeticiones. La impertérrita calidad de Messi, cuyas bombas discursivas tendrán incluso mayor significancia en un futuro, tendrá que alinearse con su nueva función de conductor de grupo. En cualquier otro caso, su liderazgo no es tal.
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- AUTOR
- Nicolás Galliari
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