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Mi otro yo
El Football Club United of Manchester apareció en escena hace casi 14 años, con un claro objetivo: romper con la mercantilización del negocio llamado «fútbol». Mediante esfuerzo, sangre, sudor y lágrimas, tomaron la difícil decisión de despegar su corazón del escudo del Manchester United y perseguir, con valores legítimos, a la nueva entidad de sus amores.
Mario Benedetti relata, de manera eficaz y fugaz, la historia de Armando, un jóven muchacho algo atorrante y holgazán preocupado por la aparición de su «otro yo», personaje completamente antagónico y con características bastante disímiles. Aunque en lo físico eran idénticos, las diferencias sustanciales en lo sentimental hacían que este hombre de historieta lo aborrezca hasta la muerte, momento cúlmine del relato, en donde Corriente encontró su satisfacción. Sin embargo, no fue hasta que salió a la calle y vio a sus amigos, que ni se percataron de su presencia, que algo más ocurrió. Su otro yo se lo llevó consigo.
Esta simbiosis podemos trasladarla al verde césped para empezar a enlazar y construir el camino del Football Club United of Manchester, entidad fundada el 14 de julio del 2005 por una parte de la fanaticada de los «Red Devils» que se opuso a la compra de las acciones de la institución por parte del difunto Malcolm Glazer, a cambio de 800 millones de dólares. Con la partida de «Manchester United Supporters Trust», los de Old Trafford sintieron lo mismo que Armando: un pedacito de su historia y de su esencia había desaparecido.
Para encontrar el génesis de esta crónica debemos remontarnos muchísimo tiempo atrás. No es novedad hablar de los elencos europeos y descubrir que, detrás de la efervescencia de sus seguidores y del escudo protector en forma de balón, hay ocultos intereses económicos, negocios familiares, inversión de capitales en busca de un rédito aún mayor, y las famosas Sociedades Anónimas Deportivas que encontraron en el Viejo Continente un campo exquisito para florecer, pero que son desechadas en muchas partes de América Latina. En este sentido, el MUFC actúa como tal. Desde el inicio de su historia, allá por 1902, los valores son los que mueven la aguja, sobre todo cuando las deudas apremian, aunque intentando mantener siempre su idiosincrasia deportiva, por sobre los estados financieros.
El primer punto de inflexión y de aparición de este movimiento radical, cuyas manifestaciones comenzaron desde las gradas, fue en 1998, cuando el magnate Rupert Murdoch hizo una oferta para que su empresa, «British Sky Broadcasting», pase a ser la principal accionaria y voz de mando en la toma de decisiones, a cambio de la jugosa suma de 600 millones de libras. Fue allí cuando este grupo, liderado por Andy Walsh, puso el grito en el cielo en contra de la comercialización de su pasión.
Sin embargo, la resistencia no pasó del siguiente milenio. Corrían mediados del año 2005 cuando el ya mencionado Glazer apareció en escena y puso sobre la mesa 800 millones de libras para convertirse en presidente, aunque jamás participó activamente de la toma de decisiones, ya que sus hijos, Joel y Avram, eran los delegados para ese tipo de manejos.
La negativa era una opción a tomar, aunque un tanto difícil, ya que una deuda de 700 millones asechaba a los del norte de Inglaterra, por lo que esta inyección de dinero vendría como anillo al dedo para equilibrar las arcas. La junta directiva aceptó el ofrecimiento, mientras que al compás la desilusión y la rabia se trasladaban a las tribunas del estadio. Esto, sumado al aumento en los valores de los abonos, por ejemplo, fue la gota que rebalsó el vaso.
La primera muestra de descontento tuvo lugar, justamente, en el campo de juego. La falange optó por enseñar bufandas con los colores verde y amarillo, tonos originales que vestía el Newton Heath LYR Football Club, elenco primogénito y que dio desarrollo al United, creado en 1878. Sumados los cánticos, pancartas y la muestra de viejos ropajes que intentaban concientizar sobre los valores base, este conglomerado tomó una de las decisiones que trasgredió a cualquier otra manifestación a lo largo de la historia: renunciar a su amor.
El 14 de julio de 2005, un mes después de la asunción de la nueva comitiva, nacía una nueva institución en el seno del balompié británico. Con el apoyo de más de 4.000 personas y la recaudación de más de 100.000 libras en apenas un mes, el FC United of Manchester -rótulo elegido por sobre otros como: FC United, Manchester Central o Newton Heath- aparecía en escena.
La intención era clara. Como sucede en algunos equipos argentinos cuyas autoridades se debaten sobre las SAD, el dicho de «el club es de los socios» fue el cimiento principal, mientras que la frase insignia fue: «Un miembro, un voto». En este sentido, el organigrama y el funcionamiento es consensuado entre todos. Rápidamente, se convirtió en el primer gran club de Gran Bretaña en funcionar como una cooperativa, y cada adherente puede ser partícipe de la elección del rumbo a tomar, ya que con un aporte anual de doce libras se convierte en «accionario».
A nivel deportivo, la tónica no varía mucho. Cuando arrancó la puesta en marcha, más de 900 personas se presentaron para conformar el plantel de primera división, tomándole pruebas a 200 y seleccionando a los primeros 17 que serían dirigidos por Karl Marginson, un ex jugador con pasado en el Blackpool o Rotherham United, entre otros.
Tres rápidos ascensos consecutivos lo catapultaron de la décima categoría a la sexta división, compitiendo hoy en día en la «National League North», en busca del ascenso a la «National League». Un dato de color: las más de 2500 personas que asistieron a su primer partido causaron sensación en todo el país. En la actualidad, enseñan remeras y banderas en contra de aquellos que decían que no pasarían la Navidad de aquel año 2005.
Los finales entre el cuento y la vida real no son iguales, para nada. Armando desapareció de la escena cotidiana. El Manchester hoy día continúa con su peregrinaje dentro del mundo de la redonda, apañado por el espurio billete -actualmente, la familia Glazer posee el 90 por ciento de los derechos-, mientras que su «otro yo», más sentimental y férreo a sus convicciones, sueña con llegar a la élite.
Lo que es innegable es que en algún punto las historias se cruzan. El personaje de Benedetti partió de este mundo para sus amigos y seres queridos cuando su antagónico se fue a mejor vida. Los «Diablos Rojos» surtieron la misma suerte, y dejaron de ser parte de la idiosincrasia de los «Red Rebels» cuando su propio yo nació.
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- AUTOR
- Julián Barral
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