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Mohamed Salah, la ilusión de un pueblo
La inmensidad del estadio de Alejandría pareció transformarse en un recinto pequeño para las más de 80.000 personas el 8 de octubre del pasado año. Los espectadores explotaron de júbilo cuando Mohamed Salah convirtió de penal en el último minuto del partido y depositó al seleccionado de Egipto en una Copa del Mundo tras 28 años. Congo había igualado el partido cerca del final y los Faraones tendrían que jugarse su última ficha en Ghana, en la fecha de cierre. Pero apareció su jugador más desequilibrante, piedra basal y razón de ser del equipo dirigido por Héctor Cúper. Había convertido el primer gol y sentenciaba la ventaja que daba la clasificación.
Salah es la esperanza máxima de Egipto, que cuenta con otros nombres interesantes como Ramadan Sobhi o Mohamed Elneny. Mo fue protagonista en todos los goles de la fase final de clasificación, con cinco anotaciones y dos asistencias. Su influencia es total y se ha transformado en el epicentro. Para el pueblo egipcio es la gran ilusión de cara al Mundial, donde los africanos compartirán el Grupo A con el local Rusia, Uruguay y Arabia Saudita. Basta con observar los resultados de las últimas elecciones a presidente; si bien Salah no fue uno de los candidatos por razones obvias, muchos ciudadanos anotaron su nombre en las boletas debajo de los dos nombres principales, Abdul Fattah al-Sisi (reelecto) y Moussa Mustafa Moussa. De hecho, ‘superó’ en sufragios a quien quedó segundo.
De todos modos, la comunión del actual jugador de Liverpool con sus compatriotas no nació en las Eliminatorias. Ya había tenido un gran papel en el Mundial Sub 20 de 2011 y los Juegos Olímpicos disputados en Londres un año más tarde. Por aquel tiempo, su experiencia europea se estaba iniciando. Comenzó jugando para Al-Mokawloon Al-Arab siendo muy joven, tras destacar en una prueba desarrollada por la marca Pepsi que atraía a los clubes a buscar talentos. Después de rechazar ofertas de Al-Ahly y otras potencias egipcias, el torneo doméstico fue suspendido y Salah salió a una mini gira con la selección Sub 23. El Basel suizo lo observó y no dudó en sumarlo a sus filas.
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Las oportunidades no siempre se presentan en el contexto ideal, y Mohamed lo sufrió. Sobresalió en un enfrentamiento de ida y vuelta ante Chelsea por Europa League, cautivó los ojos de José Mourinho, y Roman Abramovich lo contrató casi sin dudarlo. Pero en la Premier League tuvo escasa continuidad y se marchó tras una temporada y media. La Serie A lo esperaba, sin embargo en el fútbol inglés había quedado una cuenta pendiente. Primero Fiorentina y luego Roma sacaron frutos de su poderosa zurda y una técnica muy depurada. Salah cambiaba el ritmo en cuestión de segundos y aceleraba cada jugada casi por inercia. Creaba una situación de gol tras otra y en transiciones rápidas era insostenible, aunque rara vez traducía en goles todo lo que generaba. Fallaba en la definición o en el último pase.
Llegó Monchi y su proyecto deportivo a la capital italiana cuando el ‘10’ parecía asentarse. Jurgen Klopp ya había plantado las semillas de su concepción de fútbol en Liverpool durante la temporada anterior y consideró que el egipcio podría ser clave para su filosofía, esa que mezcla con total naturalidad el vértigo con el juego posicional. Más allá de que no era del todo probable que el zurdo diera un salto de crack en la tierra de The Beatles, la cifra de 42 millones de euros del traspaso pareció una suma módica en el mercado actual.
Sus goles, la calidad y cantidad de los mismos junto a las innumerables asistencias, atestiguan su crecimiento. Salah se volvió un jugador más completo, que elige cuándo acelerar o realizar una pausa para tomar la mejor decisión. Su pegada es letal ya sea desde afuera del área como con remates de media distancia, y se asocia con sus compañeros de una manera mucho más fluida. Ya no es solamente ese futbolista que iniciaba cada acción a pierna cambiada para comenzar a conducir hacia dentro, hoy atrae muchos rivales en una zona y explota los espacios con su singular velocidad. La progresión en continuo lo consagró como mejor jugador africano del 2017.
El trío de ataque compuesto con el brasileño Roberto Firmino y el senegalés Sadio Mané brilló en lo que va de curso. Se encargaron de depositar nuevamente al equipo Red en instancias decisivas de la máxima competición europea, y es una incógnita hasta dónde pueden llegar. Rotan constantemente y cualquiera puede ser la punta de lanza. Salah interactúa de gran manera tanto en ataques posicionales como en jugadas de contraataque y vértigo, y su eficacia ha ido en aumento. Compite de igual a igual por llevarse el trofeo a máximo goleador de certámenes europeos.
Usualmente, Salah también regresa a Magrig, su ciudad natal, para llevar donaciones a diferentes familias y apoyar a parejas que planean casarse. Cerca de las canchas de tierra donde pateó sus primeras pelotas -a mitad de camino entre El Cairo y Alejandría-, inauguró un centro que aleja a los niños de la calle y les permite crecer con un balón. Asimismo, aportó los fondos para la construcción de un gimnasio en la escuela a la que fue de chico, y en una ocasión evitó que su padre denunciara a un ladrón; por el contrario, le obsequió dinero y le ayudó a encontrar trabajo. Por sobre todas las cosas, aboga por la igualdad de género en Egipto.
Los egipcios adoran al Faraón y sienten que no es descabellado acceder por primera vez a octavos de final de un Mundial. Se entregan al talento y la brillantez de su hombre insignia, ese mismo que fue un arma de total influencia en el camino a Rusia 2018.
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- AUTOR
- Nicolás Galliari
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