Calcio
Nereo Rocco, un genio en el olvido
Nereo Rocco nació un lunes 20 de mayo allá en el año 1912, en la ciudad de Trieste, y murió el 20 de Febrero de 1979 a los 66 años. Inició su carrera como jugador en el equipo de su ciudad, el Triestina, en una época en la que algunos puristas italianos consideraban a Trieste como una ciudad extranjera en Italia. Los jugadores del equipo, por ende, no recibían el mismo trato de respeto que los jugadores de Milan o Torino. Rocco fue futbolista durante la Gran Depresión económica y, por aquellas épocas, ser jugador usualmente no alcanzaba para vivir. Muchas veces, de hecho, ni siquiera se le cumplía a los jugadores lo prometido respecto a pagos, en especial en ciudades como esta.
Rocco estuvo sus años de juventud en el equipo de su ciudad, pero con los años y un poco más de experiencia dio el salto al Napoli. Era un jugador siempre enfocado, muy profesional, al menos para la época en la que lo fue. Se dice que no celebraba los goles, corría directo al círculo central; los goles, como todo lo demás del fútbol, era solo parte de su trabajo. Rocco jugó una vez con la selección italiana, 45 minutos en un partido en que vencieron a su similar de Grecia 4-0.
Pero claro, no parece muy genio Nereo Rocco, normal que esté en el olvido. Y es cierto, aunque Rocco no es genio por lo que hizo dentro del terreno de juego, lo es por lo que significó fuera de él pero pegadito a la banda, o dirigiendo entrenamientos. Su legado para el fútbol, aunque a veces olvidado, lo dio como entrenador.
Siempre ha habido en Italia debate sobre quién fue el inventor del catenaccio, pero de lo que muchos expertos no tienen duda, es sobre quién fue el entrenador que mejor y mayor provecho le sacó al sistema que hizo famosos a los italianos hace ya algunas décadas.
Rocco empezó como entrenador de nuevo en su ciudad, haciendo sus primeras armas en su querido Triestina. En esa temporada de 1947-48, el equipo terminó segundo, eso sí, a 16 puntos del campeón Torino. Es la mejor posición que ese equipo había obtenido y obtuvo en su historia. Rocco necesitaba salir de la zona de confort de su ciudad y dirigió en la Serie B al Treviso, donde no consiguió excelentes resultados, aunque adquirió experiencia importante de cómo era dirigir fuera de una ciudad en donde era relativamente famoso.
Luego del paso por la Serie B, volvería al Triestina sin tener un buen segundo paso, en parte por conflictos con el área administrativa de su club. Recibiría una llamada de un equipo con problemas en la Serie A, peleando el descenso. El Padova necesitaba un entrenador y Rocco acudió al llamado, salvó al equipo del descenso y seguiría haciendo su nombre en el equipo. Su mejor posición fue un tercer lugar en la temporada 1957-58. Lastimosamente, el club tenía serios problemas administrativos y financieros, y el proyecto de Rocco no pudo continuar por mucho más.
Fue ahí cuando llegó el equipo con el que Rocco se convertiría en el entrenador que fue. El Milan llamaría a su puerta y este, ni lerdo ni perezoso, tomó las riendas de, ahora sí, un gran club. No perdió mucho tiempo y en su primera temporada, la 1961-62, hizo al equipo campeón y, a pesar de ser rígido en su modelo defensivo, su equipo marcó 83 goles en 34 partidos, nada despreciable.
Con el éxito rápido que obtuvo, no tuvo ningún problema en iniciar una nueva rivalidad con el vecino de la ciudad. El entrenador del Inter de Milán no era otro que Helenio Herrera. Esta rivalidad nunca fue un choque de estilos, al contrario, ambos eran fieles practicantes del catenaccio, pero de los dos se considera a Rocco como el más estricto y a veces exagerado en lo que a las labores defensivas se refiere. Entre los dos entrenadores, dominaron el fútbol italiano por una década.
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Pero el éxito nacional no fue lo único que obtuvo este poderoso y defensivo Milán. En 1963, en una histórica final ante el poderoso Benfica de Eusebio, el equipo dirigido por Rocco se convertiría en el primer equipo italiano en ganar la Copa de Europa. El nombre de Rocco, aunque muchas veces olvidado, quedaría para siempre en los libros del fútbol italiano y europeo.
Después de su paso por el Milán, el presidente del Torino lo convenció para que tomara un reto mayúsculo. Pasaría a entrenar al Toro, un equipo otrora grande y poderoso que se vio devastado por un accidente aéreo que tomó la vida de su equipo estelar en 1949. Después de eso, el equipo no había vuelto a ser el mismo. Rocco tomó la titánica tarea junto a la llegada de su jugador estelar, Gigi Meroni.
Meroni fue la figura del equipo durante varios años con Rocco. Pero fue éste el que hizo hasta lo imposible por llevar al equipo a donde alguna vez estuvo. Se dice que trataba diferente a cada jugador, a algunos los cuidaba mucho, a otros los humillaba, con algunos iba a tomarse algunos tragos, todo lo que hiciera falta para motivar a cada uno de ellos individualmente. Se pasaba horas y horas estudiando a sus rivales para ver qué debilidades tenían y explotarlas, una vez que sabía que la defensa de sus equipos eran casi impenetrables.
Junto a Meroni, lograron alcanzar la Coppa Italia en 1967 y terminaron terceros en la Seria A. Lastimosamente, Meroni murió atropellado cruzando la calle en el otoño de ese mismo año. Fue una pérdida muy sensible para el equipo, una pérdida de la que no se pudo recuperar más.
Después de tanto suceso, el Milan volvió a llamarlo y su segundo paso no solo fue bueno, de hecho fue mejor que su primera etapa. Nuestro protagonista consiguió múltiples nuevos trofeos, pero la joya de la corona fue la Copa Intercontinental ’69, en la que venció en una histórica definición a Estudiantes de La Plata. Por la Copa de Europa, había eliminado al reinante campeón (Manchester United) en semifinales y enfrentó en la final a nada más y nada menos que el Ajax de Amsterdam, dirigido por el mítico Rinus Michels y con la figura de Johan Cruyff en el campo.
Era el máximo choque de estilos posible. El fútbol total contra el catenaccio. El equipo holandés era muy temido, de hecho en la prensa se hablaba de que Rocco tenía que cambiar su sistema si quería tener alguna opción de ganar en el Santiago Bernabéu. Pero Rocco tomó el camino opuesto, dobló todos los esfuerzos en convencer a sus jugadores de que el catenaccio era la manera de ganar. Y cerró todos los espacios.
El partido no pareció lo que se esperaba, el Ajax nunca encontró espacios para romper la defensa milanista, las marcas personales eran las más férreas que nunca habían visto. Al final, el encuentro terminó con un 3-0.
Tal vez algunos, o muchos de nosotros, no conocíamos la historia de Nereo Rocco. Parece que entre los grandes técnicos italianos, su nombre suele perderse con facilidad. Pero la próxima vez que alguien hable del catenaccio o que haya debate de técnicos italianos, todos nosotros deberíamos tirar el nombre de Rocco, aunque sea para defender un poco su fútbol, su fútbol que tan defensivo fue.
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- AUTOR
- Adrián Pacheco
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