América
No me llamen Chaquito
Santiago Giménez (18/04/2001) cumplirá 19 años el próximo abril, lo hará quizás jugando como titular en un equipo acostumbrado a navegar entre aguas revueltas y turbulentas: Cruz Azul. Se trata de una de las instituciones con mayor envergadura tanto deportiva como económica de México, un grande del país azteca pero que hace muchos, muchos años vive en la intrascendencia. Sus hinchas han visto a lo largo de más de dos décadas pasar decenas tras decenas de jugadores, entrenadores y directivos sin arribar al tan añorado título de liga que les resulta esquivo desde el invierno de 1997. Lo único estable en el equipo celeste es el trinomio dirigencial compuesto por los hermanos Guillermo y Alfredo Álvarez y Víctor Garcés.
Hay que explicarle al lector no tan emparejado con la fisonomía del fútbol mexicano que los equipos allá no son clubes respaldados por una base social como en otros lares, más bien son instituciones privadas poseídas (si cabe el término) por algún empresario o alguna empresa importante dando respaldo, cuestión de particulares pues (en teoría, porque muchas veces el dinero de los gobiernos estatales terminan en tal o cual equipo, tal o cual estadio) Cruz Azul entonces, y para quien no lo sepa, es una de las cementeras más grandes del país. Existe entre sus trabajadores una Cooperativa y ahí es donde tiene su germen el equipo cruzazulino. Surgido de la inquietud de los cooperativistas, el equipo irrumpió con fuerza en el profesionalismo allá por los ’70 del siglo pasado, subió a Primera rápidamente, se mudó de Hidalgo a la capital del país y conformó un equipo de época esa misma década. Nació grande, nació con estrella y acarreó un gran número de seguidores mientras cosechaba título tras título.
A lo largo de la historia, se fue constituyendo como el segundo equipo en importancia de la Ciudad de México, por detrás del América pero delante de los otrora importantes Atlante, Necaxa o Atlético Español. Se confirmó como un grande del país, como un semillero importante de jugadores y una alternativa para el odiado y poderoso América. Eso, querido lector, es historia. Hoy el Cruz Azul, gestionado por una cabeza tripartita que vela particularmente por sus intereses, no tiene un rumbo fijo. Un día anuncia Guillermo Álvarez a Ricardo Pelaez como Director Deportivo y otro son Alfredo Álvarez y Víctor Garcés los que destituyen al entrenador Pedro Caixinha para poner en su lugar a Robert Dante Siboldi. Un día Guillermo Álvarez presenta un refuerzo y al otro su hermano y Garcés presentan al nuevo Director Deportivo.
Esa incompatibilidad en las oficinas se vuelca en la cancha. Un mal arranque del Clausura 2020, sin los refuerzos a tiempo y con un plantel que parecía mal armado (Milton Caraglio era el único 9 del plantel y se lesionó en la pretemporada) apuntaban a un semestre complejo para la Máquina, un equipo en el que ser campeón es lo único que le vale al hincha hoy por hoy. Cruz Azul arrancó la temporada cayendo como local ante Atlas y acumuló una segunda derrota al caer ante Atlético San Luis. Pero vino entonces el remanso en forma de goleada ante Santos Laguna en la jornada 3, para hilvanar ahora cinco compromisos sin caer, con cuatro victorias y un empate. En ese ambiente de permanente apuro y en el que muchos jugadores y entrenadores no han podido, apareció un juvenil hecho en la entrañas de casa, con un apellido ilustre en la institución y una posición demandante y exigente en el equipo azul.
Aquí retomamos el nombre con el que arrancamos esta nota y el motivo que nos tiene escribiendo el día de hoy: Santiago Giménez, mexicano de nacimiento, jugador surgido de las inferiores celestes que tuvo, hace no mucho, el honor de compartir cancha con su padre: Christian «Chaco» Giménez, una voz autorizada para hablar de Cruz Azul. Fue su capitán durante un buen tiempo y se entregó siempre por la causa celeste, aunque no pudo campeonar, es de esas contadas excepciones en Cruz Azul en la que los hinchas no le reprochan nada. Pues su vástago debutó con 17 años en el primer equipo, pero recién ahora se está haciendo un hueco. Ha sido titular toda la temporada, pese a los cuestionamientos por su juventud o por el origen de su apellido. Santiago está aprovechando la oportunidad, ha convertido un par de goles en las últimas jornadas ante Toluca y Pachuca, lo que refuerza la confianza que el cuestionado Siboldi le ha dado como el 9 del equipo, al menos por ahora. Giménez es un 9 clásico, de gran envergadura y fácil remate, se las rebusca jugando como eje del ataque y tiene buen juego de espaldas, aunque debe mejorar el tema de la velocidad para decidir y también su capacidad para girar y quedar de frente. Aunque no lo pareciera, es asociativo y, más allá de que no tiene la técnica depurada de su padre, sí que tiene el espíritu que su progenitor manifestaba en el rectángulo verde.
Por lo pronto, ha sido tajante al expresar que no desea que le llamen «Chaquito» ni «Chaco», él es Santiago y está escribiendo su propia historia, no acepta ser el «hijo de», quiere ser el 9 que le dé, después de tantos y tantos años, el título de Liga a su amado Cruz Azul.
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- AUTOR
- Abda Barroso
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