Historias
Omar Abdulrahman: Un crack en el desierto
Lamentablemente, en el fútbol hoy todo se divide en bandos (casi siempre tergiversados y/o anticuados), sin embargo, pocas cosas generan una reacción unánime como ver a un crack. Esos jugadores que se los detecta al instante y se los elogia. Dentro de ese grupo se encuentra Omar Abdulrahman.
Omar nació en Riad, Arabia Saudita, sin embargo desde chico tiene pasaporte emiratí. Criado en una familia de inmigrantes yemeníes, las calles de su ciudad fueron su primera cancha, donde se dio cuenta de la calidad que tenia con el balón en los pies. Siendo chico quedó en una prueba del Al-Hilal, pero éste solo quería nacionalizar como saudí a Omar, por lo que la familia rechazó el contrato. Sea casualidad o no, Samir Al Jaber, histórico jugador del Al-Hilal y en ese momento ojeador del Al-Ain, se enteró de su situación y pronto le ofreció a sus padres y hermanos el pasaporte emiratí, y hacia allí partieron.
Sus primeros tiempos fueron duros. Tras debutar con 17 años de la mano de Winfried Schäfer y jugar varios partidos, una rotura de ligamento cruzado antes de empezar la temporada lo dejó ocho meses fuera de las canchas. Recién a principios de 2010 volvió a jugar, cuando consiguió con la selección de Emiratos Árabes Unidos la Copa del Golfo sub-23 y la medalla de plata en los Juegos Asiáticos. Era el comienzo de una generación dorada.
Su fútbol empezó a dar frutos cuando Jorge Valdivia, enganche del equipo y figura, fue traspasado y le dejó la “10” a Omar. En ese momento, Amoory, como le dicen sus amigos, desplegó todas sus gambetas y calidad con la zurda. Una nueva lesión de ligamento cruzado lo volvió a dejar fuera por seis meses. Igualmente, volvió en 2012 para mostrar, esta vez ante el mundo, la magia que llevaba dentro.
En los Juegos Olímpicos de Londres, tanto periodistas, hinchas y jugadores contrarios quedaron obnubilados con el juego de Abdulrahman. Frente a Uruguay y Gran Bretaña mostró todo su repertorio y clase con el balón. Tanto fue así que Manchester City, después de ese torneo, lo invitó a entrenar durante dos semanas. Roberto Mancini, DT por ese entonces del equipo citizen, quiso ficharlo inmediatamente para el club. La exigencia de la Premier League para obtener un permiso de trabajo (habiendo jugado pocos partidos en la Mayor y con su federación muy por debajo en el ránking FIFA) hizo imposible su fichaje. Incluso Touré Yaya admitió ser “un gran fan de Omar Abdulrahman” y señaló que estaba muy decepcionado por la frustrada negociación con el City.
Después de los Juegos Olímpicos, Omar volvió a su querido Al-Ain y, con él como emblema, los logros comenzaron a llegar. Volvieron a revalidar el título de liga, fue nombrado como mejor futbolista por la federación y por los aficionados y, con la selección, ganó la Copa de Naciones del Golfo, también siendo nombrado como “jugador más valioso”. Todo en un año.
Su llegada a Europa parecía concretarse. Desde el Arsenal hasta el Benfica sondearon para llevárselo, pero los jeques del Al-Ain se adelantaron. La familia Al Nayahan, que además gobierna el emirato de Abu Dabi, rechazó todas las ofertas y le ofreció una renovación millonaria para que siga en el club.
Ante la imposibilidad de jugar en el exterior, el técnico Winfried Schäfer da su opinión en un artículo de la página The World Game. “Comprendo que mucha gente no pueda entender porqué no se fue, pero por otro lado tal vez es simple entender que él es feliz donde está ahora” comentó. “Por supuesto que le ayudaría a mejorar, a buscar el desafío de una competición europea, pero también es un riesgo. Es poco probable que juegue de inmediato en uno de los mejores clubes de Europa, por lo que necesitaría una gran planificación, un representante muy bueno y, por supuesto, el entorno adecuado con un buen entrenador y un poco de paciencia”, explicó el técnico alemán.
En su momento, Xavi Hernández habló sobre la diferencia entre el fútbol asiático y el europeo. “La diferencia es táctica. Los equipos europeos trabajan más en la formación táctica que aquí”, dijo el actual centrocampista del Al Sadd qatarí. Seguramente algo tenga que ver Quique Sánchez Flores en la vida de Omar, cuando lo reconvirtió de enganche a creador de juego en su estadía en el Al-Ain. Esa temporada, si bien en la Liga Árabe quedaron sextos, llegaron hasta las semifinales de la Liga de Campeones de la AFC frente a Al-Hilal.
Si los J.J.O.O le sirvieron para mostrarse ante el mundo, la Copa Asiática del 2015 fue el torneo donde se consolidó como jugador de élite. Para un país donde el mayor logro había sido un segundo puesto en 1996, siendo locales y perdiendo en penales frente a Arabia Saudita, el equipo liderado por Abdulrahman obtuvo el mayor batacazo del torneo. Con una mezcla entre el plantel que llegó a cuartos de final en el Mundial Sub-20 de 2009 y el de los Juegos Olímpicos de Londres, Emiratos Árabes Unidos logró pasar la primera ronda por segunda vez en su historia. En cuartos de final se enfrentaba a Japón, último campeón y candidato a revalidar el título. El equipo emiratí sacó un empate y llevó el partido a los penales. El primero en patear, Omar Abdulrahman. Allí fue cuando, sin siquiera mostrar nerviosismo, picó la pelota frente a Eiji Kawashima. Ese día demostró que la clase con la que jugaba estaba presente hasta en los momentos más dramáticos.
Después de una dramática definición, lograron vencer al combinado nipón e instalarse en semifinales frente a Australia. No pudieron alcanzar una mayor sorpresa contra los locales, pero una victoria ante Irak por 3-2 les hizo obtener un histórico tercer puesto.
Al volver al Al-Ain, la familia Al Nayahan volvió a renovarle el contrato, esta vez por 14 millones de dírham al año (más de 3,6 millones de euros), convirtiéndolo en el futbolista mejor pagado de Oriente Medio. En 2016 su objetivo fue conseguir la Liga de Campeones de la AFC, el único título que se le resiste con el Al-Ain. Tomó las riendas del equipo y, después de una gran actuación a lo largo del certamen, sobre todo en las semis frente al Al Jaish de Qatar, llegó a disputar la final de la Copa, torneo que su club ganó una sola vez, en el 2002 frente al BEC Tero Sanasa tailandés. En la ida perdieron por 2-1 ante el Jeonbuk Motors. Durante todo el partido, el equipo rival tenía, como meta principal para ganar, no dejar jugar a Omar, y así lo logró. En la vuelta el empate a uno consagró al equipo surcoreano y le dio la posibilidad de jugar el Mundial de Clubes.
Con 25 años, Abdulrahman es ídolo en su club y de momento no piensa irse del país que acogió a su familia. Hoy en día, ganar el sueldo que tiene en el Al-Ain parece algo ilógico en un club europeo, por lo que, a priori, debería resignar parte de su sueldo en pos de mejorar su juego y reconocimiento.
Otro aspecto que se debe tener en cuenta es que el caso de Omar es algo habitual en el fútbol emiratí. Pocos jugadores han logrado irse a jugar a Europa y, si bien la liga es una de las más competitivas y hubo grandes triunfos recientes de la Selección, la falta de hinchas y el poco interés en este deporte hacen que todavía sea un país prematuro en cultura futbolística. Por eso, la presencia de Omar en la Liga Árabe es, para los jeques, imprescindible si quieren competir contra la liga china o qatarí.
Mientras, “Amoory” juega cada fin de semana para ratificar porqué es considerado uno de los mejores jugadores en la historia del fútbol asiático.
- AUTOR
- Bruno Scavelli
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