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Paolo Rossi, de condenado a héroe
Por un comerciante de Roma, Paolo Rossi estuvo a punto de quedarse afuera del Mundial de España 82. Cada mes, Massimo Cruciani le traía la mercadería a Álvaro Trinca, dueño de un famoso restaurante de la capital italiana. Pronto hicieron una buena amistad y juntos formaron una quiniela clandestina. Allí arreglaban partidos y acordaban un porcentaje con futbolistas de los partidos implicados. En marzo de 1980, después de sentirse traicionado por algunos jugadores, Cruciani presentó a la policía de Roma una denuncia por estafa. El 23 de marzo del mismo año, la Guardia Di Finanza ordenó la detención de varios jugadores. Uno de ellos era Paolo Rossi.
Por ese entonces, Rossi era la gran promesa del fútbol italiano. Había sido goleador dos veces consecutivas de Serie A con el Perugia y, con apenas 21 años, debutó en el Mundial de Argentina 78 con la Azzurra, donde se coronó como máximo anotador del equipo con cuatro tantos, consiguiendo un meritorio cuarto puesto con su selección. Siempre negó su vinculación con los partidos amañados que se le atribuyeron.
A un mes de la Euro de 1980 (de la que Italia era anfitriona), Rossi se quedó sin poder jugarla. La Lega Calcio (organismo que dirige el fútbol profesional italiano) había sancionado a 18 jugadores implicados en la trama. A Paolo primero le dieron tres años de sanción, sin embargo dos meses más tarde, la Comisión Federal de Apelaciones de la Federación Italiana lo rebajó a dos. Rossi llegaba con lo justo al Mundial de España.
Los medios locales criticaron ferozmente a Enzo Bearzot, DT por ese entonces de la Azzurra, por llevar al delantero estrella del Perugia. Su bajo estado de forma debido a los años sin competir transformó en debate su reincorporación a la Selección. «Fue como un padre para mí. Sin él nunca hubiese sido logrado lo que hice» dijo Paolo cuando Bearzot murió en 2010.
El inicio de Italia en el Mundial de España no pudo ser peor. Siendo candidato al titulo y con un grupo accesible (Camerún, Polonia y Perú) acabó en segundo lugar empatando todos los partidos. A todo eso se le agregaba otro problema: En los tres encuentros, Rossi no había anotado ni un solo gol. «Su eclosión tardía durante la competición se debió en parte a nuestra preparación física, donde dimos prioridad al fondo en detrimento de la velocidad. Al principio le costó trabajo, pero no dejó de ir a más», explicó años más tarde Bearzot.
Si en la primera fase le habían tocado rivales sin tanto renombre, en la segunda le tocaron todos juntos: Brasil y Argentina. Debía enfrentar nada menos que al último campeón y a una selección con (quizás) la mayor cantidad de talentos que se haya visto en la historia de los mundiales.
El primer partido contra Argentina, Italia lo ganó por dos cosas: Una fue la marca asfixiante (y al límite del reglamento) de Claudio Gentile a Diego Maradona, y la otra, la gran actuación defensiva junto a un contraataque feroz que culminó en victoria por 2-0. Sin embargo, Paolo seguía sin convertir. Los medios italianos llegaron a calificarlo de «fantasma» en sus crónicas. Todo cambió con Brasil.
A los dirigidos por Telé Santana les bastaba un empate para clasificar a semis. A los de Bearzot solo le valía la victoria. En uno de los encuentros más épicos de la historia de los mundiales, Italia venció a Brasil por 3-2. Al día siguiente, todos los diarios deportivos del mundo mencionaron un solo jugador: Paolo Rossi. Había anotado los tres tantos de la Azzurra
“Después del partido, busqué inmediatamente a Bearzot”contó Rossi en una nota de la FIFA. “Se lo debía todo a él: esa increíble victoria, esos momentos inolvidables. Lo abracé. Simplemente un abrazo, no hacía falta hablar. Creo que en aquel momento experimenté la felicidad en grado sumo; la felicidad que te hace volar después de años de sufrimiento, dudas y angustia”.
Después de aquél triunfo, Paolo se destapó. En las semis frente a Polonia, la sorpresa del Mundial y sin su goleador Zbigniew Boniek, Italia ganó sin complicaciones con dos goles suyos. En la otra llave, tras un gran partido, Alemania derrotaba a Francia por penales. Dos grandes rivales volvían a enfrentarse, esta vez por la gloria máxima.
El penal parado por Harald Schumacher a Antonio Cabrini a pocos minutos del final del primer tiempo desmoronó al equipo italiano. Sin embargo, en la segunda parte apareció quien se había convertido en su salvador. Rossi abrió el partido con un gol típico de un 9 de área. Marco Tardelli le siguió con un festejo inolvidable y Alessandro Altobelli decretó la victoria. Italia, 44 años después, volvía a levantar la Copa del Mundo.
Paolo se llevó la Bota de Oro (máximo goleador con 6 tantos) y el Balón de Oro, con la particularidad que a partir de aquel Mundial los periodistas acreditados podían votar dentro de una lista previa hecha por FIFA de 10 jugadores al mejor del certamen. Pasó de condenado a ídolo nacional. Todo en un mes, el mes del Mundial.
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- AUTOR
- Bruno Scavelli
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