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¿Pascu… qué?
16 de Junio de 1986. Uruguay. Partido 4
En realidad no es culpa de nadie. Se dio así. Pedro Pablo Pasculli no tiene la culpa de que la gente no lo recuerde. No hizo nada en particular para que eso sucediera. En todo caso hizo algunas cosas para que justamente se diera de otra forma. Eso dejémoslo claro, por favor.
Además… Tampoco es que el recuerdo de la gente te hace más o menos grande. ¿O sí? ¿Y qué es ser grande? Esa es la pregunta, si nos vamos a poner filosóficos. ¿Qué se acuerden de vos? ¿Qué tengan idea de dónde vivís? ¿Que sepan qué es de tu vida? La grandeza es otra cosa. Bah, me parece…
Grandeza tiene mi viejo, que está haciendo lo posible para dejar el pucho porque sino la vida nos deja sin él. Grandeza es la de mi abuela, quien se banca día tras día a mi abuelo y su cóctel de medicamentos. De hecho, tengo la creencia de que el amor es algo muy cercano a armar calendarios con horarios y color de pastillas que la otra persona tiene que tomar.
Grandeza es la del maestro que enseña, la del funcionario que no chorea, la del médico que no te caga, la del colectivero que te para en una esquina que no tiene parada. La del amigo que te escucha, la del verdulero que te recomienda una naranja o la de los carniceros que todavía esbozan con mayúscula felicidad la frase: “Llevá, llevá, que hoy está linda la carne”. Linda. Ser “un grande” no es ser conocido. Mi vieja es una grande. Y la conocen solamente en el barrio.
PPP, como respondieron algunos en la encuesta, no es conocido. No es tan conocido, mejor dicho. Y no estoy seguro que no sea “un grande”. Pedro Pablo Pasculli, como si se tratara de una canción con rima para niños o un trabalenguas cualquiera (eficaz, por cierto).
Pero lejos de los chicos, PPP alegró más a los grandes. Los mayores de 40, 45 o 50 años todavía lo recuerdan con añoranza. Con brillo en los ojos quizás. Como si fuera ayer. Pero en serio como si fuera ayer. Personas que no tienen la menor idea que hicieron el último fin de semana o qué almorzaron hace diez días, contestan sin pensar “Pasculli”. Casi que lo escupen. Casi que el apellido buscaba salir más rápido de la boca de lo que lo permite el proceso normal del habla.
Decir Pasculli es decir Uruguay. Es decir México 1986. Es decir octavos de final. Pero no para todos.
Decir Pasculli es decir Uruguay. Es decir México 1986. Es decir octavos de final. Pero no para todos. La mitad de los entrevistados no tenía la menor idea sobre quién había hecho el gol contra los charrúas en aquel Mundial. Maradona fue la respuesta obvia. La historia de su participación en México se ha ido agrandando con los años, con los meses, con los días… A tal punto que parece que Argentina jugó con un solo jugador ese torneo.
Pero claro… ¿Cómo culpar al humano si los recuerdos y los pequeños detalles (o no) que siempre se le agregan a esas vivencias se entrelazan con los años? Los días hacen más borrosas las memorias. Y las ganas de cambiarlas, las distorsionan. Y te va a pasar a vos. Y a mí. A todos. Desde el más mentiroso, el que modifica y embellece una historia para hacerla épica, hasta el que adquiere el poder de las mujeres, de no cambiarle ni un punto, ni una coma a su relato.
“¿Quién lo hizo? Tiene que haber sido Maradona… Si le hizo ese gol a Inglaterra cómo no le va a hacer otro a Uruguay” es lo que tranquilamente puede vagar por la cabeza del que no recuerda, del que no registra, del que no le interesa, del que no lo vivió.
Las respuestas dejaron un mensaje, además del nombre o de la contestación positiva o negativa. La forma en la que recordaron a Pedro Pablo Pasculli. Un pibe de 25 años te responde: “Creo que Pasculli” o “Pasculli” a secas. Sin agregados. Como si agarrara el celular dormido o como si el frío le negara toda capacidad resolutiva.
El que lo vivió, el que lo gritó, el que recuerda ese campeonato como a su primera novia, en cambio, te responde: “Pedro Pablo Pasculli locooooo!”
El que lo vivió, el que lo gritó, el que recuerda ese campeonato como a su primera novia, en cambio, te responde: “Pedro Pablo Pasculli locooooo!”. Y encima te agrega: “Todavía lo sigo gritando”. Otro te lo nombra como si fuera su hermano: “Pedro señor. Lo hizo Pedro”. Y lógico que no faltó el “PPP!!!!”.
Pasculli no es un desconocido, por más que muchos no recordaran o recuerden el hito más importante de su carrera futbolística. Ese remate con la cara interna del botín derecho al segundo palo. Siete hombres uruguayos en el área, dos argentinos y 1-0 ante el achique de Fernando Alvez.
No es un desconocido si muchos o la mayoría de los hinchas de Colón de Santa Fe lo ubican por haberlo visto caminando de purrete por los pasillos del “Cementerio de los Elefantes”. No es un desconocido para la familia de Argentinos Jrs, que lo adoptó como pieza fundamental de los años ’80, la era dorada del conjunto de La Paternal. Y muchísimo menos es un desconocido para los tifosi del Lecce de Italia. Sí, esos mismos que hoy padecen una triste actualidad en la tercera categoría del fútbol italiano fueron quienes gritaron sus tantos hasta comienzos de los ’90.
Ya lo sé. Vos me preguntarás, ¿cómo puede ser conocido un tipo que entrenó a la Selección de Uganda? “Si fuera ‘un grande’ estaría entrenando a otro país”, agregarías. Y no te quedarías sólo con eso. Con más furia aún, replicarías: “Decime vos, Gastón querido, ¿cómo sos ‘un grande’ si te dedicás a dirigir el fútbol formativo del Jumilla FC, que acaba de descender a la tercera división de España, la cuarta categoría del fútbol ibérico?”.
Ya lo sé hermano… Tenés razón. PPP, Pedro Pablo o Pasculli, como más te guste, puede que no sea “un grande”, puede que no sea “conocido”, pero habrá que agradecerle siempre. “En ese partido -te diría yo-, en ese 1-0 contra Uruguay participaron doce jugadores porque entró el Vasco Olarticoechea en el segundo tiempo. Pero fue Pasculli, Pedro Pablo el que anotó el gol de triunfo y le regaló a todos los argentinos la posibilidad de ver, siete días más tarde, el partido más importante en la historia de nuestro fútbol».
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