América
Pelé en México ’70, una historia de reivindicación
Hay quienes dicen que no podes tener el mejor día de tu vida sin que el anterior se haya derretido en lo insulso. Las jornadas épicas suelen condenar al ostracismo a los días en donde nada interesante sucedió. O mejor aún: restaurar la confianza en uno mismo diseminando en algún rincón inexplorado de nuestros recuerdos las veces en que nuestra performance resultó negativa. Reivindicación es quizá la palabra adecuada.
Sería un error, entonces, comenzar a describir la opera prima de Edson Arantes do Nascimento en la Copa del Mundo de México 1970 colocando la pluma en lo que fue la goleada por 4-1 de Brasil sobre Checoslovaquia –debut carioca en dicha competición-. Porque aquel evento tiene dos rostros. Por un lado, la consagración definitiva de Pelé como leyenda del fútbol a nivel global. Pero también, esconde lateralmente la marca de la más gloriosa revancha que un jugador brasileño haya tejido en un campo de juego con su habilidad y destreza como pinceles.
Cuatro años atrás a dicho evento, una mancha desplegó su espectro en las crónicas de los Mundiales. La selección verde y amarilla fue netamente saboteada por un pacto silencioso entre defensas de una rusticidad caníbal y árbitros sin escrúpulos, dentro del contexto del Mundial celebrado en suelo inglés. Brasil venía de ser campeón en Suecia 1958 y Chile 1962. Si bien lo sucedido en territorio trasandino no contó con Pelé a causa de una lesión, bien era cierto que el futbolista del Santos embanderaba unos dotes de juego únicos, que en complicidad con Garrincha parecían allanarles el trayecto a la obtención del tricampeonato.
Artículo relacionado: Garrincha, el socio que terminó siendo la estrella
Evitar que Brasil pusiera pie siquiera por fuera de la fase de grupos fue la misión de sus rivales. Pelé fue dañado minuto tras minuto por defensas que clavaban sus duros botines en la carne del astro, hasta dejarlo cojeando. Los referís mudaron su mirada hacia otra parte. Todo esto se sumó a un Garrincha lejos de su nivel mostrado tiempo atrás, sin poder reemplazar en la ofensiva a su lesionado compañero. Los brasileños, en efecto, quedaron eliminados en primera ronda, producto de una victoria ante Bulgaria y un par de derrotas ante Hungría y Portugal. Había moretones en las piernas de O Rei que perduraron más tiempo que Brasil en la Copa del Mundo de Inglaterra 1966.
Sanar las heridas ocurridas en la isla británica implicó una furiosa vuelta de página para Pelé, quien encabezando el combinado nacional hilvanó una eliminatoria impecable: seis partidos, seis victorias, pasaje sin escalas a México, depositándose junto con Inglaterra, Rumania y Checoslovaquia. Combinando una rapidez aeróbica que hacía dudar del carácter humano con una plenitud física que eclipsaba a cualquier sujeto que intentara siquiera hacer titubear a la redonda de sus pies, la historia de la leyenda brasileña en 1970 implica el éxito definitivo y la inmortalidad de su rostro en la página dorada del fútbol a nivel histórico. Al mismo tiempo, es un caso de reinvención. De roto y eliminado, a pleno y campeón.
Si unificamos la serie de momentos –desde aquel debut en la fatídica Inglaterra ante Bulgaria hasta la gloria definitiva alcanzada tras golear en la final de México a Italia- encontramos, francamente, una historia inspiradora.
Relacionado
- AUTOR
- Esteban Chiacchio
Comentarios