Argentina
Pesadilla en Estambul
No quedan dudas que el fútbol argentino siempre fue, es y será uno de los grandes semilleros del mundo. Desde Bernabé Ferreyra o José Charro Moreno, pasando por Ricardo Bochini y Norberto Alonso, hasta llegar a Paulo Dybala o el Sergio Kun Agüero (obviando, claramente, a los tres grandes astros mundiales), por citar a algunos. No obstante, hay miles de apellidos que alimentaron la ilusión de encontrar al nuevo Maradona y quedaron en eso. Por distintas cuestiones, prometieron más de lo que pudieron dar. Uno de los nombres más sobresalientes de ese grupo «desgraciado» es Ariel Arnaldo Ortega. Sin dudas. Pero dentro de la carrera del jujeño existe un quiebre, mucho mayor a los obstáculos deportivos que sobrellevó durante su ciclo como jugador: su paso por el Fenerbahce.
El primer semestre del 2002 fue el reencuentro del Burrito con su nivel de selección: pieza fundamental para Ramón Díaz y la conquista del Clausura, cortando una pequeña sequía sin títulos para River; y también para Marcelo Bielsa, formando parte del seleccionado consiguió el histórico primer puesto en las Eliminatorias para Corea – Japón 2002. Pero después de seis meses de ensueño, la segunda mitad fue el comienzo de una película de terror.
A pesar de ser una de las candidatas a quedarse con el trofeo mundial, y por fin sacarse la espina de ser la generación post Diego Maradona, la selección argentina se despidió de la Copa del Mundo en la primera fase, convirtiéndose en uno de los fracasos futbolísticos más grandes de la historia nacional. El gol de Hernán Crespo, tras un penal fallado por Ortega, no sirvió para vencer a Suecia y sacar pasaje para los octavos de final. Al retornar al país, el oriundo de Ledesma se encontró con una decisión esperada pero con un destino que lo marcaría por los años venideros. Aunque para este desenlace hay que retroceder en el tiempo, más precisamente al 2000. Después de su paso por Europa, donde no pudo asentarse y vistió las camisetas de Valencia, Sampdoria y Parma, retornó al Millonario a préstamo por dos años desde los crociati.
Una vez terminada la cesión, la dirigencia tenía la opción de comprar el pase del volante creativo. Y más allá de algunos rumores que indicaban que podía permanecer en Argentina a cambio del porcentaje de la venta de Crespo de Parma a Lazio, algo que salió a desmentir rápidamente el propio representante del jugador, la delicada situación económica del país hizo imposible la continuidad en el ámbito local. Incluso, el propio jugador sabía que tenía que armar las valijas. «Por más que mi intención era quedarme, la realidad del país hace que me vuelva a Europa para hacer una diferencia. Espero volver al club dentro de tres temporadas», fueron las declaraciones de Orteguita una vez llegado desde el continente asiático. Tiempo después, el mismo jugador expresó que «no quiero meter a River en el medio porque, para mí, River es la camiseta, los hinchas y el club. Pero hubo muchos dirigentes que ensuciaron al club con su mal proceder y su falta de amor a la camiseta. Esos tipos fueron tan fríos y desesperados por la guita como sus pares de Parma».
Volviendo al plano deportivo, es ahí donde aparece el elenco turco en escena, que desembolsó poco más de quince millones de dólares para hacerse con la totalidad del pase, que pertenecía en partes iguales a River y Parma, transformándose en una de las transferencias más caras en la historia del fútbol de Turquía. Luego de un Mundial que tuvo al combinado turco en el podio, uno de los grandes de la nación musulmana buscaba volver a los primeros planos, donde Galatasaray y Besiktas dominaban plenamente. Desde la temporada 1989/90 hasta el arribo del argentino, los «canarios amarillos» solo habían logrado dos títulos (95/96 y 2000/01), y buscaban en la contratación del Burrito un incentivo deportivo y para sus hinchas. Pero a pesar del multitudinario recibimiento, incluso con la presencia de futbolistas de renombres del club, el jujeño nunca terminó de sentirse cómodo. Su estadía duró poco menos de un año, y ni siquiera la ovación en la goleada ante Galatasaray, donde además marcó un gol, le hicieron cambiar su posición de irse. «No puedo quedarme en Turquía, quiero irme a mi casa, así que lo mejor es que me marche», fueron algunas de las frases que el volante dejó en el «Turkey’s Fanatik», el diario deportivo más importante de la nación euroasiática.
No existía otra solución a su problema. Más allá de estas declaraciones, y otras muestras que insinuaban sus deseos de salir, los dirigentes se pusieron firmes y no se movían del pensamiento de que le quedaban dos años más de contrato y debía cumplirlos. Aprovechando una fecha FIFA, donde fue llamado por Bielsa para ser parte de la lista de convocados de la albiceleste, se escapó de Turquía para no volver. Trece partidos y tres goles fueron los números duros de su paso por el Fenerbahce. Pero sin saberlo, la huida fue el inicio de un novela de terror. Tanto el jugador como River mostraron su optimismo para el inicio de un tercer ciclo, al expresar el ’10’ que «debido a mi contrato, aún estamos buscando la manera de solucionar esta situación, pero creo que River y Fenerbahce llegarán pronto a un acuerdo», aunque esto nunca sucedió.
Al no llegar a buen puerto las negociaciones entre ambos equipos, Azis Yidirim, presidente de la institución turca, llevó el conflicto a la FIFA. El 27 de Junio del 2003 le llegó la peor noticia al argentino: por su incumplimiento contractual con los de Estambul, se lo imposibilitó de jugar de forma oficial hasta el 30 de Diciembre de dicho año. Una agonía teniendo en cuenta que ya llevaba varios meses sin jugar, además de que desde la AFA no harían nada para solucionar el conflicto, ya que Julio Grondona mostró su postura de «los contratos están para cumplirlos o solucionarlos. Yo no puedo comprar un auto y el otro se queda con las cuatro ruedas. Lamentablemente es un buen chico que no midió las consecuencias cuando se fue de Turquía». Horas antes de la confirmación que llegó de Suiza, el oriundo de Ledesma ya tenía una decisión tomada: colgar los botines. «Intenté arreglar con los dirigentes jugar un año más y luego irme; pero no hubo posibilidad de arreglo alguno. Yo no puedo pagar lo que pretenden. Lo que más quiero, lo que más me gusta ya no lo puedo hacer más. Tomé una decisión que es muy difícil para mí… es la de no jugar más al fútbol«, fueron las palabras en la entrevista brindada a Matías Martín y Juan Pablo Varsky en el programa radial «Basta de todo».
Una determinación inamovible, basada en una resolución imposible desde lo económico y egoísta en el plano futbolístico. Si bien esa confesión fue más basada en un momento de calentura, contratar al Burro era comprarse un problema, y es por eso que recién en agosto del 2004 reapareció el apellido del volante creativo en los medios argentinos. Pero para conseguir la ficha del mismo primero había que negociar con Fenerbahce, que todavía contaba con el pase, el cual estaba tasado en 11 millones de dólares. Una cifra extravagante para el mercado nacional. Sin embargo, Newell’s buscó reconstruir la llegada de Maradona al Coloso en 1993, pero esta vez con Ortega como actor principal. Tras el pago de casi cuatro millones de dólares, y el capricho de los turcos de no negociar con River, el jujeño se calzó los botines y se reencontró con su mejor versión. En la Lepra fue figura del plantel que se quedó con el Apertura 2004. Justo Villar, Julián Maidana, Ariel Rosada, Fernando Belluschi, Rubén Capria, Germán Ré y Guillermo Marino eran otros de los puntos altos del combinado dirigido por Américo Gallego.
En 2006 sería el regreso a Núñez para dar inicio a su tercer ciclo en el club, pero eso ya es historia conocida. Sus fugaces pasos por elencos del ascenso, y su amor de verano en All Boys, serán las escenas secundarias para llegar al final de su carrera. En el sabor de boca quedará la gambeta endiablada, ese movimiento de cintura que enloqueció a decenas de hinchas, propios y/o ajenos, y todos los títulos que levantó siendo uno de los grandes artífices de dichas conquistas. Aunque mirando el vaso medio vacío, la angustia de lo que pudo ser, el cabezazo a Edwin Van der Sar en Francia ’98, sus desmanejos fuera de una cancha de fútbol y la firmeza para poner fin a su historia en Fenerbahce, son los asteriscos de la carrera de un futbolista que, para este humilde redactor, tuvo todo para ganarse el mote del «nuevo Maradona» y ser «Messi» antes que Lionel.
- AUTOR
- Claudio González
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