América
Presión
«Donde hay presión, hay una oportunidad», Jimmy Connors.
“¿Presión? Presión, siente el que se levanta a las 5 de la mañana y va a trabajar por dos pesos en algo que no le gusta, estos pibes; ¿Qué presión pueden tener?”. ¿Cuántas veces escuchamos esto entre la gente, que emite un juicio de valor sobre quién merece sentir presión y quién la usa de excusa ante “fracasos deportivos”?
Es indudable la presión que siente una persona que en su vida cotidiana tiene que trabajar largas jornadas y de algo que no soñó, por salarios, que a veces no les alcanzan para cubrir sus necesidades básicas familiares, pero esa no es la única presión existente ni valedera.
La presión, no es un objeto físico, concreto, tangible, no se ve ni se toca, pero existe, se siente y condiciona las conductas y el juicio de las personas. Se encuentra en todos los ámbitos de la vida. Son momentos donde una determinada situación, exige una respuesta del sujeto frente a las dificultades que se le presentan y que el actor debe superar.
El fútbol genera constantemente situaciones donde el actor principal (el futbolista) tiene que superar, donde la realidad se va a modificar de un modo significativo. En Argentina, el entorno, periodistas, hinchas, familiares, etc ponen al futbolista en un lugar terminante: sí ganas sos el mejor, sí perdes sos el peor, con la particularidad de que cada una de las 42 millones de personas tiene una vara distinta con la cual mide estos extremos nombrados.
Con el partido del domingo son tres torneos seguidos que nuestro seleccionado llega a la final, donde lamentablemente en los otros dos, no se pudo alzar con el trofeo de campeón. Además Argentina está primera en el mundo en el Ránking FIFA. Esto lejos de ser motivo de orgullo para muchos, triunfalistas o resultadistas, quienes esperan que esta vez sí se pueda gritar campeón, exigen a estos jugadores el trofeo para ellos sentirse campeones y sino… ¡QUE SE VAYAN TODOS! O como dijo Diego Maradona en estos días: “Sí no ganan la final, que no vuelvan”.
Por otro lado tenemos a los jugadores, los que fueron participes de las últimas dos finales, que estuvieron muy cerca de ganar en ambos partidos, que conviven con su propio deseo de ganar cosas con la camiseta de su país. Ellos saben, conocen, sienten el deseo del entorno por ser campeones. Saben, conocen, sienten que sí no lo consiguen recibirán una crítica extrema, por parte de un sector de la sociedad que no acepta “perdedores”, que piensa que el segundo puesto no vale para nada y que “somos Argentina, tenemos que ganar siempre”. Ese pensamiento se acrecienta a medida que pasa el tiempo, pero cuando no ganas nada a nivel selección mayor desde 1993, sobra tiempo y motivos para pensar que quizás eso de “somos los mejores, tenemos que ganar siempre” no es así.
Por calidad y jerarquía de sus jugadores y también por lo demostrado por ellos mismos en sus clubes, Argentina, está entre los principales candidatos a ganar el título, está Copa América no es la excepción.
Por lo dicho, sí nos tomáramos un tiempo para pensar realmente en lo que pueden sentir internamente los jugadores (para alguien que alguna vez piso un campo de juego quizás es más sencillo) nos daríamos cuenta que inevitablemente y por el solo hecho de ser personas, más allá de su situación financiera (en los sentimientos el dinero no cuenta), las presiones externas e internas están presentes grupal e individualmente, como lo están también en sus clubes, donde brillan y se sobreponen constantemente a situaciones parecidas, como las tuvieron en las dos finales anteriores donde solo pequeños detalles los separaron de la gloria. Tampoco caben dudas que todos estos futbolistas saben manejar esta presión que tanto nombramos por la jerarquía y el nivel que tienen y demuestran.
El licenciado Marcelo Roffé, de amplia trayectoria y prestigio en el mundo de la psicología en el deporte, dijo: “Basta pararse en cualquier estación de ferrocarril, para comprobar que el tren pasa más de una vez, el dilema o la cuestión -en sentido de la oportunidad- es saber subirse y tener en claro cuando bajar”. El tren volvió a pasar para nuestro seleccionado, nadie más que ellos merecen disfrutar de regalarle a este país una alegría para que al menos, por un rato, puedan sentirse los mejores aquellos que no son capaces de valorar ni disfrutar el lugar donde estos jugadores nos pusieron los últimos años, pero fundamentalmente, Messi y compañía, merecen el titulo para transformar esa presión en felicidad. Al menos por un rato.
Por Matías Córdoba
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